
LA PATRIA | Manizales
Ricardo López
En ningún momento de la charla, César Hernández recriminó su suerte. En los 58 minutos que duró el diálogo, el popular Indio siempre lanzó frases de esperanza, de optimismo.
La última, con la que cerró el encuentro, denota esas ganas que tiene de luchar, de creer. "Estoy apenas en el segundo tiempo de este partido, que sé que voy a ganar", cerró el hombre que hoy luce una cabeza rapada, producto del tratamiento al que se somete.
César Hernández, jugador que durante 10 años mostró su fútbol en los estadios colombianos vistiendo la del Once Caldas, Envigado y Chicó, deja atrás los días más difíciles de su vida. Hace dos meses le diagnosticaron un cáncer de sangre que, por fortuna, pudo ser tratado.
"Lo difícil ya pasó. Siento que ya no tengo el cáncer y ahora es recuperarme", advierte este manizaleño.
Hoy, con 37 años y una visión de la vida distinta, pretende sacar adelante este duro reto.
- ¿Cómo fue ese momento en que le diagnostican la enfermedad?
Me apareció un dolor por la parte del fémur y luego se me volvió insoportable. Uno cree que estas cosas a uno no le van a pasar nunca. Pero reaccionamos a tiempo y acá estamos.
- ¿Ya pasó lo difícil?
Cuando salí para urgencias ese día, casi ni podía andar del dolor. Pero puedo decir que soy un afortunado porque he recibido la mejor atención. En Oncólogos de Occidente me atendieron de la mejor manera y diagnosticaron el cáncer de inmediato.
- Usted trabaja para el Once en divisiones menores ¿Lo han respaldado en todo?
Si a uno esta enfermedad lo coge sin un respaldo, se muere, porque el tratamiento es costoso. Pero el seguro que tengo y el respaldo del Once han sido clave. El Club me ha dado más de lo que he podido recibir. Si las personas recibieran el tratamiento que yo he tenido, nadie se moriría de esto. Soy un bendecido. Desde el principio me aplicaron lo mejor.
- ¿En qué etapa de la enfermedad se encuentra?
Apenas me estoy levantando de la cama porque fueron dos meses muy difíciles. El doctor Diego Lopera, de Oncólogos de Occidente, me dice que hoy estoy bien. Y yo me siento así, porque siento que ya no tengo el cáncer. Pero la realidad concreta es que hay una posibilidad de que me cure totalmente o que la enfermedad se reactive. En eso estoy.
César era un chico cuando buscó por primera vez a Dios. "Era muy niño y una vez en una oración le dije que quería ser futbolista y jugar 10 años, que era el tiempo que uno escuchaba que duraba la carrera de un jugador. Y esos fueron los años que actué", admite El Indio, al que le pusieron ese remoquete porque así le decían a su padre José, de rasgos fuertes. Aunque nació en Chipre, fue en el barrio San Cayetano donde comenzó a perseguir los balones. Esos años, en los que tenía el sueño de llegar a primera, los recuerda como si hubiesen sido ayer.
- ¿Por qué el fútbol?
En San Cayetano jugaba todo el día. Vivía y respiraba fútbol. Comencé de delantero en Cinemax. Luego, me prestaron al Once Caldas para una Copa La Patria y ahí comencé a dar de qué hablar. El técnico Víctor Luna dirigía las divisiones menores del Once y me llevó.
- ¿Cómo se consolidó en el profesionalismo?
Lo único que tenía claro era que quería jugar fútbol. Llegué al Once, pero vi que no tenía mucha opción cuando era muy joven y me fui a jugar a la B, a Alianza Petrolera. A los tres días de estar en ese infierno de Barrancabermeja, me quería devolver. Pero me adapté y realice las cosas bien. Luego volví a Manizales y ya me miraban con otros ojos por lo que había hecho en la B.
- Arrancó de delantero, pero luego pasó de lateral ¿Hizo muchos goles?
Yo jugué 10 años e hice 10 goles, creo que hice un gol por año. Pero los que hice fueron bien bonitos (risas).
- En su tiempo la posición de carrilero apenas estaba consolidándose. ¿fue uno de los pioneros?
Puede decirse que sí. En ese tiempo no había muchos, pero comenzamos a mostrarnos. En esa posición hice las cosas bien.
'El Indio' Hernández vivió sus días de jugador al límite. Desde que subió a primera, su entorno fueron las pretemporadas, las concentraciones y los viajes. Ahorrar para el futuro no estaba entre sus prioridades. Hacía lo que le gustaba, ganaba buen dinero y eso le bastaba. Hoy, retrocede la película y entiende que pudo pensar mejor las cosas. Cuando creyó que no encontraba el camino, buscó a Dios por segunda vez.
- ¿Cómo ha sobrellevado este momento?
Me he sentido un bendecido. Mientras yo he estado acá recuperándome en mi casa, Dios se ha encargado de lo otro. Siempre fui creyente, pero he tenido la oportunidad de conocerlo más.
- ¿Por qué lo ha conocido más?
Fueron 10 años en el fútbol, haciendo lo que amaba. Dejé el fútbol, o más el bien el fútbol lo deja a uno, y llegó un momento en la vida en el que no le encontraba sentido a nada. Pero un día, arrodillado llorando le pedí que me ayudara. Mi vida la he dividido en dos: antes de Dios y después de Dios. Ahí he visto la diferencia. Tal vez me pregunto qué hubiera sido de mí si me hubiera acercado a él en mi carrera.
- ¿Qué hizo luego de dejar las canchas?
