Elizabeth Ortiz Palacio


El empobrecimiento en minerales de las tierras de cultivo, el frenético ritmo de vida actual, el sedentarismo, la falta de tiempo, la poca actividad física y las dificultades económicas para acceder a determinado tipo de alimentos son circunstancias que facilitan la carencia de determinados nutrientes en el organismo. Resultado obtenido a largo plazo por una inadecuada alimentación.
El término "superalimento" se ha popularizado en el lenguaje cotidiano empleándose para referirse a determinadas comidas con propiedades para mejorar la salud o la calidad de vida de las personas. Además, adjudican estas capacidades a un único o a unos pocos alimentos, llevando a menospreciar la importancia de una alimentación saludable en conjunto.
El origen de los superalimentos ha sido la inadecuada interpretación de los estudios científicos. La mayor parte de las declaraciones nutricionales y de salud atribuidas a los superalimentos derivan de conclusiones simplistas extraídas a partir de estudios complejos por parte de personas que no son especialistas en investigación, ya sea por ignorancia o por otros intereses.
Es cierto que la mayoría de los denominados "superalimentos" contienen nutrientes o sustancias con un potencial beneficioso para la salud. Sin embargo a menudo las concentraciones de las que hacen referencia en dichos estudios son centenares de veces más elevadas que las que se consumirían en una dieta normal. Otras veces, los efectos estudiados solo comprenden un periodo corto de tiempo o evalúan a un número pequeño de personas. Los datos procedentes de estos no permiten recomendar o cambiar la dieta de las personas.
Hay que tener claro que los alimentos mágicos no existen, pero si podemos utilizar los que su composición química sea fuente de nutrientes benéficos para la salud y cuyo consumo forme parte de la alimentación.
Un alimento, de forma aislada, de ningún modo ejercerá prodigios en nuestra salud. Lo hará a mediano o largo plazo una dieta rica en alimentos como las frutas y verduras que aportan vitaminas, minerales, fibra y agua; frutos secos como maní, nueces, almendras; leguminosas como fríjoles, lentejas; y cereales integrales.
Estos alimentos han demostrado ayudar a prevenir, sin lugar a dudas, buena parte de las enfermedades crónicas asociadas al deterioro que se produce en nuestro organismo con el paso de los años. Hay infinidad de estudios científicos que respaldan los beneficios asociados a su consumo, el problema es que sean los de menor consumo en la población.
La creencia de que hay alimentos que tienen propiedades mágicas y beneficios extraordinarios y que curan los males de nuestra sociedad resulta, sin duda, muy atractiva. Pero por ahora hay que ser cautos y responsables al anunciar nuevos "superalimentos".
Para que la alimentación cubra los requerimientos nutricionales, debe incluirse siempre alimentos de todos los grupos constructores (carnes variadas y leguminosas), reguladores (frutas y verduras) y energéticos (los carbohidratos encontrados en arepa, panes, arroz y papa). Con una variedad amplia de estos alimentos se garantiza el equilibrio de la dieta.
*Nutricionista Dietista Clínica
Universidad Nacional de Colombia
Educadora acreditada en Diabetes
saludablearas@yahoo.com.co
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