Pablo Arbeláez | COLPRENSA | LA PATRIA
El cambio ha sido brutal en su vida. Estaba preparada para ser campeona olímpica, pero no se imaginó que su triunfo fuera a terminar siendo un verdadero fenómeno social. A veces ha llorado y hasta dicho ¡ya no más… pero siente que el cariño de la gente no se cambia por nada.
Tiene una agenda tan apretada como la del presidente de la República y a los 21 años casi todo se hace nuevo en el día a día que tiene más de 18 horas de actividad.
Mariana Pajón Londoño, con su medalla de oro en los Olímpicos de Londres, afronta con calma y mucha paciencia este giro radical que la convirtió en una de las figuras de gran importancia en 2012. Cuentan que su arribo a Timbío, en los Juegos Nacionales, y a Chinchiná, en el Nacional de bicicrós, lo que se vivió fue algo fuera de lo común, haciéndosele casi que imposible caminar en medio de la marejada de gente.
- ¿Cómo ha cambiado su vida?
"Demasiado. Al principio nos dimos cuenta de lo tanto que nos había cambiado, y ahora tengo una agenda tan apretada, peor que la del Presidente. Esto es increíble para una niña de 21 años que no pueda estar casi con su familia, en su casa tranquila, que no pueda entrenar, pero todas estas cosas van a cambiar, porque caímos en cuenta y hay que darle prioridad a lo que verdaderamente nos gusta. Hay momentos en los que se debe disfrutar una medalla tan esperada y yo lo quiero hacer".
- ¿Cómo ha sido el acoso de la gente?
"No es acoso, es cariño. Todos quieren algo y no me preocupa. Simplemente tengo muchos compromisos, más responsabilidades, mucha agenda. Y es algo que estamos organizando. Son cosas para bien del deporte nacional y para Colombia entera".
- ¿Cuál ha sido el detalle más bonito?
"El detalle siempre está, así sea en eventos que se realicen muy temprano, que deba trasnochar, que esté muy cansada; es algo bonito, porque siempre hay alguien que te va a decir gracias o felicitaciones; siempre hay un niño que te regala una sonrisa, alguien que quiere tomarse una foto contigo. Para mí todo esto es bonito".
- ¿Qué es lo que más le ha impactado?
"Son demasiados detalles. Primero que todo que los niños se ponen felices. Esto me pone muy feliz. Otro, es la gente mayor que nos da gracias o se pone a llorar, ese es un detalle inmenso. Uno más: me comentaron que por Twitter dijeron que los secuestrados estuvieron muy felices el día de la medalla. Eso que yo les haya podido dar un poquito de alegría y de felicidad en medio de tanto desespero y tanta tristeza, a gente que quiere estar con sus familias, especialmente esta época de Navidad, le gana a cualquier otra cosa".
- ¿A cuáles secuestrados se refiere?
"A los soldados secuestrados por las Farc y a los civiles; lo celebraron juntos y lo escucharon por radio en el sitio de cautiverio".
- Cuentan que hubo momentos complicados, vividos especialmente en las llegadas suyas a Timbío y Chinchiná...
"Hay veces que las cosas se complican cuando hay una expectativa o saben que llegué, pero es el cariño del público como decía. En esto no hay nada malo, porque la gente me quiere ver; conocerme en persona; desean una foto. Soy demasiado paciente con esto, saber que esta es una alegría y que hay que compartirla con ellos".
- ¿Ha tenido momentos de mal genio por este cambio tan brusco en su vida?
"Claro, uno a veces llega tarde, se trasnocha, tiene que salir a un vuelo a las seis de la mañana; partir desde Medellín a las 4:30 de la mañana hacia el aeropuerto. Hay momentos en que uno se cansa. A veces he llorado y decir ¡ya no más…, tengo que disfrutar, pero pienso que son puertas que se han abierto, oportunidades muy bonitas y que tengo que agradecer todo esto".
- ¿Cuántos vuelos ha contado este año?
"Huy no, pasan de 100. Contando las horas, creo que buena parte de mi vida de este año, la pasé montada en aviones".
- ¿Qué le pesa más: el trajín de las madrugadas o trasnochar, o saber que todo ha cambiado y hasta no poder entrenar?
"Madrugar y trasnochar, eso a nadie le gusta, pero se aguanta. Pero ahora no ha habido tiempo para entrenar. La gente me dice que siga con mi deporte, pero al mismo tiempo no me queda espacio para poder entrenar; las 24 horas se quedan cortas".
Carlos Mario Oquendo
Este fue el año de la consagración del bicicrosista Carlos Mario Oquendo. Los podios a nivel mundial en la Copa del Mundo y en los Olímpicos se convirtieron en la recompensa de un piloto que antes de todo esto no tenía tanta fama.
Hoy, el corredor antioqueño es conocido en el país, especialmente por ese bronce que obtuvo en Londres, lo que lo ha convertido en un personaje “perseguido” por una fila de seguidores.
La vida también le cambió por completo, pero sigue siendo el mismo Carlos Mario, a pesar de las “presiones” del público que quiere una foto o un autógrafo con él.
