FELIPE MOTOA FRANCO
Salomé Montoya tiene ganas de ir al baño, pero lo piensa dos veces antes de levantarse del pupitre. El sanitario es junto al salón y después tiene que pasar entre los compañeros, salir al lavadero, recoger agua, desandar el camino y descargar el líquido para vaciar.
-Profesora María, ¿puedo ir al baño?
-Vaya-, autoriza la profe. -Y cuidado se le cae el balde.
La sede Camacho de la Institución Educativa Obispo tiene las características de una escuela recóndita, de esas ubicadas a horas de camino entre las montañas. Pero basta con tomar un campero en las afueras de Supía y en 20 minutos se llega al sitio, en la vereda La Quiebra.
El problema comenzó en el 2008 cuando un deslizamiento obligó a evacuar la sede vieja del Camacho, 400 metros más arriba de la casa donde hoy están ubicados los niños. El patio, una caseta y un aula están en la corona del derrumbe, que según un documento emitido el 24 de octubre del 2014 por Corpocaldas, tiene "Alta probabilidad de reactivación, teniendo en cuenta que a la fecha no se ha realizado ninguna obra de estabilidad para mitigar la problemática".
Es decir, se cayó un pedazo de barranco, evacuaron la infraestructura y la abandonaron por los últimos seis años. Por eso hoy luce como un grano en medio de flacas matas de caña. Tierra, vidrios rotos y el acecho del monte que muerde paredes y baños es lo que se encuentra. Ni hablar del empantanado acceso, que forra en lodo los zapatos.
Precario
Cuando se dice que Salomé debe caminar sobre los otros pequeños no es una figura literaria. Es que los 24 niños, de transición a quinto, ven clases reunidos en la sala de una vieja casa-finca que a alguien se le ocurrió usar como escuela. Vieja porque sus paredes agrietadas y rejas sin ventanas amenazan con venirse abajo. Finca porque toda clase de bichos comparten espacio con los educandos.
María Consuelo Gutiérrez, encargada y única profe, hace maromas para no confundir a los pequeños mientras dicta ciencias naturales desde transición hasta quinto. Matemáticas al mismo tiempo desde transición hasta quinto. Español desde primero hasta quinto, y así con todas las materias, en un espacio tan estrecho que dos juegos de comedor apenas dejarían lugar para caminar entre ambos.
¿Qué tanto aprenden los niños? Ni idea, pero en lo que sí es enfática María Consuelo es que "aún así el Estado me pide calidad en la educación. Es que así no se puede". Mientras explica la situación un zumbido que sobrevive a los manotazos zzzzzzzzz, zzzzzzzz, zzzzzzz da cuenta de una abeja. El panal en un resquicio del techo.
Golpes
Un solar, con huecos y pedazos de ladrillo anclados a la tierra, es dizque el patio de recreo. Tan adecuado es que en abril del 2014 la misma Salomé, que hace un rato tuvo que cargar agua, se deslizó en el barro mientras jugaba y al caer la recibió una piedra. Golpe en la sien. Directo al hospital con vomito, mareo y dolor. Tres días de incapacidad y la reactivación del malestar en los padres de familia.
"A uno le da un poquito de miedo que de pronto se caiga esta casa, porque no es una escuela. Solo mire las paredes", señala Nirven Farid Bonilla, del grado quinto, minutos antes de que la docente ponga una mano sobre el muro del corredor y un ladrillo se desprenda: "Es que no es cuento. ¿Hasta cuando van a tener así a estos muchachitos?".
Quietos
En Supía no hay Secretaría de Educación sino director de Núcleo y asistente administrativa. En octubre del año pasado los padres decidieron no enviar a los niños durante cuatro días, como forma de presión. En una reunión les ofrecieron trasladar a los menores para la sede Alto Obispo, diez minutos más abajo de la Camacho, si se va en campero. Pero los acudientes rechazan la opción, pues no quieren que el sector se quede sin escuela.
"No es responsabilidad de la Alcaldía hacer escuelas", precisaron en Supía. Al comprobar documentos, se ve que apenas el 11 de noviembre del año pasado se envió a la Gobernación de Caldas una carta firmada por la alcaldesa María Cristina Jaramillo y miembros de la Junta Municipal de Educación para solicitar ayuda.
"No se cuenta con recursos en la actualidad para adelantar construcciones nuevas", fue la respuesta de la secretaria de Educación, María Aracelly López, el 25 de noviembre anterior. Y recomendó diseñar un proyecto de una nueva sede o mejoramiento de la actual, para lo cual ese despacho "acompañará a la institución y al municipio en la presentación y priorización del proyecto ante el Ministerio de Educación".
A la fecha no hay proyecto ni acompañamiento. Entre tanto, se paga un arriendo anual de $2 millones 870 mil por la casa ruinosa, a cuyo dueño, según indica la Administración de Supía, se le pidieron documentos para comprarle el terreno e intentar resolver, toda vez que no se puede mejorar una edificación de un privado.
Lo grave del asunto es que el documento técnico emitido por Corpocaldas en el 2014 advierte: "Aunque se decida reubicar la escuela (vieja sede) este proceso (derrumbe) requiere de un tratamiento, dado que representa amenaza para la vía carreteable en la parte baja".
Sucio
Al tiempo que los niños y la profesora ilustran cómo es intentar estudiar en la sede Camacho, de la cual se tienen que salir cuando arrecia el calor, un murciélago pasa a desbandada por la cabeza de algunos. "El nido de murciélagos está ahí encima, en ese hueco del techo".
Un techo por el cual se entra con facilidad, que permitió el robo de utensilios del restaurante escolar y obligó a encerrar la nevera en una pieza de dos metros de ancho por igual medida de largo. Se supone que es el espacio de la sala de sistemas, que no se puede instalar porque se la llevan los amigos de lo ajeno.
Antes de acabar la visita, queda tiempo para revisar la cocina, donde se prepara el hasta hoy inexistente almuerzo escolar del 2015. Un poyo, trastos y el habitual lavaplatos, del que para mayor ilustración del visitante, se abre la llave, y oh sorpresa, no sale agua sino un chorro de pantano, del mismo color de la mi@%& que tienen comiendo a estos niños.
Mal
Yisel Carolina Gañán, grado 5°
Me da miedo porque esto aquí se enlaguna cuando llueve y nos puede caer encima un pedazo.
Yisel Cristina Gaviria, grado 3°
Sería bueno que el patio fuera más grande, para poder jugar bien. Estamos muy estrechos, apeñuscados, y hace mucho calor.
Salomé Montoya, grado 4°
Me gustaría que el colegio fuera más grande para poder jugar.
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