Guillermo O. Sierra


Que muchos lo hayan dicho una y otra vez, no parece evitar que nos sigamos confundiendo. Y la confusión se presenta cuando creemos que nuestro Ser (hablo de nuestro ser espiritual) se convierte en la meta de la vida, a partir de los bienes materiales que poseamos. Lo repito con otras palabras: la forma como vivamos bien puede llevarnos por el camino de la confusión, si terminamos por creer que mientras más bienes materiales tengamos, más somos. Hoy en día, todo indica que una persona es de éxito cuando tiene casa, carro, beca, vaca y finca, sin importar lo que realmente sea como persona.
Y es que la sociedad que hemos ido construyendo está dedicada a adquirir propiedades y a obtener ganancias, a tal punto que la mayoría considera importante y valioso el tener como el modo más natural de existir, incluso, hasta el único modo aceptable de vida. Por eso, se puede entender que la pregunta que hacíamos de qué es bueno para el ser humano, quedó relegada por la pregunta qué es bueno para el desarrollo del sistema.
De ahí que me permita contra preguntar: si es verdad que somos lo que tenemos, cuando perdemos esas posesiones, ¿qué queda de nosotros?, ¿quiénes somos?, ¿qué seguimos siendo? Por ejemplo, ¿no será que la paz que en este país todos anhelamos, la excluimos cuando en la vida se nos presenta tal confusión, máxime si vemos la paz no como un derecho (como aparece en el artículo 22 de la Constitución Política de Colombia), sino como un estado del alma?
Y ahora que traigo a colación el manido tema de la paz, permítanme hablar del amor (lo que no es lo mismo, pero es igual). Muchas veces decimos "tengo un amor." Acabo de escribir "tengo". Pregunto: ¿El amor se puede tener, así como tengo un carro, una casa, un equipo de sonido? Me parece que cuando pensamos en el amor como una tenencia, es porque olvidamos que el amor es un proceso, una maravillosa actividad espiritual que nos hace mejores personas. El amar no significa que se tenga algo, realmente no se tiene nada. Es más: quizás cuanto menos se tenga, más se puede amar.
En ocasiones, no puedo dejar de sentir un sabor agridulce cuando pienso que estamos en una sociedad enferma, hipocondríaca no solo respecto de la pérdida de la salud, sino del temor de perder lo que tiene. Esto, me parece, conlleva la generación de desconfianza y, en consecuencia, hace que nos volvamos suspicaces, solitarios; hasta llegamos a creer que entre más tengamos más protegidos vamos a estar. Nos olvidamos que la salud mental es una clara expresión de vivir bien, de acuerdo con los requisitos de la naturaleza humana. La avaricia, al igual que la lujuria y la ambición desmedida, nos hacen pensar solo en el lucro y en el dinero que son, en últimas, parte de un delirio, así aquellas no aparezcan en el POS de las enfermedades.
Probablemente los lectores de esta columna, recuerdan la historia de la zarza ardiendo: Moisés estaba apacentando el rebaño de su suegro llamado Jetro, y condujo el rebaño hacia el lado occidental del desierto, exactamente hacia el Monte de Dios. Allí se le apareció el ángel del Señor en una llama de fuego, en medio de una zarza. Moisés la miró, y cayó en la cuenta de que no obstante la zarza ardía en el fuego, ésta no se consumía.
Me parece que este mito bíblico nos muestra que el poder del amor, así se encuentre en medio de las llamas que provienen del consumo desenfrenado e irracional, no se acaba, sino que por el contrario se aumenta en la medida en que estemos con los otros, que les reconozcamos lo que son, porque justamente en esa proporción, nos reconoceremos a nosotros mismos y seremos más.
Estoy convencido de que la mayor amenaza a nuestro Ser está en nuestra falta de fe, y en creer que la tenencia de cosas fácilmente se pueden perder cuando se guardan, no cuando se gastan, es decir, cuando se usan. La amenaza a nuestro Ser está en nuestra pereza interior de pensar y decidir por nosotros mismos, en dejar que los demás nos tracen el destino. El peligro del temor a perder los bienes materiales está inherente al tener, no al Ser.
La pregunta final sería ¿Tenemos o Somos? La respuesta, por supuesto, depende de cada uno.
Por ahora, desde mi corazón, les deseo a todos los ciudadanos y ciudadanas, una Navidad con amor, y que en el próximo 2013, la prioridad sea alcanzar la paz en nuestros corazones, no necesariamente en Cuba.
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