Ricardo Patiño
LA PATRIA | MANIZALES
"El cáncer no es igual a muerte". Esta frase le inyectó fuerzas al corredor manizaleño Mauricio Salazar Sierra. Cada vez que la leía en la clínica en su segundo tratamiento para la enfermedad siguió firme, aferrado a Dios y a su familia. En cada paso sacó su armadura de guerrero.
Mauricio compite en pruebas de carros como el Dakar. Es un luchador, como insiste su hermana Patricia. Lo que se propone lo cumple. No hay tropiezo alguno que lo frene a cumplir sus sueños. Su cuerpo, marcado por el cáncer de testículo que padeció en el 2005 y el sarcoma que se alojó entre la aorta y cerca de la columna en el 2010, no se rinde. A él lo mueve su esposa, Luz Adriana, fiel en los momentos oscuros. Son 22 años de matrimonio. De tenacidad al lado de Laura y Paula, sus hijos.
"Hay mucha gente que muere, pero también que se salva. Mi segundo cáncer fue el mismo que le dio al expresidente de Venezuela Hugo Chávez. Él se murió y yo estoy acá. Esta es una muestra para reiterar que cáncer no es igual a muerte. Esta enfermedad tiene mucho componente emocional, pero se puede salir adelante si se está abrigado de los seres queridos".
A sus 51 años, después de estar 20 por fuera de las carreteras, de los desiertos, de las dunas, volvió al rallismo. Su objetivo es ver sonreír a los niños y familias de la Fundación Alejandra Vélez Mejía, que atiende a 275 pequeños y adolescentes del Eje Cafetero y suroccidente del país con esta patología.
Su mente y la de su compañero de aventura en el equipo MS2 Team Colombia, el piloto Mauricio Salazar Velásquez, está en construirles una sede propia a la Fundación.
Este ingeniero eléctrico correrá por segundo año consecutivo el Rally Dakar 2018, la carrera automovilística más exigente del mundo. Serán 9 mil 500 kilómetros de resistencia, la misma que lo ayudó a superar el cáncer.
"La parte social es inherente. Él se preguntaba que no tenía sentido vibrar solo y por qué la Fundación no tiene una sede. Es de compromisos y su palabra vale oro", dice su hermana Patricia.
Pegado a los carros
Mauricio siempre ha sido navegante (copiloto). Es una figura imprescindible para trazar las rutas y guiar al piloto en una jornada de rally que fácilmente puede durar 20 horas.
Fue campeón nacional en el 90 con Juan Pablo González, excompañero de trabajo. Su pasión por los carros se la debe a Jorge Alberto Echeverry, quien era su jefe en una empresa de ingeniería. "En esa época se acabó el rallismo en el país por seguridad, pero no las ganas de seguir corriendo. El año pasado cumplí el sueño de estar por primera vez en un Rally Dakar, lo máximo para un piloto", recuerda Mauricio.
De niño mostró su afinidad por la velocidad. Su vida siempre ha sido a mil, comenta doña Alba Lucía, su madre. Ella, con camándula en mano, se lo entrega al Señor cada "que le da por correr". No hay quien lo pare porque esta pasión la lleva en la sangre. "Rezo más de la cuenta, pero cómo no lo apoyo. Juraba que no iba a volver a correr, pero mire pues. Me angustio mucho porque Dios le dio tres vidas y él sale para un Dakar en el que hay mucho peligro", insiste doña Alba.
Mauricio tiene claro que esta prueba es de extremos, "uno piensa que se va a reventar". El año pasado quiso tirar la toalla en una etapa, pero su tocayo lo levantó después de hidratarlo en pleno desierto. "Es muy asertivo y cerebral. Lo admiro mucho", admite Salazar Sierra de su compañero. Es una amistad tan fuerte que Velásquez, de 41 años, le dice apá y él, en señal de gratitud, le responde nené. "La gente cree que somos padre e hijo o familiares. Lo quiero mucho por su generosidad y nobleza. Es un amigo de verdad y la gratitud es total. Con él no se pasa hambre, eso lo tenemos claro. Virgen del Carmen si se come con el apá, pero de eso se trata porque van en función de la carrera para que no se convierta en un martirio", pregona Velásquez.
