Carolina Martínez


Como querer pintar un lienzo en blanco. Dibujar en un cuaderno. Pintar de luz unas cuantas paredes de la casa o decorar un espacio. Es como llevar en el alma una fotografía, o marcar un libro. Como hundir una flecha indeleble en un corazón, colorear un arco iris o exteriorizar un aura. No se trata de molestar a nadie; es solo ponerle un toque de color a la actitud. Permanente, sí, es verdad que un tatuaje no se quita así tan fácil, y esa precisamente es su importancia: que su tinta es imborrable.
Es más osado que maquillarse, sí, es verdad, pero hay otras que se tatúan la cara con maquillaje permanente, que ya no es osado sino el colmo. Aunque yo no me pintaría nada perpetuo en mi cara, me gustan las estrellitas de Kat Von D, la de "L.A ink", serie de Discovery Channel que es un reality de una casa de tatuajes en Los Ángeles. Llegan allá a tatuarse todos con una historia que contar y a pesar de que los sin historia no los muestran, esos tienen mucho sentido también. Los que se hacen un día porque sí, solo porque "Tattoopeople are more colorful", como decía en un cartel en la tiendita de tatuajes que quedaba a media cuadra de mi universidad, en Bogotá, la Jorge Tadeo Lozano. No necesariamente hay que tener una abuela, una madre y una hermana que se llamen Azucena para pintarse tres azucenas en la cadera, como sucede en esta serie, en un local llamado High Voltaje Tattoo, en donde trabajan los mejores artistas tatuadores. Siempre le preguntan al cliente sobre la razón del tattoo, y muestran muchos que llevan fotos de sus muertos o el diseño de una calavera peluda para que se la tatúen en el lado izquierdo de su pecho en memoria de su madre. Cualquier cosa es buena excusa para hacerse un tatuaje, porque como decía el cartel, la gente tatuada es más colorida.
Empecé a ir al huequito del belga que había aterrizado hacía poco en Bogotá a sobrevivir con su arte en el centro de la ciudad. En este caso tengo que decir que aprendió en la cárcel y de allí salió a practicar con marranos -según me contó- aunque me encantaría decir que estudió en un instituto de arte como muchos del reality, para que se dejen de asociar los tatuajes con presos y pandillas, porque hoy su asociación es mucho más sensual y artística. Hay algunos que son transgresores, es verdad, y otros son preciosos, algunos miedosos, muchos creativos, obras de arte y otros horrendos… pero al que le guste que se lo haga. Aunque estupideces como tatuarse los nombres de los amores son imperdonables, con plata no son imborrables, como el del nombre del exmarido que se borró con láser Angelina Jolie.
Decía que iba al local de mi amigo Danny Tatoo cuando tenía huecos entre mis clases de universidad, a mirar revistas de europeos coloridos y ver cómo Danny tatuaba sus diseños en la piel de los estudiantes. Nunca sentí tanta envidia. De todos. Y como pintar la piel de alguien que lo llevaría en sus poros hasta su muerte no podía ser posible porque soy negada para dibujar (y porque se suponía que estudiaba una carrera para tener un futuro considerado digno) una mañana saqué fuerzas y el belga me pintó una mariposita, de un centímetro, en el tobillo. Negra ella. Parece una mosca. Me la hice por mi mamá, para que no me la viera. La felicidad me duró ese día y por la noche empecé a fantasear con una mariposa de verdad llena de colores. Una que no fuera de un centímetro, sino de cinco. También lo hice por mi mamá y mi papá, pues si por mí fuera me tatuaría toda y me iría con mi arte a recorrer el mundo dejando una marca perenne en el alma de quienes llevan mi tinta en su piel. Pero fresca mami, ya no lo hice.
Resultó que mi osadía de cinco centímetros les pareció un pajarito a los que se la mostré ¡Otra mariposa fallida! Volví donde Danny y me dijo que si la "ambientábamos" parecería la mariposa que yo quería. Iba cada que tenía un tiempito hasta que completamos el cuadro con una flor y otra mariposa más grande y por fin desapareció ese odiado pájaro, mi disculpa. Después de que terminamos la idea y terminé la universidad, duré diez años pensando el próximo, hasta que me decidí, y ya Danny no estaba. Fui a un sitio en el norte y me gustó pagar por primera vez por un tatuaje. Fuego. Quería llamas que salieran de mi pie y subieran por mi pierna. Mi excusa era que soy leo (signo fuego), caballo de fuego en el horóscopo chino y además tenía el gusto de vivir prendida.
Ya no creo en horóscopos, ni me prendo porque no puedo tomar traguito por problemas con mi hígado. Pero si algún día mi mamá entiende que un inocente tatuaje no se tira la vida de nadie, me voy a completar las llamas en mi piel, que ahora significan que el que juega con candela, se quema.
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