Mario Cesar Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá

Se llega hoy a la mitad del campeonato, instancia que pareciera suficiente para tener una escuadra consolidada, que garantice rendimiento, y con una propuesta definida de lo que se quiere y a donde se intenta llegar, especificado en un claro estilo de juego.
Por los resultados de la liga, se pasa el examen, tanto como se reprueba en la copa Postobón, siendo necesario mirar el cómo, y exigiendo un poco más a los jugadores que han estado en un vaivén permanente, y al técnico, salvado por la ubicación en la tabla.
El Once Caldas actual obtiene dividendos, pero no convence.  Gana, dejando la sensación de que carece de algo, y la realidad indica que la producción individual es deficiente, y que por encima del confort que les brindan, ha faltado disposición, y quizá manejo efectivo desde el banco.
Existe por ejemplo una ausencia sensible en materia de atacantes, preocupante en lo que a goleadores se refiere.  Los únicos disponibles, Jiménez y Romero, no meten miedo, y así conviertan, no son artilleros de raza como el malogrado Sergio Herrera.
Con excepción de Alcatraz y Cabrera, el mal momento de algunos pone a pensar sobre si la irregularidad es un fenómeno generalizado, o síntoma del ambiente laboral interno. Ceballos, Casierra, Núñez y González son los principales exponentes de esta situación.
En otros casos, sin confianza propia y sin la del entrenador, es muy difícil, y refiero a Omar Rodríguez, volante de exquisita técnica, de picos altísimos con Flavio Torres en el Pasto donde era figura, y ahora ni siquiera suplente de primera mano en el Once Caldas.
Igualmente hay obreros cumplidores, que no establecen diferencia, como Jiménez, Romero, Lopera, Scaglia y Giraldo.  Son honestos en la entrega, siendo complementos antes que principio, lo que permite deducir que en el armado del conjunto faltaron líderes.
En resumen, lo que parecía un cuadro adecuadamente conformado, al cumplirse la primera parte del torneo y estando muy cerca de la punta, se nota como un plantel liviano, que requiere de una especial conducción estratégica, y de orientación.
El último partido fue la muestra, y como dijo uno de los lectores de LA PATRIA: ‘… por suerte casi se gana, y por suerte no se perdió…’, todo por un gol obra y gracia de la fe de Romero, pero también con la fortuna de que no se cedieran los 3 puntos sobre el final.
Era un choque fácil el de Yopal. Alianza Petrolera es un equipo de la B jugando en una categoría que le queda grande, con una nómina limitada y reducida.  Sin embargo, el Once Caldas no aprovechó, resaltando el desesperante bajón de Casierra, la pasividad de Scaglia y Giraldo, el individualismo de Cabrera y la intrascendencia de González. 
Y de los delanteros ni hablar. Romero que fue el mejor, tuvo problemas para definir, lo que es delicado en un atacante, y de Jiménez se alaban su coraje y su lucha, porque estuvo ido en el fútbol colectivo, y en lo personal se fundió.
La verdad es que a ésta alturas poco seduce el planteamiento táctico, el patrón de conducta no obedece a unos lineamientos y pensamientos debidamente marcados desde la raya, los roles no parecen definidos, y se juega dependiendo del día de los jugadores.
Hoy llega el Quindío, con un señor al frente de ingrata recordación, que nunca ha podido ganar en la A, que aquí los de antes quisieron venderlo como un académico estilo Osorio, y que lo único que hizo fue contribuir a la hecatombe, en lo que se presume tarea cómoda para una nueva victoria.
Pero ojo que los resultados no pueden nublar lo que está pasando, y es hora de que Santiago Escobar ponga su firma porque esta plantilla bien explotada puede dar, y hasta el momento está en deuda en materia táctica y estratégica, pues al Once Caldas no se le ve solidez, ni estilo, y eso es grave.    
Hasta la próxima…
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