José Jaramillo


"Cuesta abajo en su rodada", el parlamento colombiano no va a mejorar en las próximas elecciones de marzo de 2014, porque lo que se vislumbra es más de lo mismo. La mayoría de los congresistas va a reelegirse; y los que por una u otra razón no pueden hacerlo pondrán en su reemplazo a parientes cercanos que los representen, para seguir ellos mandando entre bastidores. Y como si no hubiera más de quien echar mano para integrar las listas, los jefes de los partidos han tenido que doblegarse a la voluntad de los asambleístas más caracterizados del clientelismo, para reencauchar políticos que ya cumplieron su ciclo en la burocracia, después de un largo recorrido por todos los cargos, con el argumento de que sus figuras son muy representativas o de que merecen coronar su vida pública en un escaño del Congreso Nacional. Y a los jóvenes que aspiran, o que tienen mando en los directorios, les dé culillo oponerse, así tengan que armar una disidencia, porque les falta el perrenque que en su momento tuvieron Gaitán y Galán, en el liberalismo, o Alzate Avendaño en el conservatismo, que no se sometieron a la "disciplina para perros", que imponían los jerarcas que se consideraban dueños de los partidos. Eso, cuando funcionaba el bipartidismo. Ahora el caso es peor con la proliferación de movimientos que no tienen más ideología que el apetito burocrático, el acceso a la "mermelada" de puestos y contratos y la opción de influir en el manejo de presupuestos municipales, departamentales y de organismos administrativos, para sacar tajadas a su favor. El argumento de servir a las comunidades es carreta y las consignas de trabajar por tal o cual grupo social o económico son una falacia, que desafortunadamente muchos sectores sociales o económicos se tragan. Así como se creen el discurso de que la paz va a conseguirse echando bala y no por medio del diálogo civilizado.
Con el pretexto de abrirle espacios a la democracia, facilitando el acceso a los cuerpos colegiados de cualquier colombiano, con la sola presentación de la cédula de ciudadanía, y el aval de un movimiento político reconocido por el Estado, en la Constitución del 91 se eliminaron las condiciones mínimas de formación académica y experiencia laboral que antes se requerían para ser representante o senador, diputado o edil, lo que ha facilitado que en el Congreso, y en asambleas y concejos, haya boxeadores, futbolistas, levantadores de pesas, cantantes, locutores deportivos, cuentachistes, lustrabotas y analfabetas, a quienes los parlamentarios avisados y cancheros manipulan a su amaño. Esos excesos de la democracia son una vergüenza y facilitan que se legisle a favor de los corruptos, de los depredadores de los recursos naturales y de los grupos económicos, interesados en sus balances financieros, más que en el bienestar de la sociedad. Véase el caso de la salud, por ejemplo.
Y decirle a la gente que elija a conciencia a los candidatos más idóneos y pulcros, es como ladrarle a la luna.
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