Efraim Osorio


El doctor Fernando Londoño Hoyos escribió: "Y ya sentado en la mesa, empezará el reparto de lo que a cada miembro de la comedia corresponde" (LA PATRIA, 6/8/2013). "Sentarse a la mesa" es la expresión castiza. Y no es que uno no pueda sentarse en la mesa, ¡por supuesto que sí!, pero de esa manera es muy incómodo almorzar y aun desayunar. Se puede decir también "sentarse a manteles". Releamos este pasaje de Don Quijote de la Mancha: "Pues así es -respondió Sancho- y vuestra merced quiere dar a cada paso en estos que no sé si los llame disparates, no hay sino obedecer y bajar la cabeza, atendiendo al refrán: "Haz lo que tu amo te manda, y siéntate con él a la mesa" (II, XXIX). Y éste de don Rafael Arango Villegas, de "Bobadas mías": "…hasta ayer no más todos los alimentos de mi casa los preparábamos conforme a fórmulas… Hoy no nos sentamos a la mesa sino también "por fórmula" ("Tómense dos libras de mantequilla y quiébrense cuarenta huevos").
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Algunos periodistas son unas hachas para inventar palabras burdas, necias e innecesarias. En esto fueron pioneros y, actualmente, campeones, ciertos comentaristas deportivos. Y no me refiero, en general, a lechonatones, besatones, firmatones, radiotones, templotones, etc., porque contra estos engendros mis embestidas han sido y serán inútiles. Hablo de otros vocablos que, afortunadamente, nacen muertos, pero que deslucen el lenguaje y no enriquecen nuestro léxico. En la Redacción de El País de Cali uno de sus reporteros inventó el verbo ‘nulitar’, mal construido como pocos. ¿Increíble, cierto? Increíble, sí, pero esto fue lo que redactó: "El proceso en su contra por un caso de lavado de activos se nulitó por vencimiento de términos" (1/8/2013). Aludía el periodista al proceso en contra de la ex senadora Dilian Francisca Toro, que fue ‘anulado’ por la razón expresada. Digo ‘anulado’, porque el verbo mal inventado tiene la raíz legítima de ‘nullus’, que, en latín, significa "nulo, sin valor ninguno", de donde viene también el castizo ‘anular’, cuyos sinónimos son ‘abolir, abrogar, revocar, derogar, invalidar, borrar, eliminar’. Según esto, el redactor del diario caleño tenía mucho de donde escoger, de acuerdo con el Derecho, el verbo adecuado para el caso de la ex senadora, sin necesidad de acudir a términos disparatados. "Los neologismos bien formados enriquecen el vocabulario y hermosean el lenguaje", es la cantaleta de Jacinto Cruz de Elejalde.
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El verbo ‘frisar’ significa "levantar y rizar los pelillos de algún tejido". Con esta acepción se encuentra en Cervantes: "Tras ellas venía la condesa Trifaldi, (…) vestida de finísima y negra bayeta por frisar, que a venir frisada descubriera cada grano del grandor de un garbanzo de los buenos de Martos" (Don Quijote, II, XXXVIII). Significa también ‘disminuir’ (poco usado, dice la Academia); y ‘congeniar’, ‘darse las manos’. Poco usados, digo yo, porque me parece que nosotros lo empleamos casi exclusivamente con la otra acepción que le da El Diccionario, a saber, "acercarse, aproximarse", acepción que sólo se emplea para expresar exclusivamente que alguien (una persona) está llegando a determinada edad: "Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza" (Don Quijote de la Mancha, I, I). Peca, pues, contra esta usanza el columnista de Eje XXI, Gilberto Montalvo Jiménez, al escribir: "Era domingo, frisaban las ocho y tantos minutos de la noche…" (2/8/2013). "Eran por ahí (o más o menos) las ocho de la noche", dicen los paisanos. Para los marineros tiene la significación de "colocar frisas" ("arandelas o láminas de forma conveniente y de materia poco dura para hacer hermética la unión de dos piezas").
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El empleo arbitrario de algunas partes de la oración es una tendencia actual, consecuencia quizás de su desconocimiento. Lo más común es el uso de adjetivos por adverbios, por ejemplo, en la siguiente frase de Leonardo Pineda: "Paralelo a la investigación surgen historias por demás interesantes" (LA PATRIA, El cine de hoy). ‘Paralelo’, además de sustantivo, es un adjetivo ("correspondiente o semejante") que, en la oración glosada está usado en vez del adverbio correspondiente, ‘paralelamente’. Ahora bien, si el redactor insiste en usar el término como adjetivo, tiene que respetar la concordancia gramatical, de este modo: "Paralelas a la investigación surgen historias…". -¡Oh! Las víctimas corrientes de este abuso son los adjetivos ‘igual’, ‘previo’ y ‘posterior’. En la siguiente frase, el columnista de LA PATRIA, John Harold Giraldo Herrera, echa mano de un adjetivo, ‘perplejo’, en lugar del sustantivo que pide la oración: "…el deseo de saber lo que pasa y el asombro y el perplejo absoluto cuando lo descubrimos…" (Lumieradas, 2/8/2013). La construcción correcta de esta oración, sin lugar a dudas, es: "…y la perplejidad absoluta cuando lo descubrimos". Y esto, por supuesto, lo sabe muy bien este redactor.
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La VEINTITRÉS: Con el paso de los días, las semanas, los meses y los años, la privatización de su espacio público se va convirtiendo en una propiedad, cuyo dominio es de imposible extinción.
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