Osvaldo Hernández
LA PATRIA I Manizales
Juan Pablo Ruiz Soto ha subido a las cimas más altas del planeta. Desde allí ha divisado el mundo como pocos. Ha subido dos veces al Everest, el monte más alto de la tierra (8.848 metros de altura sobre el nivel del mar) y en el programa Siete Cumbres (conquistar los picos más importantes de cada Continente), lo ha hecho en dos ocasiones con excepción de Vinson (Antártida) y Carstensz (Oceanía). O sea que ha hecho 12 cimas de 14. Una hazaña.
Este economista, con dos maestrías en estudios Ambientales y en Teoría Económica, ha sido el líder del equipo colombiano "Siete Cumbres" que subió a los picos más importantes.
Sin embargo, el momento más emotivo de su dilatada vida como montañista lo vivió en la década del 80 al lado de Cristóbal Von Rothkirch, también montañista, en la Sierra Nevada de Santa Marta.
"Hacíamos la Expedición Glaciares y Montañas de Colombia. La idea era recorrer y reconocer todos los nevados con glaciar propio y todos los picos con más de los 4 mil metros con su respectivo glaciar. Y fuimos a la Sierra Nevada, donde hicimos 18 picos. Entramos por el costado sur, por Valledupar, por Pueblo Nuevo, por Nabusimake. Hicimos Tayrona, Reina, Colón y Bolívar, entre otros. Allí instalamos nuestro campamento.
El acceso lo hicimos por medio de la familia Villafania. Al mamo salvador, que nos dio la bienvenida, le pedimos el permiso y nos dijo que sí, pero que debíamos ser respetuosos de los lugares sagrados. Le preguntamos qué significaba eso y nos respondió que no podíamos tomar las ofrendas y menos hacer fotografías. Y por supuesto, nos comprometimos a cumplir lo que nos pedían para poder ir al Chundua, la zona sagrada de la Sierra.
Hicimos la promesa y nos fuimos a la expedición que duró 54 días. A los 30 días, Juan Tomás Villafania, hijo del mamo, nos subió el mercado a la orqueta entre el Colón y el Bolívar. Era el punto equidistante para todos.
Iniciamos el ascenso, encontramos la carga que nos llevó Juan Tomás y usamos un mapa que nos facilitó Erwin Kraus (pionero del montañismo en Colombia) con el sistema Van Der Hammen, con que el hicieron un reconocimiento a la Sierra Nevada de Santa Marta. Los mapas eran del ejercito de los Estados Unidos, paradójicamente, los más completos que habían. Tenían mucho detalle.
En uno de los picos, sin nieve, con lomo de roca, encontramos señales hacia la cumbre, pero eran las que siempre ponemos los montañistas. Nosotros ponemos una pirámide en roca. En este caso eran piedra del tamaño de la mano, una acostada, la otra parada y soportadas por unas más pequeñitas.
Y así pasó a lo largo de la arista hasta que ascendimos a la cima, donde nos encontramos otra piedra, pero ya 1 metro y 50 centímetros al borde de una pared, soportadas por varias piedritas pequeñas que le daban el equilibrio.
Desde allí pudimos ver el litoral Caribe y disfrutar del viento que nos golpeaba fuerte. Estábamos ahí sentados, dejó de ventear y todo quedó en una calma total. Seguimos conversando y unos 50 metros hacia abajo alzó vuelo un cóndor que subió y subió hasta que se puso bien encima de nosotros. Fue un instante único que lo guardo como el más preciado de mi carrera como montañista. Ahí nos dimos cuenta que estábamos en suelo sagrado, en tierras de Manancana, de los koguis y los arawakos.
Ese es el momento más emocionante, más místico y que guardo con mayor precisión porque fue un momento mágico".
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