Jorge Enrique Pava


Mis afectos políticos han estado claramente dentro del uribismo. La recuperación del país en manos del presidente Álvaro Uribe Vélez fue indiscutible, como lo fueron la renovación de la esperanza y la visión de una Colombia posible. Pasamos de estar acorralados, cercados, amedrentados y temerosos por el dominio de las Farc, a un estado de pasión por lo nuestro y de gran optimismo al ver como el terrorismo iba perdiendo espacio y se veía diezmado, reducido y acobardado.
Hoy, lastimosamente, las cosas han cambiado. Las Farc recuperan terreno; dominan, determinan, legislan, cogobiernan; las Farc infiltraron nuestro sistema judicial y se muestran triunfadores en muchas batallas en contra de sus enemigos que no son otros que ciudadanos de bien, catalogados de derechistas, o los miembros de la Fuerza Pública que sobreviven a la guerra en el campo y son castigados entonces por fallos judiciales orquestados desde las trincheras farianas. De ahí que necesitemos volver por las sendas del orden institucional y retomar el terreno que catastróficamente se le ha cedido nuevamente al terrorismo. Y no me cabe duda de que tenemos la oportunidad de recuperar ese espacio con Uribe activo y empoderado en la arena política.
Pero como caldense mi visión tiene que ser otra. Nuestro departamento ha sido uno de los más golpeados por las luchas de poder; por el marcado egoísmo de los seudolíderes que prefieren un fracaso colectivo al triunfo de sus contendores; por esa cegata visión de unos pocos que se autoproclaman promotores de grandeza, cuando son los verdaderos causantes de nuestro estancamiento y de nuestra pobreza. Y hoy nos encontramos en un estado de postración inmenso que requiere de cuidados extremos y de caldenses comprometidos a quienes podamos acudir directamente y exigirles trabajo y lucha por la región.
Ya hemos entregado nuestras riquezas empresariales; en manos de aquellos que posan de cívicos, honestos, cristalinos e inmaculados estaban nuestras grandes empresas cuando se resbalaron hacia otros dueños, a través de negocios millonarios cuyos réditos para Caldas fueron ridículos; hemos cedido el poder económico, comercial, industrial, turístico, bancario; hemos renunciado al liderazgo nacional para convertirnos en parias; lo hemos entregado casi todo y nos hemos quedado con la pusilanimidad, la envidia, el egoísmo y las luchas intestinas que nos destruyen y carcomen. ¿Y vamos ahora a entregar también el poder político?
Caldas se ha caracterizado en el entorno nacional por tener un alto número de representantes en el Congreso de la República lo que, en proporción al tamaño y número de habitantes, le ha dado fortaleza a su voz política y lo ha mantenido vigente en los órganos de poder. Y hoy no podemos darnos el lujo de ceder esa representación; sería el inicio de la desaparición definitiva de nuestro departamento y la debacle total para una región que tiene grandes riquezas, pero administradas por los peores enemigos.
Por eso esta encrucijada del alma, como diría el propio expresidente Uribe. Porque mis deseos son contribuir a que la lista de Uribe al senado obtenga el mayor número de curules; pero mi convicción es de que no podemos perder el espacio de representación caldense dentro de esa célula legislativa. Mis deseos son los de fortalecer un grupo inmenso que le haga frente al terrorismo y frene los desmanes y las concesiones vergonzosas de este Gobierno, pero mi convicción como caldense es la de que necesitamos a quien acudir personalmente, necesitamos dolientes, necesitamos representación directa y efectiva. Mis deseos son los de que este país retome su rumbo institucional, pero mis convicciones son las de que Caldas, como departamento lleno de riqueza, no puede claudicar a tener los voceros con el poder suficiente para pedir, reclamar, exigir, tramitar y traer los recursos nacionales que nos permitan salir de esta crisis por la que atravesamos.
De allí que esté convencido de que en esta ocasión los caldenses tenemos que votar por caldenses. De allí que, aún reconociendo la necesidad de empoderar a Álvaro Uribe Vélez con una lista fuerte al Senado de la República, me aleje de esas aspiraciones y mis ojos se fijen en las opciones caldenses reales para que accedan a la Cámara Alta. Tenemos que proporcionar las condiciones para elegir senadores con quienes dialogar, a quienes acudir para nuestro desarrollo, a quienes poder llamar para que sirvan de intermediarios ante el Gobierno Nacional; o, en el peor de los casos, a quienes reclamar directamente por su falta de gestión. ¿Podríamos hacer esto con senadores de otras regiones cuyo compromiso sería nulo?
Muy seguramente (y Dios así lo quiera) la lista al senado que encabeza Álvaro Uribe Vélez obtendrá un respaldo nacional sin precedentes y allí llegará también mi amigo Carlos Felipe Mejía, caldense como ninguno. Pero no podemos quedarnos con un solo senador; hay candidatos caldenses que requieren del voto caldense para poder llegar al Congreso, y nosotros no podemos darnos el lujo de desperdiciarlos ni despreciarlos. Necesitamos que Caldas tenga una fuerte representación en el Senado para ejercer la debida presión que nos permita, por fin, sacar adelante tanto proyecto truncado en manos de los falsos líderes. Y por su corta trayectoria pero efectivas realizaciones como congresista, y por la altísima influencia que ha logrado ante el Gobierno Nacional y todo lo que ello pueda representarnos en el futuro inmediato, mi voto para el Senado será por Adriana Franco Castaño. ¡Sí! La misma que apoyó en su momento a César Gómez Estrada en su legítima aspiración al Congreso; y la misma que le entregó su confianza e hizo posible que Francisco Prieto Uribe pudiera ejercer su encargo como Gobernador de Caldas en el período transicional pasado. La misma mujer que se ha ganado a pulso su reconocimiento nacional en un solo período como congresista.
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