Mario César Otálvaro
Por cuestiones de logística esta columna fue escrita antes del partido que jugaba anoche Once Caldas contra Rionegro por la duodécima jornada de liga.
Es decir, restan únicamente 8 fechas para intentar llegar a los cuadrangulares, a marchas forzadas por la cantidad de puntos que se requiere, independiente de que hubiera ganado.
Hay un déficit que se supera solo con victorias, y está la obligación moral de clasificar luego del traspié en la Suramericana que frustró millonarios ingresos.
Esta vez la segunda ronda tendrá 6 juegos -3 en casa- que representan entradas adicionales necesarias, y no llegar allá supondrá un caos económico continuado.
Ojalá el triunfo se haya quedado acá en medio de esa confusión que vive el Once Caldas cumplida más de la mitad de campeonato, sin equipo base, ni titular definida.
La ubicación de David Gómez por izquierda como volante de salida muestra que hay improvisación, y envía un mensaje directo a los refuerzos acerca de su aporte.
Que lleguen 11 jugadores, 4 de ellos con posibilidades de actuar en esa posición, y pongan a uno de los más resistidos del plantel -que es defensor- indica desespero o insatisfacción.
Rara forma de ver las cosas, y un caso muy especial, pues mientras que a Gómez lo miran con recelo la tribuna y la prensa, para los técnicos es pieza fundamental.
Como Kevin Londoño para el actual proceso, más allá de su pérdida de confianza y seguridad con la pelota, en idéntica situación porque le creen demasiado.
No pasa igual con futbolistas que en el pasado fueron importantes -Nieto- ni con aquellos -Darío Rodríguez y Harlin- quienes parecen ser los únicos distintos de los contratados.
Todo ello ha generado dificultades de funcionamiento, pero lo más delicado es no tener una alineación fija con mínimas modificaciones para que no se afecte el contenido.
El técnico Bodhert debe aceptar que fracasó con sus rotaciones, el año pasado dio grima, y esta temporada el grave pecado es no saber quiénes deben jugar.
A Juan Carlos Osorio le salían por convicción y porque siempre le entregaron plantillas de lujo en los clubes que estuvo, aquí resultan ensayos inoficiosos, inútiles y desconcertantes.
Difícil alcanzar el tope con tantas variantes, incluyendo culpabilidad de los integrantes del grupo, pues no se justifica la desidia y no estar a tono en una liga con menos fechas por jugarse que las disputadas.
Una lástima que los flojos guarismos coincidan con lo que podría denominarse desacierto en los refuerzos, pues hasta ahora no marcan diferencia, y tienen confundido al entrenador.
En los últimos compromisos -excluyo el de anoche sin disputarse al elaborar este escrito- se ha notado un Bodhert temeroso, inseguro y preocupado.
Desde la alegría y el tino desde el banco se construyen las campañas, y esos aspectos que fueron constante durante la buena campaña del semestre anterior, hay que retomarlos.
Mucho se valora el trabajo del técnico al frente del equipo, especialmente por su pasado reciente cuando sacó al Once Caldas de zona roja, lo puso en una final, y lo metió a cuartos.
Ahora la tarea es esa, recobrar el sendero del éxito, que se sienta su mano desde lo táctico y en la lectura del juego, porque contra Junior y Pasto erró, y se vio nervioso e impreciso.
Puede que el camino esté cuesta arriba, pero no hay tiempo de llorar, y quien menos margen tiene de equivocarse es Bodhert, responsable directo de lo bueno, y también de lo malo.
Hasta la próxima…
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