Luis F. Molina


El viernes 16 de febrero de 1965, la revista estadounidense TIME publicó que la riqueza estimada del Vaticano aproximaba los 15 mil millones de dólares. Asimismo, informó que el centro del catolicismo mundial tenía acciones en la construcción, los seguros, actividades bancarias, etc.
Actualmente, el estimado de la riqueza económica de Ciudad del Vaticano es un enigma. Los cardenales encargados que mantener los números de la Santa Sede y del Banco Vaticano nunca dan cuenta de sus movimientos financieros y tampoco tienen por qué hacerlo. Todo esto ha llevado a que muchos se pregunten si el Vaticano es la organización más rica de todo el mundo.
Probablemente, la importancia y lo ostentoso de la primera sede de la iglesia Católica lleve a que el papa se convierta en una personalidad, en lugar de un guía espiritual como el Dalai Lama. De hecho, ninguna sucesión de poder religioso obtiene tanta atención como la transición papal en el Vaticano.
El Estado Vaticano es uno de los más envidiados. Tiene una organización excepcional presidida por el papa y con representación alrededor de todo el mundo sin necesidad de embajadas o territorios diplomáticos. Los sacerdotes son sus mensajeros y no aplica a tediosos formatos de gobierno.
En la actualidad, hay muchos que dicen en la red que “cambian los tesoros del Vaticano por comida para África”. En realidad, quienes acuden a esta premisa ignoran que nadie puede comprar las riquezas artísticas que rondan la Basílica de San Pedro o aquellos puntos que por años han compuesto el lado no dogmático del catolicismo. El valor económico no se puede pautar en valor cultural o viceversa.
Hace algunas semanas, el mundo presenció con asombro la renuncia de Benedicto XVI, quien se retiró del papado para descansar. Su gestión de más de siete años culminó en un viaje en helicóptero hasta las místicas construcciones que hay en Castelgandolfo, en la provincia de Roma. Sin embargo, de los mismos creadores de las teorías de la venta de los tesoros vaticanos, hay quienes creen que el papa debe viajar en bus.
Dicen ellos que el Sumo Pontífice debe ser quien aplique la humildad, tal como la promulga. Entonces, desconocen que el papa, sin importar quién sea, es una de las figuras públicas más amenazadas de todo el mundo y que, por ende, requiere la seguridad de cualquier jefe de estado.
Pero lejos de todas las argucias que reviven sobre la iglesia, acerca de su papel en el mundo y la forma en la que los cardenales sortean el rumbo de la iglesia que representan, comienza a vivirse una fiebre por saber si durante el pontificado del papa Francisco habrá algún cambió dentro de la Iglesia y su concepción del mundo actual. Lo cierto, es que en tres meses a muy pocos importará saber qué ocurre dentro de Ciudad del Vaticano. Así es como funcionan las cosas con la obsolescencia de las noticias y la política, como ocurrió con Obama luego de su elección y posesión.
Nuevamente, aquellos que creían en cardenales papables demostraron estar errados, otra vez. La verdad es que es muy difícil permeabilizar un ritual tan férreo como el cónclave para la elección del pontífice de la Iglesia Católica, aunque el mundo se comunique a la velocidad de Twitter. Luego, llegaron los perfiles de todo tipo para el papa, especulaciones de quiénes votaron por él y el análisis de cada una de sus palabras antes de ser elegido Obispo de Roma.
¿Qué nos quedó luego de todo esto? ¿Qué fue diferente esta semana a lo ocurrido en 2005 con Benedicto XVI? Lo cierto del caso, es que el show mediático se desvaneció cuando dijeron “vamos a rezar”.
En Twitter: @luisfmolina
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