Luis F. Gómez


Esta época de Adviento y de Navidad nos debe invitar a dejarnos iluminar por la Luz en nuestros corazones. Es tiempo bonito, de reencuentro familiar y de acción de gracias, por tanto bien recibido durante el año. Esta debe ser la principal clave de lectura de nuestro tiempo: ¿por qué queremos dar gracias a la vida, a los demás, a los familiares, a los compañeros de trabajo o de estudio, a Dios? Sí, un corazón agradecido es un corazón que se abre a Dios a través de los demás. Reconocer cómo hemos sido objeto de la gracia por tantos caminos, de tantas maneras y por distintas manos, nos hace sentirnos profundamente agradecidos, y lo que es más importante, con una gran responsabilidad de entregarnos a los demás. Es pues, si se quiere, el movimiento simétrico y necesario al primero.
Tomamos conciencia de tanto bien recibido, y somos conscientes de la importancia de nosotros también ser bendición para otros. Y este paso debemos concretarlo. Ser buenos en general es lo mismo que nada. Hay que ser buenos en concreto y con personas concretas que tenemos a nuestro alrededor. Y esta es la invitación que Dios nos hace, cómo vas a conducir ese sentimiento de solidaridad con los otros. Esta época es muy propicia para ello. Es un tiempo de reencuentro, reconciliación y de mirar juntos hacia adelante. Es un momento muy importante para reconducir nuestras vidas, para darle un cambio cualitativo a la vida. Para romper con la inercia y saltar a nuevas aventuras de bien en nuestra vida. Hay que soltar amarras, hay que extender las velas de nuestros barcos para que con la fuerza del momento nos acerquemos a otros.
Para todo este proceso espiritual y profundamente humano de examen, de pausa en nuestra vida, es fundamental que contemos con la Luz de Dios en nuestras vidas. Que las velitas que prendimos en el día de la Virgen sean ellas, símbolo de ese deseo de ver nuestra vida con una luz nueva y definitivamente especial: Jesús.
Dejemos, pues que el Niño Jesús que nace en un pesebre, sencillo, humilde y pobre, nos ilumine en el nuevo año. No le demos la espalda. Dejemos que él nos permee con su presencia.
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