Mario César Otálvaro


Mario César Otálvaro
Kenworth de la Montaña llegó como mandada por Dios para salvar del que parecía un naufragio definitivo a una empresa que es parte de la piel de los manizaleños y caldenses.
El extraño fenómeno del fútbol que genera tantos sentimientos encontrados, en el que la pasión casi siempre desborda la razón, le brindó otra vibrante emoción a los hinchas del Once Caldas, y al departamento en general.
Y no fue por otra actuación como aquellas gloriosas en Palogrande y fuera de él, sino por los azares del destino que lo llevó a conseguir ‘papá rico’, para citar la frase del nefasto presidente que salió, en el momento más crítico de su historia como institución.
Kenworth de la Montaña, una de las compañías que más camiones vende en el mundo, llegó como mandada por Dios para salvar del que parecía un naufragio definitivo a una empresa que es parte de la piel de los manizaleños y caldenses.
Como bien dice el editorial de LA PATRIA del pasado viernes, "los ejecutivos de Kenworth deben entender que más que un vehículo publicitario adquirieron un sentimiento regional, al que hay que darle un trato cuidadoso, pero a la vez muy ambicioso en lo deportivo".
Por eso aplaudimos la gran decisión de no tocar el nombre, pues compraron una marca con prestigio propio, inviolable, que perdurará por siempre, y que hace parte del orgullo de todos los nacidos en ésta agreste zona de la geografía colombiana.
Aceptable también la determinación de primero poner orden en lo administrativo, pues nadie decora la casa sin barrerla, en el entendido de que lo deportivo es discreto, y que por más que se ofrezcan salarios de bonificación las limitaciones son demasiadas.
Igualmente hay que valorar la astucia con que aguantaron el negocio hasta que el Once Caldas estuviera con el agua al cuello, jugando con el desespero de los directivos, bajándolos de la nube de los $40 mil millones que pensaban recibir.
Aún cuando con ésta buena nueva deberíamos voltear la hoja y olvidar la negra página, vale la pena reflexionar sobre ciertas lecciones, como esa de constatar que la ‘capital del afecto’ se ha ido convirtiendo en la ‘capital de la apatía’, y el Once Caldas es claro ejemplo porque salvo dos o tres voces los demás hicieron oídos sordos.
Faltó valor civil para delatar lo que terminó siendo una realidad, el derrumbamiento del club, con una prensa que en su mayoría hizo caso omiso, y unas autoridades y unos líderes que olímpicamente lo ignoraron bajo el lánguido argumento de que era una entidad privada.
Desde esta tribuna lo denunciamos, y fuimos objeto de demandas penales, del veto de los dirigentes ante el silencio de los colegas, y hasta del insulto de muchos aficionados que con el tiempo se callaron cuando se enteraron de que lo dicho era cierto.
Al menos nos queda la tranquilidad de conciencia de que lo advertimos, y por eso celebramos con alborozo al lado de toda la hinchada caldense la presencia de Kenworth como la única tabla de salvación visible, instando a que este hecho nos sensibilice.
Un año atrás fue la emergencia del agua con pérdidas por $8 mil millones; cada día cierran oficinas nacionales para atender desde Pereira a donde cientos de ciudadanos ahora van hasta para consultas y exámenes médicos, y eso sin contar el robo continuado a Caldas desde hace más de 40 años por las viejas y nuevas coaliciones políticas.
Es tiempo de despertar, pues nos falta esa reacción popular que tampoco tuvimos frente al descarado, absurdo y lamentable detrimento patrimonial al que condujeron al Once Caldas.
Queda en nombre de todos agradecer a los arriesgados y visionarios ejecutivos de esta multinacional que asumen un reto que si bien en un comienzo presenta un camino tortuoso, seguro que en el mediano y largo plazo les deparará, y por supuesto a los aficionados, inmensas alegrías.
P.D. Hay hinchas por quienes uno se regocija de manera especial, como Ramiro Giraldo Garzón, un ejemplo de amor por el club. El mismo día que se hizo el negocio estampó en la camiseta la leyenda Kenworth en el pecho, y la llevó hasta los nuevos dueños.
Hasta la próxima…
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