Cuando uno deja el fútbol, uno no sabe qué hacer. Los futbolistas no hemos sido personas estructuradas en cuanta a la parte académica, no miramos hacia el futuro. Y ese es el error. Luego del retiro, intenté de comerciante, puse almacenes de ropa, después con un amigo compramos una bodega de papa, también le caminé al negocio de comidas. Hice cosas que no sabía hacer.
- ¿Y ahora?
Cuando Dios le da a uno un talento, le pone eso en el camino tarde que temprano. Después de estar alejado del fútbol, hace tres años volví a meterme en esto por la parte técnica. Comencé a nutrirme de conocimiento, comencé a capacitarme, ir a congresos, conferencias, de todo. El Once me dio la oportunidad de comenzar con los equipos sub-14 y sub-15 y vamos bien.
- ¿El futbolista joven no piensa en el futuro?
Desde que fui jugador joven escuché eso: ahorre para el futuro, piense en el futuro, pero cuando uno está en la cúspide no le importa. Lo malo es que de 50 mil pesos que te ganas en divisiones menores, te pasas a ganar 1 millón de pesos y luego 5 millones. Uno no piensa en eso. Y al dirigente solo le interesa que el jugador juegue.
¿Y ahora cómo ve ese tema?
En el Once están tratando de darle un viraje a eso. Desde las inferiores queremos jugadores de fútbol, pero también necesitamos que el joven se prepare, que estudie. Desde que está en divisiones menores, hay que dar ejemplo.
- Después de esos 10 años de carrera y de este duro momento, ¿qué tiene?
Que lo más importante son las personas que están con uno. Con lo de mi enfermedad, el grupo familiar se ha estructurado. Mis papas, mis hermanos, mi hijo y mi esposa han estado ahí. Además estamos esperando a Sara, que nacerá en unos dos meses. Todo saldrá muy bien.
Siempre que estuvo en la cancha, el Indio trató de divertirse, mostrar su rapidez, su habilidad y su buen juego. En el Once ganó dos títulos -uno local y la Copa Libertadores-. Aunque nunca se puso la camiseta de la Selección Colombia, nunca olvidará el momento en que estuvo muy cerca de hacerlo.
- Aparte del Once, también jugó en Envigado y Chicó ¿El momento más feliz en su carrera?
Sin duda los títulos con el Once. Aunque en la Libertadores no actué casi, fue muy importante compartir con todos esos compañeros, los viajes, las concentraciones y darle esa alegría a la ciudad y al país. Ser de los pocos jugadores colombianos en ganar una Libertadores es una felicidad grande.
- ¿Y el momento más duro?
Sin duda la lesión que tuve en un entrenamiento, máxime que en la noche anterior había sido convocado a la selección Colombia que dirigía el 'Chiqui' García.
- ¿Cómo fue eso?
Yo siempre fui un jugador que vivía todo al límite, como dicen por ahí me le metía a un bus. Venía en un gran nivel y en una práctica con el Once yo estaba recuperándome de una contractura. Le dije al médico que me dejara ingresar al entrenamiento los últimos 15 minutos, y él insistía que no. Pero entré. Esa práctica estaba muy caliente y me acuerdo que Carlos Rodas y el Chusco Velásquez (Rubén Darío) la tenían casada. En un balón dividido, yo entré y Velásquez le tiro una plancha a Rodas, pero este saltó y la patada me la dio a mi. Me fracturó la tibia y el peroné. Fue muy duro y después de una lesión así, no se vuelve a ser el mismo.
- ¿Partidos que no olvide?
Los que jugábamos contra Nacional en el Palogrande. Eso sí eran partidos a muerte. Recuerdo que hasta nos doblaban los premios por ganar y el estadio siempre se llenaba.
- Usted dijo que siempre tuvo clara la idea de jugar en primera ¿Por qué hace rato un jugador manizaleño no se consolida en el Once?
No es que el jugador de Caldas no tenga lo que necesita para jugar. El manizaleño es talentoso, se entrena bien... Pero lo que hemos podido analizar, es que es un jugador mentalmente muy débil. Cuando le dicen la primera vez que no va, cree que se le acaba el mundo. Yo le confieso que muchas veces me fui a mi casa llorando porque no me tenían en cuenta en el equipo. Pero lo intenté y llegué.
Hoy, César es puro optimismo y saca fuerzas para recuperarse. Con los que se encuentra, prefiere no estrechar la mano, sino empuñarla y dar el saludo así. Quiere ponerse nuevamente de cortos e ir a dirigir a los menores de la sub-14 y sub -15 del Once. Pero aún no. Todo a su debido momento.
- ¿Ha sentido apoyo y respaldo?
Estando en esta situación he recibido cualquier llamada de amigos y de mensajes. Dios me puso a vivir esto y le he encontrado muchas enseñanzas. Estoy sorprendido con tanto apoyo de la gente y de los amigos del fútbol. En esto, hay momentos en que uno se siente débil, pero esos mensajes te llegan, te reconfortan. Son la mejor medicina.
- ¿Qué enseñanzas le ha dejado?
A todo hay que encontrarle un sentido. Muchas veces, la gente pide y pide y se encomienda a Dios, pero nunca le dice: bueno para que soy bueno hoy, qué quiere que haga por usted. Ahora cada día trato de hacer algo positivo.
- ¿Este es el partido a ganar?
Yo confío mucho en Dios. Si él me hubiera querido del otro lado, ya estaría allá. Me he fortalecido mucho. Estoy apenas en el segundo tiempo de este partido, que sé que voy a ganar.
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