EFE | LA PATRIA
España volvió a proclamarse ayer en Pekín campeona del mundo de baloncesto en una nueva exhibición defensiva que logró desactivar a la armada argentina, a la que frenó en seco de principio a fin y la derrotó 75-95.
Trece años después de su triunfo en el Mundial de Japón, se repitió la historia de aquella final. Solo hubo un equipo sobre la pista, lo que tiene mucho mérito al tener al frente a un rival que metió miedo a todos sus oponentes con Luis Scola y Facundo Campazzo.
Ahí estuvo el mérito de los españoles. Secaron a las dos estrellas rivales, se multiplicaron atrás y atacaron con la confianza de un equipo con más experiencia en estas lides, en el que se notaba el trabajo previo de Sergio Sariolo y su equipo.
De entrada, el técnico italiano optó como ante Serbia por variar su equipo titular dando entrada a Pierre Oriola en sustitución de Víctor Claver y con una función tan clara como titánica: intentar frenar al hasta ahora intratable Luis Scola. Del pívot catalán fue la primera canasta de la final.
La selección de Scariolo se dedicó a mover la bola con criterio para sellar un triunfo que pocos imaginaban. Se fue de Pekín invicta y con su segundo Mundial en el bolsillo.
El bronce
La selección de baloncesto de Francia reeditó la medalla de bronce que logró en el 2014 al imponerse a Australia, que buscaba su primera presea (67-59).
Medallero histórico
1. Estados Unidos 5
2. Yugoslavia 5
3. URSS 3
4. Brasil 2
5. España 2
6. Argentina 1
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