Partido contra Uruguay en la cárcel La Blanca
Así vieron el partido de Colombia contra Uruguay los presos de la cárcel de varones. Fotos de Alejandro Cuesta.
Ricardo Patiño
LA PATRIA | MANIZALES
Un círculo de 10 personas adorna el patio 5A de la cárcel de varones La Blanca, de Manizales. El Himno Nacional se escucha junto con abundantes plegarias. Óscar Guillermo Sánchez, orador del pabellón, mantiene los ojos cerrados, pero un ruido ensordecedor al iniciar el partido lo hace reaccionar. Ya le imploró a la Divina Misericordia, como todos los días, que lo saque de este encierro. Ajusta cuatro años.
Pero hay Mundial, juega Colombia y el partido hay que vivirlo, algo que las rejas no impiden. El duelo empezó. Unos se echan la bendición. Otros, como Teresa Mendoza -nombre artístico- siguen agitando sus manos en una partida de parqués. El travestí, con ojos delineados casi hasta las cejas, ni se inmuta.
Pero la mayoría de internos se dispersa y se ubica en su puesto, que en la cárcel parece estar escriturado. Nadie se atreve a invadir los espacios para no ganarse un enemigo. Wilson Trejos, un mono descamisado y con la camándula hasta la pretina del jean, pagó $100 mil hace un año, cuando llegó, para reservarlo.
Corren los minutos. El “¡hp, hp, hp!” parece un rosario. Juan Guillermo Cuadrado y las genialidades de James Rodríguez los estremecen. Se mueven como títeres de lado a lado.
José Lucio Moma, de piel arrugada como una pasa, les lava los platos a 10 compañeros mientras mira de reojo el televisor plasma de 32 pulgadas que está colgado en la pared, enseguida de la puerta que los lleva a las celdas. Al infierno, para muchos. Cada ocho días le pagan con paquetes de cigarrillos.
El patio 5A tiene 204 presos, de los 1.111 que tiene La Blanca. Este, en su mayoría, lo habitan “violos”, como perifonean los guardianes. A Héctor lo acusan de esto. Hace 15 días llegó, pero confía en salir pronto. Ayer sacó de su pantaloneta una carta en la que su hijastro le pedía perdón por su falso testimonio. Se le encharcaron sus ojos.
El golazo de James Rodríguez los hizo parar. Se abrazaron. Algunas enemistades quedaron atrás. La amargura desapareció para algunos.
Termina el primer tiempo y el patio parece lleno de hormigas. Todos cogen sus pertenencias, mientras el dragoneante Téllez les ordena: “Señores, para arriba”.
Se abre la puerta. Todos suben a las celdas. Son las 4:00 p.m. Solo se quedan los del aseo, como José William Ramírez, quien por limpiar el pabellón ha rebajado nueve meses de su pena.
Diego Germán Pineda, hincha del Once, y Hámilton Andrés Vélez, del Nacional, duermen en la celda 45. Son rivales por los equipos, pero parecen parceros. No despegan la mirada del TV de 14 pulgadas que, como la mayoría, tiene parabólica. El espacio, con baño para cuatro, parece un almacén de artesanías por los artículos que cuelgan hasta del techo. Sobresale el escudo del Nacional en la pared.
Teresa, el travestí, baja de su celda. Se pega de la reja. Se contonea. Explotó en piropos cuando James hizo el segundo. “Es un bebesote, lo más bello de la Selección”, exclama a medida que resalta su compañerismo cuando pagó servicio en el Ejército. Ella, de 28 años, se despide y sonríe porque está a punto de salir, después de caer en la banda La Cordillera por concierto para delinquir. Viajará a Bogotá a poner una peluquería, lo que ella denomina su swing.
Se ganó 16 gaseosas
Abren el patio 5B, donde hay sacerdotes, militares y exfuncionarios públicos. Son 37. Todos sentados. Solo dos se paran y se fuman un par de cigarrillos. “¡No dejen levantar esa bola, hombre!”. “¿Ahí está Ramos o Bacca?”. “¡Qué chino para jugar!”, exclaman algunos mientras pasan los minutos.
Nelson Cárdenas está en primera fila. Es el todero del patio. Organiza campeonatos de voleibol y microfútbol. También, bingos, y no puede faltar la polla en la que participan 19. El ganador se lleva $95mil. Ayer, por ejemplo, don Ramón se ganó 16 gaseosas por acertar el resultado.
Pocos parpadean. Unos se dedican a tocarles la cabeza a otros. Todo es fiesta. Un balde con un envase de gaseosa sirve de tambor. El bullicio los anima, los hace olvidar de que están tras las rejas, como insistió Carlos Alberto Martínez, representante de derechos humanos del patio 5A. Al fin y al cabo son colombianos.
Tres minutos de adición. “Esto se acabó, papitos”, dice uno. “¡Qué felicidad!”, responde otro. Pita el holandés Bjorn Kuipers y todos suben sus brazos. Sonríen, como los 47 millones de colombianos, así vuelvan a la realidad. El sentimiento lo resume Nagib Hoyos: “Esto no se puede explicar. Es como compenetrarnos con la felicidad que sienten todos. Esto nos ha hecho olvidar, por momentos, que estamos encerrados”.
El dato
Los internos tuvieron ayer un día de regalos. Además de la victoria de la Selección recibieron la visita de familiares (solo hombres), quienes salieron antes del partido.
Así vieron el partido de Colombia contra Uruguay los presos de la cárcel de varones. Fotos de Alejandro Cuesta.
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