Osvaldo Hernández
LA PATRIA | Manizales
Conocí a Juan Guillermo Hoyos en la Laguna del Otún. Subí con tres amigos y lo encontré allí haciendo un trabajo para la universidad con las aves que habitan el lugar. Estaba finalizando sus estudios de biología. Esa semana, en compañía de Nelson Cardona, que era guía en el Parque Nacional Natural los Nevados, escalamos el 20 de enero del 2000 a la cima del nevado de Santa Isabel.
Juan Guillermo se transformó en un experto montañista que coronó los picos en todo el mundo. Tiene 50 cimas, en la llamada cordillera blanca (que va desde los andes colombianos hasta la Patagonia argentina): Aconcagua en Argentina (6.962), Tupungato en Chile (6.580), Cotopaxi en Ecuador (5.897), Sosneado en Chile (5.169). Tres al Himalaya: el Cho Oyu, a 8.200 y Pokalde en Nepal (5.800). Más medio centenar de expediciones de trekking o travesías al Amazonas y las selvas chocoanas.
Sin embargo, no pudo subir a la cima del Alpamayo, llamado el monte más bello del mundo. Ubicado a 5.947 metros de altura sobre el nivel del mar, el Perú, esta cima es blanca, solitaria e imponente.
Fue allí, subiendo a la cima, que le tocó declinar ese sueño para salvar la vida de un colega que se puso mal de salud.
"Fue fue uno de los momentos más complejos de mi vida como montañista. Después de 3 noches a 5.500 metros, cuando me alistaba para el ataque final a la cumbre, un norteamericano presentó síntomas agudos de mal de montaña (a esa altura puede matarte en menos de 8 horas). En ese momento solo estábamos 4 personas más en el Campo Avanzado y tomamos la decisión. Si queríamos salvarlo, debíamos renunciar a la cima y bajar de una con él hasta el Campo Base. No fue fácil porque llegó la noche y el norteamericano se ponía cada vez peor.
A las 5:00 de la tarde empezamos el difícil descenso. Después de unos 3 rapeles (cuerdas) y sorteando grietas descendimos hasta llegar a las 11:00 de la noche al Campo Base, donde por fin lo estabilizamos con una inyección de dexametasona y mucha hidratación. Ya sobre las 3:00 de la mañana empezó a reaccionar positivamente.
A las 6:00 de la mañana nos levantamos y seguimos el descenso de 22 kilómetros hasta Cashapampa (localidad), donde después de 8 horas de caminata. Allí nos separamos porque el enfermo quedó en manos de los médicos.
Días después me lo encontré en una calle de Huaraz y no me reconoció. No se acordó de mí, me pareció curioso, no le dije nada y tampoco me incomodó, porque finalmente lo devolvimos a la vida y eso era lo importante.
Dos años después, mi amigo Claudio Lliulla, con quien realizamos el rescate, pereció cuando una avalancha lo lanzó por una grieta en el campo dos del Huascarán Sur. Iba acompañado de un cliente.
En esos días, cuando vivimos entre el cielo y la tierra, una lección aprendida me acompaña siempre: Ninguna cumbre vale la vida de una persona. Algún día regresaré al Alpamayo espero que la tercera sea la vencida".
Juan tiene 46 años y desde el 2002 creó una empresa de ingeniería especializada en trabajos de altura, iluminaciones y mantenimientos. Nada que ver con biología o montañismo.
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