Osvaldo Hernández
LA PATRIA | Manizales
El AC Milan de 1989 es considerado como uno de los grandes equipos de la historia. No solo por los resultados que logró, sino también por el fútbol que exhibió. Dominador de la Liga italiana, campeón de la Liga de Campeones y campeón de la Copa Intercontinental. Y el equipo estaba plagado de figuras, los holandeses Frank Rijkaard, Ruud Gullit y Marco Van Basten, más los italianos Franco Baresi, Paolo Maldini, Roberto Donadoni, Carlos Ancelotti y Daniele Massaro.
Ante ese equipo, en 1989, jugó el Atlético Nacional la Intercontinental. Tras 120 minutos de juego ganaron los italianos 1-0.
Y allí nace la historia que vivió antes, durante y después Francisco Maturana y sus dirigidos.
"Ese partido lo preparamos de la mejor manera. En el modelo de juego siempre íbamos de la mano para el crecimiento personal. Por eso, con el paso de los días, adoptamos recomendaciones, códigos y principios.
Los días previos les moldee el rival, colectiva e individualmente. Les hablé del Milán, del equipo que nos íbamos a encontrar. De lo que éramos nosotros, lo que teníamos que demostrar y la responsabilidad con el fútbol de América.
Les empecé a familiarizar cada uno de los jugadores rivales. Les mostrábamos quiénes eran en lo deportivo, pero también su parte personal. Qué tenían, cuáles eran sus características, cómo vivían en la calle, cuáles eran sus hobbies y sus hogares.
Les mostramos la categoría de cada uno, su trayectoria y al final muchos de los nuestros los vieron como ejemplos.
Bueno, fuimos al partido, ya todos saben lo que pasó en el juego (el resultado), volvimos al hotel y algunos de los muchachos me pidieron permiso para salir a conocer y a disfrutar, algo que no había pasado antes. Los autorice, pero les dije que lo hicieran bajo los principios que habíamos adoptado en todo el proceso. Que fueran a un buen sitio, que se encontraran con gente de bien y que por ningún motivo fueran a otro sitio, de joda, porque finalmente perdían estatus.
Algunos nos quedamos en la habitación de Andrés Escobar. Con Bolillo (Hernán Darío Gómez) estuvimos conversando mucho rato y hasta nos tomamos unos whiskys mientras veíamos cómo se recuperaba. No olvidemos que jugó infiltrado, el tratamiento le duró 2 horas y media y como el partido se alargó, jugó con mucho dolor. Por eso el balde con hielo en la habitación.
Pasó el tiempo y empezaron a llegar los jugadores de la calle. Como el grupo era muy unidos, todos fueron hasta la habitación de Andrés. Cuando me vieron, sentí que se mosquearon, se secreteaban y se reían. Les dije que los conocía y que no me habían hecho caso, que seguro se habían ido de joda. Les recalqué con incomodidad que entonces para qué eran los consejos. Y más se reían, entonces más rabia me dio y les pregunté que de qué se reían. Y me dijeron "Pacho es que allá donde estábamos también estaban Maldini, Van Basten, Tassotti y Donadoni, a todos los que usted nos mostró como ejemplos".
Ese día entendía que el fútbol en algún momento es igual en todas partes, no solamente en el campo, sino fuera de él. Es una especie única y, a partir de ahí, los temas culturales los definen, pero básicamente son más cosas en común que las cosas que los separen".
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