Cristóbal Trujillo Ramírez


Ya en varias ocasiones nos hemos referido a la pertinencia de la educación en Colombia; recordemos que el término pertinencia hace alusión al verdadero sentido que tiene el ir a la escuela, estudiar, ¿para qué?; se dice que un sistema educativo es pertinente cuando da respuesta efectiva a las necesidades, expectativas y aptitudes de los estudiantes. En este sentido, sostenemos la hipótesis de que Colombia tiene deficiencias estructurales en su sistema educativo: asisten a los colegios pedagógicos gran cantidad de chicos que no desean ser maestros; de los colegios técnicos egresan jóvenes sin vocación profesional afín; de bachilleratos académicos salen jóvenes que aspiran a estudiar licenciaturas en educación; tenemos en educación superior una deserción mayor al 50%, y una de sus principales causas es la desorientación profesional; hemos incluido en el aula regular una buena cantidad de estudiantes con necesidades educativas diversas con un alto nivel de desatención terapéutica, situación a la cual ya nos hemos referido en ocasiones anteriores; como si todo esto fuera poco, tenemos en el país aproximadamente 250 mil jóvenes considerados talentos excepcionales, con los cuales no sabemos qué hacer; la excepcionalidad en Colombia se nos ha convertido en un drama, las familias no saben dónde acudir para su educación, la escuela no sabe qué hacer con ellos y el sistema no tiene instituciones preparadas para formar en dichos casos; quién creyera, tener talento en Colombia es un problema, parece que el sistema educativo y la escuela regular están solo diseñados para atender estudiantes en condiciones de homogeneidad, con parámetros muy convencionales en rendimiento académico.
Tenemos que inquietarnos por el sentido de una escuela, en tantos aspectos obsoleta. Les aconsejo leer "Educarse en la era digital", de Ángel Pérez Gómez, catedrático de la Universidad de Málaga. En una de sus primeras páginas dice: "La escuela que hemos heredado enfatiza la uniformidad, la repetición, el agrupamiento rígido por edades, la división y el encasillamiento disciplinar, la separación de la mente y el cuerpo, la razón y las emociones, los hechos de las interpretaciones, el trabajo intelectual y el trabajo corporal, la lógica de la imaginación, la racionalidad de la creatividad y el trabajo del ocio".
Y añade: "Los niños contemporáneos, en su mayoría, no fracasan en la escuela por el nivel de dificultad de una exigencia escolar dura, sino por aburrimiento, por ausencia de interés".
Pero el problema estructural no es el maestro, la escuela no está diseñada para atender la diversidad, bien sea ella especial o excepcional; las elevadas asignaciones académicas, la cantidad de estudiantes por curso y la multiplicidad de proyectos por atender, hacen que el docente, aún aquellos que tienen formación disciplinar pertinente, no puedan ocuparse eficazmente, de los estudiantes con estas tipologías.
Conocí, personalmente, el caso de "Sarita", una niña de 4 años con condiciones excepcionales y que asiste a formación preescolar en una de las instituciones de la ciudad; la niña presentó desde su primer año, comportamientos superlativos en su expresión, en su lenguaje, en sus movimientos, que se revelaron en desempeños extraordinarios en el deporte, la música, el baile y el arte; es decir, cuando apenas cumplía un añito de vida, ya evidenciaba su condición, de ahí, que sus padres le patrocinaran todo ese florecer aptitudinal, con cursos de natación, baile, pintura y, en fin, todas las manifestaciones de las bellas artes y del deporte; pues bien, hoy, Sarita y su familia viven su propio drama; su maestra que no está en condiciones de atender su excepcionalidad, y que no tiene oferta para un estudiante aventajado la ha privado de participar en muchas ocasiones: "todas pueden participar, menos Sarita"… suele escuchársele a la profesora antes de cuestionar al grupo por cualquier asunto; sencillamente. Porque los asuntos por los cuales indaga la maestra son demasiado sencillos para Sarita y no le ofrecen grado alguno de dificultad; el trabajo entonces, es para las demás, para las regulares, para las convencionales. Este ejemplo nos ilustra sobre cómo la población en condición de excepcionalidad es excluida de la diaria tarea escolar, no solo porque no se brinda la atención que su condición requiere, sino porque, se les cohíbe su desempeño en esquemas convencionales.
Ojalá, que el país educativo liderado por quienes nos corresponde, autoridades, maestros, directivos, académicos y dirigentes políticos diseñemos efectivas oportunidades y respuestas para esta población, como gesto de dignificación de su existencia y no tengan que emigrar hacia otras latitudes donde sí les brindan la posibilidad de desarrollar su genético potencial.
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