Mario César Otálvaro


Mario Cesar Otálvaro
LA PATRIA | MANIZALES
Ojalá que el Once Caldas clasifique por el bienestar económico de la institución, su futuro, su historia, y la satisfacción de la hinchada, pero que los directivos no se vayan a tragar el anzuelo de que las cosas se están haciendo bien porque es una mentira.
Es más, con los 19 puntos actuales hasta imperdonable sería no llegar, pues se trata de hacer 7 u 8 de 15 que restan, lo que supone el 50%, normal en éstas instancias, aunque la ubicación sobrevalora una campaña que está por niveles muy inferiores.
Hay 6 partidos aplazados y cualquier cantidad de combinaciones que afectarán la posición del Once Caldas; y de los que están pendientes, Pasto, Patriotas, Equidad e Itagüí amenazan de tal forma que cuando el campeonato se ponga al día hasta lo podrían sobrepasar.
Por eso que no se llamen a engaños, los hechos son contundentes, y uno de ellos es que los triunfos fueron contra rivales en crisis, sin un alto contenido futbolístico, y que pese a los números que son aceptables, no hay una base de equipo que los soporte.
Hasta curioso resulta escuchar al Sachi después de cada triunfo argumentando esos éxitos parciales en cuestiones tácticas, las que valdría que explicara porque no se notan, y la verdad es que obedecen más a deficiencias del contrario que a virtudes propias.
Basta con mirar al pobre Huila que vino al Palogrande, digno de un torneo de tercera y que por algo está tratando de evitar el descenso, al Chicó prácticamente eliminado que se le ganó en Tunja, o al Tolima también colgado que se le goleó comenzando el certamen.
Y al Medellín y a Envigado en días aciagos, lo que no obsta para reconocerlos, dándole gusto a quienes dicen que lo importante es ganar y sumar, pero que en este caso tapa una realidad irrefutable que, de conservarse, seguirá socavando los cimientos del club.
Igualmente cabría preguntarse por qué no se ha podido frente a los grandes como Cali, Junior o Millonarios, o porqué todos los juegos del Once Caldas son bodrios, o sí realmente el proyecto deportivo está encausado hacia una meta específica.
Creo que no, el técnico juega a mantener el puesto, cada jornada es una final para Él, y sobre ese principio no puede haber construcción de equipo, ni garantía de realizaciones, porque esa constante zozobra desestabiliza la idea de crecer.
Se vienen ahora dos confrontaciones claves, la de ésta tarde contra Santa fe, que casualmente llega urgido porque de los últimos 5 partidos empató 4 y perdió 1, y ante el Nacional de Osorio que alcanzó un largo invicto con cifras realmente impresionantes.
Total, se puede, pero surgen los interrogantes de cómo y con qué, porque los antecedentes muestran un plantel con poco fútbol, carente de individualidades, y lo más preocupante y triste, sin un esquema definido del que se pueda pegar para soñar e ilusionarse.
Ya sucedió en el primer semestre cuando después de un arranque medianamente bueno se fue en picada, salvándose por esos ahorros para realizar una semifinal lamentable sin jerarquía ni cifras, y eso que había un plantel superior, con discreta orientación.
Pero hay que hacer fuerza por la clasificación porque ese fantasma del descenso es la peor herencia que le puede quedar, y porque en la parte financiera representará ingresos adicionales tan necesarios como útiles para tocar la fibra del patrocinador.
De allí a que las cosas deban sostenerse hay un paso gigantesco, e independiente del resultado final, la poca credibilidad, un discutible liderazgo, las confrontaciones internas, el mal ojo, y el limitado trabajo táctico, invitan a un cambio de timonel, y de políticas.
Un buen equipo de fútbol arrastra unas finanzas sanas, y estas se alivian con buenos jugadores que son quienes hacen poderosos los clubes, y aquí hay demasiada historia, e interesante respaldo empresarial para intentar un modelo con caras e ideas nuevas, extirpando el cáncer.
Hasta la próxima…
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