
LA PATRIA | Manizales
Las nuevas directivas del Once Caldas tienen entre sus propósitos hacer que la familia vuelva al estadio. Las campañas publicitarias, además de pretender de que el hincha crea nuevamente en el equipo, apuntan a que ese plan de disfrutar del fútbol familiarmente se convierta otra vez en costumbre para todos los manizaleños.
Sin embargo, a la hora de cumplir estos propósitos, los directivos deben luchar contra una realidad hace rato inmersa, no solo en una plaza como la del Palogrande, sino en los distintos estadios del país: el barrismo convertido en violencia y las implicaciones sociales que esto trae.
Muchos aficionados al Once cambiaron sus costumbres cada que al Palogrande llega un equipo de esos que convoca mucha hinchada. "Cuando viene Nacional, América, Medellín o Millonarios, o hasta el mismo Pereira, prefiero que mi esposa y mi hijo no me acompañen al estadio", asegura Manuel Antonio Atehortúa, que asistió solo al estadio en el partido del blanco frente al Medellín, jugado el pasado 10 de marzo.
Monseñor Alirio López Aguilera, experto en temas de barrismo y violencia en el fútbol, deja en claro: "Se perdió el sentido de familia en el estadio. Al perderse esto se perdió la oportunidad de ver el fútbol como un deporte de aprendizaje e integración" (ver recuadro habla el experto).
Los pedigüeños, otro problema
Al miedo por las peleas se une otro problemita no menos incómodo. "Es muy maluco uno ir por la calle cuando va para el estadio y que todos esos muchachos lo acorralen a uno a pedirle plata. Se siente uno casi que atracado", sostiene Amparo Arango, aficionada al blanco.
Sin duda, la manía que adquirieron muchos jóvenes de pedir dinero "para la boletica" es un problema que está en la mira de las autoridades. Según el coronel David Benavides, comandante de la Policía en Caldas, la meta es erradicar esta práctica. "Se ha venido haciendo una labor con los líderes de las barras y los distintos grupos de las comunas que hay. Esa práctica de pedir plata genera muy mala imagen porque la gente se siente incomodada al momento que se le acercan", dice el coronel.
Lo mismo asegura un líder de Holocausto Norte. "A los muchachos se les dice que no pidan dinero porque eso a la gente no le gusta. Seguimos trabajando en ello", expresa.
Aunque los jóvenes que piden plata, afirman hacerlo para comprar la boleta de norte -cuesta 6 mil pesos-, el común de la gente no duda en señalar que es para otras cosas.
Caminar los alrededores del estadio antes de un partido, es evidenciar cómo muchos hinchas -no todos- que entran a la popular norte, lo hacen bajo efectos del alcohol u otras sustancias alucinógenas.
"Es increíble ver cómo esos muchachos entran borrachos a las tribunas. Es solo ver en el sector de Patilandia y la Estrella, como muchos meten de todo en el previo del partido. Hasta pegante meten", advierte Jorge David Montes, aficionado que asiste a oriental.
Entre tanto, un barrista sostiene: "yo si pido plata, pero es para la boleta porque subo desde Chinchiná a ver al equipo. Pero hay que emplear ese dinero en la boleta y no en vicio. Acá uno viene es a ver fútbol y no a generar disturbios", menciona Julián Andrés Mesa, que admite ser de la Banda del Eje de Chinchiná.
Las autoridades son claras en que al hincha que detecten pidiendo plata, será sacado de las esferas del escenario. "Cuando se instala el servicio, se hacen controles para que la gente no incomode a los vecinos del estadio. Muchos veces los muchachos entienden, pero cuando no, son retirados de los alrededores", afirma el coronel Benavides.
Cierra de fronteras, ¿la solución?
Pero el mayor problema con el que tienen que lidiar las autoridades es, sin duda alguna, los brotes de violencia que se generan dentro y fuera del estadio.
En enero del 2009, el Gobierno sancionó la Ley 1270, con la cual autoriza la creación de la Comisión Nacional para la Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol y con la que se busca detener la violencia en los estadios.
La principal función es crear una estructura especializada, diferente a los escuadrones antidisturbios, para prevenir la aparición de hechos de violencia en los estadios.
En Manizales, dos días antes de cada partido, la Administración Municipal junto con la policía, realiza los consejos de seguridad. Allí se implementan las medidas que se tomarán antes, durante y después del compromiso.
Una determinación que se ha venido aplicando es el cierre de fronteras, con el cual se les prohíbe la entrada al estadio a barras del otro equipo que llegan de otras ciudades. ¿Ha sido efectiva esta medida?
"Muy bueno que no dejen entrar esas barras que solo vienen a realizar daños a la ciudad. Caminar Palermo y la Santander después de un partido de Nacional, Medellín o América es un peligro", opina Flor Damaris Blanco, quien habita por el sector de Sancancio. Por su parte, el propietario de un negocio de comidas de la Santander recalcó que siente miedo cuando hay un clásico contra equipos que tienen mucha hinchada en la ciudad. "He visto batallas campales entre esos jóvenes. Se tiran piedras y pelean con navajas. Ya me han dañado vitrinas y ventanales. Uno trata de cerrar el negocio cuando se acaba el partido, pero tampoco puedo perder plata", afirma.
Ante esto, el padre Alirio López recalca. "El miedo es algo natural, forma parte de la psicología, pero nos impusieron temor. El mal llamado grupo de barras bravas, que combina alcohol y pate cabras (navajas), ya priorizan el color del equipo por encima de la vida de cualquiera".
