Osvaldo Hernández
LA PATRIA | Manizales
Se puede decir que Ernesto Lucena Barrero, el hoy ministro del Deporte, fue uno de los salvados del atentado al club El Nogal, de Bogotá, el 7 de febrero del 2003. Allí murieron 37 personas. Había finalizado el entrenamiento, salió del sitio y a unas cuadras de allí escuchó un estruendo que los estremeció. Minutos después todo fue caos por el drama, las ambulancias y la Policía y lo que se empezó a conocer.
Lucena Barrera, figura del squash colombiano, estaba recién llegado de los Estados Unidos: "Seducido por el tour profesional me fui a Estados Unidos con la excusa de seguir mis estudios de derecho. Y aunque fue verdad, la prioridad era el deporte".
Y no le tocó fácil por el clima y lo económico: "Para el año 2002 conseguí un programa en la Escuela de Leyes de Nueva York, analicé que los estudios se adaptaran a mi carrera como deportista. Hubo mucho esfuerzo, al punto que para comprar mercado dictaba clases de squash a personas del exclusivo sector financiero de la ciudad, quienes me pagaban 70 dólares".
Ese periodo solo lo moldeó para las responsabilidades que llegaron después: "Fue un año de mucha soledad, con mi familia en Colombia, adaptándome al cambio de estaciones. El invierno fue difícil de sobrellevar, porque hubo días que estábamos a 10 o 20 grados bajo cero. Vivir solo, en Brooklyn, no fue nada fácil".
Esa época en Manhattan le cambió la vida, entre otras, porque era muy reciente el atentado a las Torres Gemelas en el World Trade Center.
Volvió al país y retomó su carrera como jugador de squash: "Mi lugar habitual de entrenamiento era el club El Nogal, en Bogotá, donde conformamos un gran equipo. Uno de mis mentores era Ángel Rodríguez, papá de Miguel Ángel, uno de los referentes más importantes de la disciplina en Latinoamérica y quien ha sido mi hermano, mi partner".
Por eso fue que fue que vivió el suceso de El Nogal, atentado del que se salvó: "No entendía lo que ocurría. Al llegar a mi casa mi familia, muy angustiada, me contó que había explotado una bomba en El Nogal. Me salvé de milagro. De inmediato llamamos a nuestros amigos y nos informaron que estaban bien, incluso Catalina Peláez, que daba sus primeros pasos en el squash y quien resultó herida, estaba fuera de peligro".
Sin embargo, las malas noticias aparecieron: "Lamentablemente no todos corrieron con la misma suerte. La cancha donde habíamos acabado de entrenar recibió uno de los mayores impactos y allí falleció Fernando Sarmiento, uno de nuestros entrenadores, por el desplome de una de las paredes. Era difícil dimensionar que esa noche nos le habíamos escapado a la muerte".
La vida continuó y tiempos mejores llegaron: "Al siguiente año, en el 2004, cuando todavía usaba arete y pelo largo, llegó lo que considero una recompensa al esfuerzo y a la constancia. El equipo que habíamos conformado con Miguel Ángel, Catalina, Bernardo Samper, un gran jugador y amigo, y otros compañeros, logró medalla de oro en los Juegos Nacionales. Fue una alegría indescriptible porque, además de nuestro título, la delegación ganó las justas, hasta el momento las únicas en las que Bogotá se ha quedado con el primer puesto".
Su carrera como deportista la finalizó como instructor: "A mediados del 2018 recibí una llamada del presidente Iván Duque, quien me propuso ser el director del entonces Coldeportes. Una propuesta que acepté sin pensarlo porque era volver al deporte, no como atleta, pero sí como la voz de ellos. La medalla de oro institucional la recibimos hace casi un año, cuando logramos dar un paso fundamental: ser Ministerio. Y llegó otra gran e inolvidable alegría en mi vida, ser el primer Ministro del Deporte".
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