Los argentinos en Manizales: así, vale la pena sufrir

Lina Moreno
LA PATRIA | Manizales

Con la 'Manopla de Dios' en el centro del negocio (un guante de cocina con los colores argentinos y el número 10) y ocho banderas, dispuestas en el lugar, Raúl, Santiago, Luciano, Sergio, Sebastián y Cristian ocuparon los lugares de honor en Bologninis, el restaurante colombo-argentino ubicado en el barrio Milán, que lleva precisamente el apellido de Raúl.
Ya es su costumbre: reunirse allí cuando la Albiceleste juega. A lo que siguen sin acostumbrarse es al sufrimiento que tienen que padecer cuando pasan los minutos, y el gol nada que llega.
Estos gauchos gritaron, manotearon, mandaron uno que otro madrazo, brincaron, se sentaron con las manos en forma de oración, volvieron a levantarse. Así se la pasaron los 120 minutos en los que la tensión fue predominante.

Tensión en el aire
Pablo Zabaleta fue, tal vez, el más mencionado. Especialmente Luciano demostró no tenerlo en sus afectos. "Zabaleta es holandés. Ya fue suizo... Es un doble agente. Creo que D'María lesionado hace más que él", decía. De resto, todo fueron palabras de ánimo para sus compatriotas en la cancha.
Cada rechazo argentino, cada determinación del árbitro a su favor era motivo de aplauso.
Pero el paso de los minutos disminuía la emoción y aumentaba la tensión. El silencio fue cada vez mayor y, aunque en principio hasta cánticos hubo, el temor del pitazo final fue evidente. "Ayy no, yo no quiero ver esto", dijo Sergio.
Pero ninguno fue capaz de cerrar los ojos. Solo ellos saben cuántas oraciones elevaron al cielo, pero los escucharon. Desde los doce pasos su portero Sergio Romero fue el salvador.
Las lágrimas y los abrazos se confundieron. Cada uno terminó agitado y orgulloso de ser argentino. "¡Olé, olé, olá cada día te quiero más. Soy de Argentina, es un sentimiento, no puedo parar!".