PAPEL SALMÓN | LA PATRIA
Luis Javier Caicedo* Papel Salmón
Amigos:
Han muerto por estos días en Riosucio grandes personajes, cada uno en su dimensión: Don Gustavo Bañol y su hijo Edwin, padre y hermano del gobernador del Resguardo Indígena de San Lorenzo, asesinados en confusas circunstancias; los quince mineros ahogados en los socavones verticales de la orilla del río Cauca, y ahora Otto Morales Benítez, quien, como diría mi mamá, murió de turno, por lo que el sentimiento ante su muerte es más bien de alegría por haber hecho parte del tiempo de don Otto, y porque la vida me concedió el privilegio de tratarlo en persona.
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Conocí a don Otto en Bogotá mucho antes de conocer Riosucio. Él hacía parte de la junta directiva de la Fundación Santander, creada para el Bicentenario del prócer de la independencia, donde yo trabajé entre 1989 y 1991. En este año me vinculé al programa jurídico de la Organización Nacional Indígena de Colombia y entonces fue cuestión de tiempo llegar a Riosucio. Cuando se dio la ocasión, ya en 2002, visité al ilustre riosuceño en su oficina del edificio Colpatria, quien me recomendó ante don Conrado Alzate, don Felipe Pinzón (me dijo que lo encontraría en la Calle de las Carnicerías), el ex alcalde don Guillermo Sánchez, y a la ex rectora de la Escuela Olimpo Morales.
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No se trata de que don Otto haya dejado de cruzar esta o aquella calle de Riosucio o que no haya arreglado unos metros del siempre obsoleto alcantarillado del pueblo. Hizo mucho más que eso: con los jóvenes de su generación construyó a Riosucio a imagen y semejanza de la República y con sus 132 libros, su vida pública y su pertenencia a tres Academias le dio a su tierra natal un lugar de preeminencia en el mapa de Colombia y del mundo. Además, desde la distancia fue mecenas tanto del Carnaval como del Encuentro de La Palabra.
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Entre los cabildos indígenas de Riosucio el nombre de Otto Morales Benítez está indisolublemente ligado a la época aciaga en que la dirigencia caldense se propuso acabar con las tierras colectivas de resguardo. Así como Jorge Gärtner de la Cuesta, desde el Ministerio de la Economía Nacional, dictó en 1939 el decreto para dividir el Resguardo de San Lorenzo, Otto Morales, siendo representante a la Cámara, presentó el proyecto de ley para disolver el Resguardo de Guática, que se convirtió en la Ley 55 de 1948. Ni las memorias del primero ni las biografías del segundo incluyen este capítulo.
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Pero las sociedades y las personas no permanecen estáticas, y es lo que a veces no se tiene en cuenta. Con el Frente Nacional el Estado empezó a cambiar su política respecto de los indígenas. La Ley 81 de 1958 dio un giro de 180° al poner término a la disolución que venía practicándose de los resguardos indígenas coloniales y dictar medidas para el fomento agropecuario de las comunidades. Posteriormente la Ley 135 de 1961, sobre Reforma Agraria, le dio facultades al INCORA para crear nuevos resguardos en el país, habiéndole correspondido a Otto Morales Benítez, entonces ministro de Agricultura, defender el proyecto de ley ante el Senado, donde expresó:
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“Queda el INCORA con otra facultad: a solicitud de la División de Asuntos Indígenas del Ministerio de Gobierno, podrá constituir resguardos de tierra en beneficio de grupos o tribus que no los posean. Esta disposición facilita otra actitud: estudiar zonas donde se han producido desplazamientos de indígenas, analizar cómo fueron despojados en otras ocasiones. Es devolver el espíritu comunitario, a gentes que así se enseñaron a vivir, cuyo medio natural de existencia y sistema de agrupación para la producción económica, son precisamente esos” (Historia de las Leyes, Legislatura de 1961, Ref. Agraria, Imprenta Nacional, 1966, págs. 558 y ss., en: Fuero Indígena Colombiano, Presidencia de la República, 1990, pág.131).
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Se necesita mucha entereza de carácter para, después de haber militado en las filas del liberalismo económico que preconizaba la extinción de los resguardos indígenas, reconocer que había gentes que tenían derecho a vivir bajo sistemas comunitarios de tenencia de la tierra. Es este Otto Morales el que va a sobrevivir a su muerte.
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No sobra decir que con las atribuciones que le dio la Ley 135 de 1961 al INCORA (hoy INCODER) se han constituido más de 700 Resguardos Indígenas en el país, y entre ellos se volvió a dar vida jurídica a los Resguardos de San Lorenzo (2000) y Escopetera Pirza (2003) en Riosucio.
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De cara a su tumba, creo que don Otto reencarnará en un fuerte roble de la Tierra Fría, en la parte alta de Riosucio, inmune a los rayos de la maledicencia; o tal vez en un robusto samán sembrado en la Calle del Comercio, que extienda sus ramas desde el río Arroyohondo hasta el río Cauca; o posiblemente en un florido y alegre guayacán amarillo de la plaza de abajo.
*Asesor de comunidades indígenas
Editor de www.albicentenario.com
En la foto aparecen en el mismo plano el pueblo de Riosucio, arriba, y el río Riosucio, abajo, rodeando el Cerro de Aguacatal, alcanzándose a ver el puente del mismo nombre.
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