Osvaldo Hernández
LA PATRIA | Manizales
Una cosa es leerlo en el manual y otra muy diferente vivirlo y tomar decisiones ya. El drama lo vivió la manizaleña Andrea Jaramillo Jaramillo cuando se le cerró el parapente en el Campeonato Mundial que se disputó en el 2016 en Castelo (Espíritu Santo) Brasil.
La caldense estaba en competencia cuando llegó una turbulencia: "Entré en una acción que se denomina el espiral de la muerte. El parapente se me cerró de un lado y empezó a girar rápidamente. Eso obliga a tomar decisiones inmediatas para mantener el control y no tener que recurrir al paracaídas. Lo hice, solo dejé que diera dos giros, gracias a Dios".
Andrea ha visto morir amigos y colegas en este tipo de situaciones. Hay personas que se asustan, pierden el control de todo por el susto y como la caída es tan rápida no hay espacio para la intervención de terceros.
El incidente le pasó a mil metros de altura y cree que en esos 30 segundos pudo haber perdido 500 metros, pero enderezó el parapente ante la mirada de los rivales con los que competía y que se debían de quitar de su camino. El GPS del vuelo le mostró que al comienzo del incidente cayó 10 metros por segundo, después, cuando paró el espiral de la muerte, descendió 1 metro por segundo porque bajaba y subía al ritmo de la corriente y la maniobra del parapente.
"Fue muy charro, lo digo así hoy, porque en medio de ese drama, los demás me mostraban el dedo pulgar, o sea que lo había hecho muy bien. Ellos sí vieron lo que pasó y yo simplemente me dediqué a recuperar el parapente y el vuelo, no dimensioné lo que pudo ocurrir".
Por eso, paró la caída del aparato y volvió a la competencia ante la mirada de quienes le habían hecho un círculo.
Detalles como el que le sucedió en el Mundial de Bulgaria (2013), donde, por falta de experiencia, por no estar acostumbrada a largas distancias, se orinó en los pantalones, pasan a un segundo plano o simplemente quedan como una anécdota. Ese día no usó los pañales que utilizan los experimentados en la materia.
Dejó de volar internacionalmente por una crisis económica personal que tuvo en días pasados. Hoy, con 43 años, Andrea vive en Manizales con una hermana y una sobrina, y les ayuda a decenas de personas a complir el sueños: volar en un paramente. Lo hace en suelo quindiano los fines de semana.
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