Osvaldo Hernández
LA PATRIA | Manizales
La pasión por el baloncesto lo llevó a las canchas populares de Nueva York. Y para poder jugar, con apenas 16 años, cuando empezaba a trasegar en esta vida, le tocó comprar el balón. Ese fue su tiquete de entrada al partido. La historia es de Guillermo Moreno Rumié, técnico del baloncesto más importante en historia del baloncesto colombiano.
Transcurría el verano de 1973 y, estudiando en Kalamazoo (Michigan, EE.UU.), oía hablar mucho del baloncesto de Nueva York. Y entonces fui a esa ciudad en vacaciones y por dos cosas: 1. Ir a jugar a los parques de Nueva York, en especial al Foster Park, y 2. Ir a ver en vivo al Gran Combo de Puerto Rico con Eddy Palmieri y Larry Harlow.
Fuí al parque, donde me decían que allí llegaban a jugar grandes basquetbolistas de Brooklyn, Manhattan, Bronx, Queens y Staten Island. La noche anterior, para jugar en canchas al aire libre, me asegure y compré mi propio balón marca Spalding.
Llegué temprano en la mañana y me puse lanzar tiros libres para calentar. Empezaron a llegar jugadores e iniciamos en el 1 contra 1, la cifra fue aumentando hasta llegar el 4-4. Cuando estábamos así sacaron un tablerito en el que cada uno ponía su nombre para jugar, pero en el orden de llegada. Así se armaban los equipos y los partidos.
Como estábamos 8 y llegaron 3 más, ya se podía hacer un 5-5. Lógicamente entraba 1 jugador por equipo para completar 5 y el otro que sobraba se iba al tercer equipo, por consiguiente, me quedé por fuera.
Tenían razón, nunca me habían visto por allí. Cuando iban a iniciar el partido, muy decentemente les pedí mi balón, que era con el que iban a jugar. Entonces uno de ellos, que era como el "capo", me pregunto en inglés: it's your ball? Yo le dije: yes, is my ball! Y él inmediatamente dijo: ey ey ¡You play! Y sacó a uno de ellos y entré yo. Bueno, eso sí, me tocó probar finura y buen básquet y que reconocieran que podía jugar con ellos.
Ese día jugué 5 partidos seguidos sin perder (partidos a 15 canastas). Durante los 15 días de mis vacaciones en Nueva York pude jugar todos los días en la misma cancha. Buena competencia y experiencia de vida. Ahhh también aprendí que nunca debía sacar el balón, ni de fondo, ni de lateral, pues no lo volvía a ver ni tocar. Jejejejejeje.
Moraleja: Nunca vaya a una cancha extraña dónde no lo conozcan sin su propio balón.
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