Luis Miguel Pascual
EFE I LA PATRIA I Villard de Lans (Francia)
La etapa reina del Tour de Francia de hoy promete un infierno para los ciclistas en su jornada más alta, a más de 2.300 metros, donde llega una carretera recién asfaltada que la ronda gala descubre por primera vez y que conduce al Col de la Loze.
El techo de la edición es la quinta meta más alta de la historia centenaria de la carrera y, sobre todo, una caja de sorpresas en la que los organizadores sueñan con proponer un ascenso que marcará época.
El final de los 170 kilómetros que comenzarán en Grenoble es una traca impresionante, "el puerto del siglo XXI", en palabras del director de la carrera, Christian Prudhomme, ansioso por conocer cómo responderán los cuerpos a su nueva propuesta.
La novedad consiste en el encadenamiento de pequeñas rampas de hasta el 20 % en una sucesión infinita de curvas en los últimos 7 kilómetros de ascenso.
Se trata de un camino que conduce a la cima del puerto, asfaltado por los propietarios de la estación de esquí para atraer al Tour, una perla para la carrera que no dudó en incluirla en su recorrido. "Y se convertirá en un clásico", promete el director deportivo, Thierri Gouvenou.
La primera parte asciende hasta la estación de Meribel, por donde ya pasó el Tour en 1973 sin proponer un gran espectáculo porque sus rampas no son demasiado intensas. Pero el nuevo trazado, "que conduce a las estrellas", según Prudhomme, dará picante a la jornada.
Como suele hacer, la organización probó el recorrido en el Tour del Porvenir del año pasado, en una etapa corta, de menos de 30 kilómetros, que puso al límite los organismos de los jóvenes de menos de 23 años.
Sus recién estrenadas rampas llamaron la atención de Bernard Hinault, que no dudó en llamar a Prudhomme. El director de la carrera quedó impresionado con el paisaje y con la dureza de la carretera.
"Va a sorprender a más de uno", asegura Gouvenou, ansioso de conocer cómo responderán los organismos a sus rampas irregulares.
No hay subidas como esa en los Alpes, más acostumbrados a otro tipo de puertos, menos empinados, largos y desgastantes. La sucesión de la subida a Meribel y de este nuevo trazado augura una batalla impresionante. "Es como dos puertos en uno", señala el director deportivo.
"Es algo desconocido, que no existía, pasas del 2 al 20 % y gira en todos los sentidos. Es único", agrega Prudhomme.
Con el componente de que se desarrollará en buena medida por encima de los 2.000 metros, que los ciclistas superarán antes, en el puerto de la Madeleine, un clásico de la carrera que, sin embargo, también propondrá una nueva vertiente, una carretera más estrecha y empinada de 17,4 kilómetros al 8,4 % de pendiente media.
La incógnita siempre planea sobre la respuesta de los cuerpos a la altura, a menudo ventajosa para los ciclistas criados en países altos, como Colombia.
El año pasado el Tour propuso muchos puertos por encima del Tour y en ellos labró su victoria final Egan Bernal, el primer colombiano en ganar la carrera.
En esta ocasión, pese a que la montaña es el elemento clave, sus cimas están a menos altitud. Solo la Madeleine y la Loze superan los 2.000 metros.
Tras descender la Madeliene, el pelotón pondrá rumbo a Meribel y a esta nueva cima nacida para integrar la leyenda del Tour.
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