José Jaramillo


"Hecha la ley, hecha la trampa", dice un viejo refrán, que jamás ha perdido vigencia. La corrupción en la administración pública (para hablar únicamente de lo que es de interés general) siempre ha existido; y siempre gobernantes, legisladores y jueces han dictado normas para evitarla; e implementado castigos para sancionar a quienes metan las manos en las arcas oficiales. A propósito, viene al caso una anécdota. El maestro Darío Echandía, mentor y protector de su paisano tolimense, Alberto Santofimio Botero, en quien vio condiciones excepcionales de líder, por su inteligencia, ilustración y oratoria, y le consiguió una "corbata" en el Congreso Nacional, para que pudiera estudiar en Bogotá, mucho más tarde, cuando supo de sus pilatunas e indelicadezas como político y parlamentario, le dijo en su cara, con el estilo bonachón y paternalista que caracterizaba al maestro: "Vea, mijo, en política se pueden meter las patas, pero no las manos".
Volviendo al cuento, en las legislaciones han existido preceptos tan severos para evitar el delito, como el famoso "ojo por ojo y diente por diente", que aceptaba, por ejemplo, que si alguien le hacía daño a mi hijo, yo podía lastimar al del otro. Lo que incluía matarlo, si era el caso. En Egipto, el ladrón era (no sé si todavía) encarcelado, la primera vez; la segunda, marcado en lugar visible de su cuerpo; y la tercera, mutilado, cortándole una mano. Imagínense esa ley imperante en Colombia y calculen cuánto disminuiría la "mano de obra"; y cuántos mochos circularían por las calles de nuestras ciudades.
No obstante esas medidas tan severas, y otras que se dan en diferentes países, funcionarios públicos, políticos y contratistas de los estados siguen defraudando a los fiscos, en una variedad de modalidades que daría para elaborar un catálogo de innumerables tomos. Con el agravante de que, para muchos, quien le roba al Estado es un "avispado"; las sanciones son leves reglazos en las manos; y, como les decía la pisca que saqueó a la DIAN a sus cómplices: "Qué importa un carcelazo si después salimos ricos". Y ese concepto cínico, que es universal por lo que se sabe de casos en el mundo entero, hace parte de la nueva filosofía, impuesta por el consumismo y el desaforado afán de lucro, que identifica a los tiempos modernos: "Cuánto tienes, cuánto vales", que hasta bambuco tiene, incluido en la obra del maestro Jorge Villamil.
Vistas así las cosas, puede concluirse que, mientras no se eduque a la gente en valores, incluida la probidad en el manejo de los bienes públicos; mientras las sanciones sean inocuas, rodeadas de beneficios y atenuantes para quienes defraudan al Estado; y mientras las leyes las dicten los mismos que las violan, todas las que se promulguen para nada sirven; y lo único que hacen es crear confusiones jurídicas, muy útiles a los leguleyos para enredar los procesos y conseguir que a los delincuentes les den "la mujer (o el marido) por cárcel", mandándolos para la casa a purgar la pena.
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