Para el coronel Benavides, el cierre de fronteras hay que analizarlo desde dos perspectivas. "El cierre minimiza la cantidad de hinchas del otro equipo que viene a la ciudad. Cuando usted abre fronteras, sabe que vienen en sus buses y que llegan con los líderes de las barras", explica el uniformado, y sigue: "cuando usted cierra fronteras, ellos buscan la formas de llegar por cualquier modo y se riegan por toda la ciudad; se camuflan porque arriban en cualquier carro o moto y sin camiseta de su equipo y simplemente se ubican en sur. Es que no todos los habitantes de Manizales son hinchas del Once. Aquí hay de todo", enfatiza.
Para el juego de hoy ante Quindío, la Administración determinó abrir fronteras y permitir que seguidores del club quindiano lleguen a sur.
Sin embargo, la violencia en el fútbol ha cedido, a comparación de hace unos dos o tres años, cuando ésta era protagonista fecha tras fecha en el fútbol colombiano. En Manizales, la última muerte que se presentó por enfrentamiento entre barras sucedió el 18 de marzo de 2010. Un hincha del Medellín murió cuando su equipo se alistaba a jugar un partido por Copa Libertadores ante Racing de Uruguay, compromiso que se jugó en Manizales debido a que el Atanasio Girardot estaba suspendido. Ese día, el aficionado al rojo falleció en el sector de la Gotera (entre la U. de Caldas y la U. Nacional), presuntamente cuando se enfrentó a barristas del Once.
Hoy, aunque se presentan conatos de bronca en la popular norte, los otrora enfrentamientos a muerte entre barras de uno y otro equipo, se han ido acabando. "Sí ha disminuido la violencia en el fútbol colombiano, debido a las campañas que se han hecho", puntualiza el padre Alirio.
Camilo Andrés Gaitán Rincón, integrante de la barra Holocausto Norte y secretario juvenil de la administración municipal, cree que la rivalidad entre los equipos siempre estará presente, pero es un tema de conciencia y de trabajo. "La violencia se presenta cuando se reúne un grupo numeroso que tenga sus diferencias. Ahora, el conflicto es más por ideologías y por territorialidad y mucha gente lleva eso a los extremos. Hay que trabajar para superar esto, porque el objetivo es alentar al equipo solamente", afirma el joven.
Si las directivas del Once anhelan que el estadio vuelva a verse colmado de familias, las campañas en prevención tienen que seguir. Aunque el temor de muchos todavía está cada que hay clásicos, muchos hinchas creen que las peores épocas ya pasaron. "Antes sí era miedoso venir a fútbol, siempre había peleas. Ahora, el tema está más calmado y creo que la gente está volviendo a asistir", expresa Nicolás Gallego, aficionado que asiste al estadio hace casi una década.
El mismo coronel Benavides admite: "siento que el temor al asistir en familia ha disminuido. Solo es ver oriental y occidental, donde el acompañamiento es permanente y allí es donde llega la mayoría de familias".
Hoy, ante Quindío, la idea es que los padres, acompañados de sus hijos y esposas, lleguen a las gradas sin temor a que se presenten peleas.
Esto dicen los aficionados
1. ¿Ha sentido temor de asistir a fútbol por la violencia en los estadios?
2. ¿Le incomoda que los jóvenes le pidan plata para las boletas?
Duván González
1. Sí he sentido miedo, en algunas ocasiones prefiero no venir a los partidos por las peleas que se dan.
2. Sí piden para las boletas y eso molesta. Yo no les doy.
Luz Marina Cifuentes Cardona.
1. Nunca me ha dado miedo venir al estadio. Trato de venir en familia y nos hacemos en norte. Pero antes sí era mejor venir a fútbol como plan familiar.
2. Muy maluco que pidan plata esos maleducados. Yo no les doy nada porque eso para vicio.
Carlos Ariel Osorio
1. Si me he sentido intimidado para entrar al estadio en algunos partidos. A veces es mejor no venir.
2. Nunca doy plata porque eso no es para comprar boleta sino para vicio.
Flor María Salazar
1. En algunos partidos sí se siente temor. Las barras sí ocasionan mucho desorden y eso aleja a la gente del estadio.
2. Sí piden plata y es mejor no dar porque uno sabe que eso no es para las boletas.
Ana Isabel Palacio
1. Las barras sí son un problema porque genera disturbios. Antes era mejor venir a fútbol sin esas barras.
2. A mí se me incomoda que me pidan plata y por eso nunca les doy porque eso es para vicio. Eso en Patilandia se volvió un problema.
"El barrismo necesita acompañamiento"
Monseñor Alirio López Aguilera ha estado ligado al tema de las barras bravas y la violencia en el fútbol durante la última década. En Bogotá trabajó con el programa Goles en Paz, que buscó mejorar la convivencia dentro de los estadios.
Para él, los barristas alejaron a la familia del estadio, una tarea que hay que recuperar, en procura de que el fútbol vuelva a ser fiesta deportiva y de integración. "Pero hay que decir que la violencia ha disminuido. Quitar las mallas de los estadios por el mundial sub20 fue una buena opción. Aprendemos a reconocer que hay límites", dice el experto, pero advierte que le preocupa cómo la violencia se ha ido a otros lugares. "Se ha desplazado al parque, los barrios, los conjuntos residenciales y los colegios. Hay que seguir trabajando en ello, porque el barrismo necesita un campo muy especial, de acompañamiento, de alternativas de trabajo, de oportunidades para estos jóvenes", indica.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015