Alvaro Segura


Nunca antes en la historia de la caficultura colombiana se había vivido una crisis tan grave como la actual. Y esta vez sí es cierto, con pruebas contundentes, que vamos camino al despeñadero, en medio de la pobrísima reacción del gobierno nacional, del insuficiente acompañamiento de la Federación Nacional de Cafeteros que se quedó corta frente a las necesidades de quienes son su razón de ser, y de la indolencia generalizada de un país que en los momentos más difíciles del pasado reciente por falta de recursos (y eso fue varias veces y durante muchos años) salió a flote y logró salvarse echando mano de los excedentes que dejaba la actividad de los cafeteros.
Espero que este no sea otro de tantos artículos que se han escrito en los últimos 25 años haciendo mención del deterioro y de la decadencia de una sociedad que como la del café se acostumbró a caminar sola, gracias a los boyantes resultados de quienes teniendo poco o mucho se empeñaron en sacarle el máximo provecho a unas bellas tierras que por casi un siglo han producido siempre, mucho más que las zonas petroleras y mineras, y sin el severo e irreversible daño ambiental de estas últimas que a pesar de los multimillonarios recursos que generan solo se pueden "exprimir" una vez.
Soy cafetero de corazón y sé poco de café, pero tengo memoria histórica para decir que soy de esa generación que logró beneficiarse de las bonanzas que hubo en los años setenta y ochenta, gracias a que mi padre sí fue caficultor, de los centenares de miles de pequeños que había y que hubo, y que además fue testigo y víctima de la transformación negativa que de manera paulatina y recurrente muestra este sector.
Todavía recuerdo cuando llegó la roya a Colombia después de múltiples campañas para evitar que esa mancha amarilla comenzara a invadir nuestros verdes cafetales. Y después fue la broca. Pero abundaban entonces las recomendaciones y asistencias de expertos promovidas por la Federacafé con el apoyo de los comités departamentales y municipales que siguen existiendo con muy buenas intenciones, pero que se quedan cortos a la hora de respaldar las múltiples necesidades de los cultivadores porque el músculo financiero ya no es como antes, porque se dedicaron más a cuidar los pocos recursos existentes y porque el gobierno nacional solo tiene paños de agua tibia para los cafeteros.
La verdad, duele profundamente ver cómo en este país debido al dominio gubernamental, a las conveniencias políticas, a los compromisos de muchos de los congresistas, al miedo de confrontar con argumentos y al servilismo al que se llega para no perder apoyos, representaciones burocráticas y recursos económicos, los gremios terminan postrados ante quienes ostentan el poder, en vez de exigirles más, de reclamar con respeto pero de manera airada mayor acompañamiento y de manifestar la necesidad del apoyo que no se da en la medida necesaria.
El pasado 14 de agosto visitó Manizales el presidente Juan Manuel Santos quien se reunió con gobernantes y representantes gremiales. En esa ocasión les concedió un espacio a los cafeteros que le presentaron un rápido esbozo del lamentable panorama que vive el sector, por lo que pidieron su ayuda para no incrementar la contribución cafetera y en cambio que el gobierno reviviera el Apoyo Gubernamental a la Caficultura (AGC) pues además del poco café que hay (escasamente se producirán este año 8 millones de sacos), la revaluación del peso, las múltiples plagas y la severidad climática los tienen reventados. ¿Después de un mes y una semana que ha pasado? Nada.
Solo el pasado viernes el gobierno Santos en cabeza del Ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, quien fuera defensor de este sector como ningún otro y que además cuestionó tanto la falta de accionar de los gobiernos de turno, anunció la disponibilidad de 38 mil millones de pesos en seguros para ayudar a los cafeteros que resulten afectados por granizadas o vendavales, es decir, lo que menos los golpea hoy, mientras construirán medio centenar de beneficiaderos comunitarios por un valor muy similar al dispuesto para la ayuda anterior. ¿Que eso sirve?, claro que sirve, pero esa no es la urgencia, ni el clamor que casi con llanto hacen los cafeteros.
Se necesitan recursos para buscar estabilizar el precio del café que se produce y para aumentar la producción; se necesita un respaldo para enfrentar las plagas que dañan los arbustos (la arañita roja y el minador); los cultivadores, sobre todo los pequeños, aunque también los grandes, trabajan a pérdida, por algo se están acabando los cultivos, sin embargo nada del AGC, mientras el gobierno destina multimillonarios recursos para ayudar a exportadores y les tira salvavidas a otros sectores de la agricultura.
¿Acaso el país no salvó la banca privada en una pasada crisis económica? ¿Y no eran ellos privados, pero fuimos los colombianos con el 4 x 1.000 los que los salvamos y los tenemos ganando billones de pesos mientras nos asfixian con los intereses y la intransigencia a la hora de otorgar un crédito o de reclamar ayuda para refinanciar pagos y compromisos económicos? ¿No tiene el gobierno nacional cerca de 45 billones de pesos para inversión en infraestructura? ¿Será posible destinar un billón de pesos de ayuda a la caficultura, la misma que gracias a sus excedentes en época de bonanza permitió construir las principales carreteras y puentes del país que hoy todavía sirven para que se mueva la economía nacional?
Con todo respeto Presidente, usted que se jacta de ser cafetero de corazón, pues fue este el sector que le dio su primer trabajo en la vida aquí en Chinchiná, no puede callarse ahora y menos negarse a hacer un esfuerzo por garantizarles mejor ingreso a quienes le dieron vida laboral. Queda notificado doctor Juan Manuel Santos.
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