Los mensajes de los pequeños de la Fundación tampoco lo dejan desfallecer. Valeria Rincón, quien está en tratamiento, le dijo que quería ser su acompañante en la carrera. Mauricio guarda su foto en el celular, como señal de aliento.
Sin perder el rumbo
A simple vista el rally y el cáncer poco o nada tienen que ver. Para Mauricio, sin embargo, tienen mucho en común. El Dakar es una competencia compleja, como lo es esta enfermedad. Es de paciencia y de fe en que todo saldrá bien. Es de valentía para afrontar cada tropiezo, como la lesión en dos vértebras que sufrió este año en Perú cuando se preparaba para correr allí. Regresó a la ciudad para internarse en un hospital.
La muerte amenaza a los corredores en cada aceleración. Que lo digan los familiares y amigos del motociclista polaco Michael Hernik, quien falleció hace dos años en la tercera etapa entre San Juan y Chilecito.
"El corazón tiene que latir más al ver las historias de los niños con cáncer. Esto me movió a correr porque había que ponerle una causa al proyecto. Sé lo que es vivir esta enfermedad y ellos son unos verdaderos guerreros", expresa el copiloto.
Así se ven Juan Diego Loaiza y Samuel Ramírez, de la Fundación. Han sido días difíciles en su tratamiento, pero el coraje los sacó adelante. La palabra que más repiten es valentía. "Esta palabra la relaciono con luchar, por no entregarse. Él es fuerte, así como nosotros. Es una buena persona porque arriesga su vida por nosotros, por la Fundación", argumenta Samuel.
Mauricio vive la vida intensamente. Se aferró más a Dios cuando los médicos le diagnosticaron cáncer. Su voluntad y las plegarias de su madre lo convirtieron en un hombre más creyente o en el ángel que esperaba Gloria Cecilia Betancur, directora de la Fundación Alejandra Vélez Mejía. "Es una bendición divina. Los mauricios llegaron caídos del cielo para darles felicidad a los niños y sus familias. Tenemos un sueño de tener nuestra sede y ellos lo harán realidad".
El primer paso ya se dio. La vivienda donde operará la sede se adquirió en diciembre del año pasado en el barrio Faneón de Manizales y siguen los trabajos de adecuación para que preste sus servicios en el 2018. Hoy funciona en el tercer piso del edificio Plaza, en pleno centro de la ciudad.
"Allí los niños tienen que subir después de una radioterapia una cantidad de escaleras; es una situación dramática, o un papá bajando a un niño en sus brazos porque no tiene fuerzas para caminar”, insiste el corredor.
Mauricio tiene como meta deportiva concluir su segundo Dakar, un lujo que pocos se dan por la dificultad del terreno. A finales del mes pasado recorrió 2 mil 18 kilómetros Manizales- Santa Marta- Manizales, en dos días, y esta semana se preparó en el desierto peruano con su compañero.
La camioneta difícilmente se apagará, pues su motor son los corazones de los mauricios y los niños con cáncer que sueñan con una sede propia.
La carrera
* El Rally Dakar 2018 empezará el 6 de enero en Perú y terminará el 20 del mismo mes en Córdoba (Argentina), luego de pasar por Bolivia.
* La competencia atravesará dunas en siete de sus 14 etapas y no pasará por las Líneas de Nazca.
* Será su aniversario número 40 y la décima edición en Sudamérica.
* Mauricio Salazar Velásquez, el piloto, tendrá su tercera participación. Hace dos años compitió con el francés Philippe Kreisberger.
Destacado
Mauricio es el mayor de cuatro hermanos. Lo siguen Santiago, Patricia y Natalia.
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