- ¿Cómo ha cambiado su vida?
“La vida sigue siendo igual, porque comparto con mi familia, mis amigos. Lo que sí es que ahora tengo más vida social”.
- ¿Y a veces se hace complicada?
“Se hace no tan fácil en ocasiones, porque hay que compartir con mucha gente. A veces uno está cansado y hace que no sea el mejor momento. Pero es muy bacano compartir con el público, conocer nuevas personas que están contentas y poderles ver esa felicidad, que lleva a tomarse una foto, por ejemplo. Todo eso paga el precio”.
- ¿Cómo ha hecho para manejar esos tiempos con el público, sin tener que olvidarse de uno?
“Ha sido más de organizar los tiempos; programar los entrenamientos únicamente para eso; diseñar lo social de forma que no coincida con las prácticas. En los Juegos Nacionales no fue tan fácil, pero a la hora de correr sí me metí de lleno en la competencia y decirle a las personas que después con mucho gusto lo hacíamos, sin negarme a una foto o un autógrafo, porque eso es lo que le gusta a la gente y espera de un referente, de un deportista que para ellos es un ídolo y que le lo siguen. Eso para mí es importante y lo hago con todo el gusto”.
- Pero la gente se pone incómoda cuando el atleta está cansado o quiere un poco de privacidad...
“Hay ocasiones en que no es posible atender a la gente, porque no estamos con el tiempo o la situación del momento no se presta. Pero ellos saben esperar y hasta ahora no se ha presentado algo negativo. La idea es atenderlos porque sé que quieren un recuerdo mío”.
- ¿Cómo ha aprovechado este cuarto de hora pese la presiones del público y qué mensaje le deja tener tanta fama?
“Esto no es para todo el mundo y no es fácil. Hay ocasiones en que uno se ve muy estresado, con el tema de que uno esté en la mejor disposición. La gente espera que se le atienda de la mejor forma. Siempre busco la manera de estar atento -siempre lo ha sido-, porque sé que después vendrán muchas más cosas buenas, porque se hacen nuevos contactos y la socialización con tus públicos se hace cada vez mayor”.
- ¿Qué es lo más bonito que le ha sucedido en estos meses, tras la medalla?
“En Timbío, durante los Juegos Nacionales, una persona que se me acercó, le di un autógrafo y salió celebrando, porque no creía que pudiera tener una firma mía. Eso fue muy simbólico. A veces la gente me jala de los brazos o de las manos, porque me quiere tener al lado. Pero esto ha sido muy bacano”.
- ¿Por qué apareció en Timbío con una barba incipiente; era quizás una cábala?
“Esto viene desde los Juegos Olímpicos. En las competencias anteriores me había ido bien, entonces la conservé para la carrera que tuve antes en E.U., donde logré otro podio que fue de mucha importancia para mí. Me la dejé hasta Juegos Nacionales y me sentía cómodo a la hora de competir”.
- ¿Cómo ha sido lo vivido por Mariana Pajón, usted que la ha tenido al lado?
“El tema de Mariana ha sido impresionante. Muy significativo, porque es mucha la alegría y eso es lo que siempre le expresan. A veces la he visto en competencias, pero no he podido llegar hasta donde ella, ya que la gente está alrededor suyo. Nos sucedió en Timbío. Sé que esto es un gran momento; que no es tan fácil de llevar, pero Mariana lo ha hecho muy bien. Ella es muy inteligente para atender a la gente, para competir. Esto en algún momento bajará un poco, pero Mariana seguirá siendo un símbolo para el deporte de Colombia y para muchas personas. Una chica demasiado querida y admirada”.
Medallistas
Rigoberto Urán: “Me di cuenta de que era medallista olímpico cuando volví a Colombia dos meses después. Mi vida sigue igual pero con mayor alegría, con ese orgullo de haber hecho algo grande por este país. Y soy más conocido”.
Yuri Alvear: “Mi vida sigue el mismo rumbo, quiero cumplir el propósito que Dios tiene con mi vida: seguir en el judo, trabajando y esforzarme para llegar con posibilidades de oro a Río 2016. Quiero crecer como deportista”.
Jackeline Rentería: “Él ha hecho cosas muy grandes. Me prometió hace mucho tiempo que me iba a dar triunfos y así fue. Él es el generador de nuestros cambios. Todo lo que le he pedido me lo ha dado, porque para Dios no hay nada imposible”.
Óscar Muñoz: “Mi familia está muy contenta por lo conseguido en este deporte y aunque seguimos en una casa humilde, gané premios para tener cosas que antes no podía. Y la gente me conoce más y se quiere tomar fotos”.
Caterine Ibargüen: “Mi vida sigue igual que antes de la medalla de plata. Sigo viviendo en Puerto Rico, donde estoy estudiando en la Universidad. He sido muy feliz con lo que he hecho, pero nada ha cambiado de forma radical”.
Óscar Figueroa: “Han cambiado muchas cosas; ahora la gente me reconoce más y hasta me saluda en la calle. Me felicita, me piden autógrafos. A veces el tiempo de los entrenos se recorta. Pero ha sido una experiencia maravillosa”.
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