Alvaro Segura


Volvió a aparecer el socio mayoritario o cuasi dueño absoluto del Once Caldas, Jaime Pineda, quien reclama o exige la vinculación de las autoridades administrativas de Manizales y de Caldas (léase bien Alcaldía y Gobernación) so pena de acabar con el equipo o retirarle el apoyo económico que le dio en el momento de peor crisis de la institución blanca, como si estas entidades públicas estuvieran en la obligación de aportar recursos para no dejar morir una empresa privada que, hay que reconocerlo, es símbolo y estandarte caldense nacional e internacional.
A Pineda hay que agradecerle el rescate que le dio al club hace un año cuando no era viable y cuando estaba a las puertas de la liquidación. No sé cómo y porqué lo hizo, dicen que porque es muy aficionado al fútbol, que quería un vehículo publicitario posicionado para catapultar su empresa de automotores pesados y que soñaba con tener un club organizado. Así, por cualquiera de estas circunstancias y bajo el efecto de varios "whiskies" en su cabeza, el empresario paisa dio el sí para negociar la mayoría de aportaciones que tenían los directivos anteriores.
Y honró su palabra, valga reconocerlo, porque después de muchos embates de los directivos de entonces no había sido posible sacarle el sí definitivo, hasta que hizo manifiesta su decisión que poco después fue realidad cuando con plata en mano cerró el negocio. Y se hubiera podido quitar a mitad o al final del camino al descubrir lo que había detrás, pero no lo hizo.
Pero no tenía claro en qué se metía ni la diferencia que hay entre vender camiones y buses, que debe ser muy difícil aunque gratificante para el bolsillo, a manejar un equipo de fútbol integrado por complejos y exigentes seres humanos, muchas veces endiosados o que se sienten estrellas, y con una afición triunfalista que además se cree la dueña del club que antes fue suyo, pero que hoy es de un empresario foráneo que mira la institución blanca más con interés mercantilista que con el sentimiento del hincha fiel.
Esa es la realidad de un negocio muy incierto pues aunque maneja millonarios recursos cuando se marcha bien en materia futbolística y de resultados, se puede derrumbar de la noche a la mañana si entra en mala racha o si el rendimiento deportivo es pobre o mediocre. Y al Once Caldas futbolísticamente le ha ido regular pues pasó con calificaciones mediocres el primer semestre, mientras en este segundo va perdiendo el periodo.
Ahí entonces es cuando aparece la parte maluca y desagradable pues en medio de la disputa que hay entre un grueso de la afición con el técnico Santiago Escobar por el estilo de juego del equipo que no cala entre el seguidor y el hincha fiel, sale a relucir la necesidad de dinero, mientras al cuerpo técnico se le pagan mal contados 110 millones de pesos mensuales, es decir que por el año firmado recibe unos mil 300 millones de pesos. ¿Es justo para un club en transición administrativa por el cambio de dueños y con una solicitud de reestructuración de pasivos sacrificar salarios de todos menos de sus técnicos?
Ese es uno de los grandes males del futbol colombiano, la desigualdad en materia salarial. Por eso es negocio ser técnico pues si saca adelante el equipo que dirige tiene una importante compensación económica, pero si no lo logra también. Además, aunque es paradójico, lo mejor que le puede pasar a un técnico de futbol en nuestro país es que lo echen pues sin duda a los pocos meses, o a lo sumo en uno o un par de años, lo vuelven a contratar en otro. Ahí están los ejemplos a granel.
A don Jaime Pineda nuestros agradecimientos por su determinante decisión de salvar al Once cuando no quedaban salidas, sin embargo hay que recordarle que el futbol es de resultados y que para alcanzarlos se necesitan un grupo equilibrado y comprometido, y un técnico que permita llegar a esa meta, pero ante todo que logre una identidad futbolística y el Once Caldas hoy no la tiene, es más, la perdió, lo que no le quita a Santiago Escobar ser un gran tipo, decente y trabajador, pero el equipo parece desconocido cada que juega.
Resta esperar entonces si la Alcaldía y la Gobernación se van a meter la mano al dril para sacar dineros nuestros, es decir públicos, y ayudarle al Once, que quizás no esté mal hacerlo si se trate de cifras aterrizadas y moderadas. Lo otro, es decir la parte más compleja, le toca a la Kenworth que ya pagó su primiparada en esto del fútbol donde siguen imperando mafias y donde hay que tener cabeza fría para no meter las de caminar. Por lo pronto a don Jaime recomendarle que vaya pensando en una emisión de acciones o de aportaciones para democratizar más el club y buscar que sea de muchos más caldenses. De lo contrario su inversión correría riesgo y no sé si esté dispuesto a mantenerse en ese inestable mercado.
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