Orlando Cadavid


Ofrecemos la segunda y última entrega del catálogo de preocupaciones de los tres manizaleños que tomaron contacto en Medellín con el autor de esta columna aprovechando el último puente festivo del año.
En la tertulia hubo una serie de críticas constructivas que tocan a diversos sectores de la sociedad que ojalá no caigan en el vacío.
Antes de entrar en otros terrenos, nos sorprendió esta muestra de falta de autoestima académica que nos trajeron los paseantes: la Alcaldía de Manizales invita a un concurso de méritos para escoger curador urbano y la prueba y evaluación la hace una universidad de Pereira. ¿Y las nuestras, qué?
Afloraron en el conversatorio los reparos a Manizales porque es una ciudad que se da el lujo de llamar, a través de los gremios, a que se defienda el comercio local, pero su centro comercial más grande -el de Los Fundadores- rifa vehículos obtenidos de concesionarios ubicados en otra ciudad del país, circunstancia que no ofrece coherencia.
La tripleta se pregunta: ¿Con qué cara, los almacenes ubicados allí, pueden pedir a sus clientes que dejen en Manizales los dineros, ahora, en la época de Navidad, cuando ellos no lo hacen?
Del comercio, los ciudadanos preocupados pasaron al problema de la movilidad: Ahora, una ciudad que por su topografía tiene bastantes dificultades para la construcción de vías que permitan agilidad en el tráfico automotor, aparece construyendo bulevares, que de acuerdo con la experiencia anterior terminan en poder de cualquiera menos de los peatones para los cuales supuestamente están construidas, además que aminorará la posibilidad de trasladarse de occidente a oriente en un tiempo prudente.
Dice la Secretaría de Tránsito que la velocidad de desplazamiento de vehículos viene rebajando, causando traumatismos por los "trancones" que se presentan, pero si se mira bien, más que el número de vehículos es la indisciplina de conductores y peatones las que causan las desesperantes congestiones.
Para este nudo gordiano, los contertulios ponen sobre el tapete esta solución: Ahora si son muchos los vehículos y la administración va a tomar cartas en el asunto, debe hacerlo de raíz, y renunciar entonces a matricular vehículos y con ello al impuesto que se paga por ellos, así como también debería renunciarse al impuesto predial que se cobra a los parqueaderos, que no pueden utilizar sus propietarios por no poder movilizar sus automotores; igualmente debería prohibirse abrir y cerrar los actuales concesionarios de vehículos, pues mal puede tenerse la incoherencia de facilitar esas actividades comerciales y acto seguido prohibir el uso de los artículos en este caso vehículos que dichos establecimientos venden.
Conclusiones: Una ciudad en la que acontece todo esto reclama dirigencia, liderazgo, planeación, rumbo, muñeca. Ya es hora de retomar rumbos y sobre una historia llena de logros, éxitos y retos superados, volver a la conquista de ellos, para dar una calidad de vida óptima a unos habitantes que la reclaman.
A propósito de la primera entrega de estas críticas constructivas, nos escribió don Efraim Osorio López:
"Don Orlando: Hace unos veinte años estuve en Los Ángeles: ¡Qué ciudad! ¡Qué enormidad de ciudad! ¡Qué carreteras! ¡Qué edificios! ¿Y la gente? Por ninguna parte. Todos encerrados. ¿Para moverse? ¡El carro! Encerrados. Y hace por ahí un año pasé por Bogotá. ¡Invivible! Y añoré la Bogotá de hace sesenta años. Y siento también añoranza cuando veo las fotografías del Manizales de hace más de medio siglo. ¿Se acuerda del barrio Versalles? ¡Y ver en lo que se convirtió! ¿Se acuerda de El Carretero? ¿Y de la Veintitrés? Hoy, en todas las casas, que no hogares, hay 3 o 4 televisores; seis, siete u ocho celulares, no sé cuántas tabletas, de tal manera que pueden los miembros de esas dizque familias estar juntos, pero cada uno está en su mundo, comunicándose con otros miembros de la familia ausentes ‘hablando’ pendejadas. Y en cada casa tiene que haber un carro, aunque la nevera esté vacía. Hoy en día no hay un solo muchacho que sepa leer".
La apostilla: Y concluye nuestro filólogo de cabecera: "Entonces, don Orlando, me pregunto: ¿Es esto progreso? ¡Que me lo envuelvan! Si mal no recuerdo, en la película "Odisea del espacio", el hombre hace una computadora tan poderosa, que al final destruye a su creador. Y para allá vamos... Y esto lo escribí en una computadora... ¡maravillosa!".
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