Andrés Felipe Betancourth


A tres años de inicio del mandato del actual gobierno nacional, el balance sobre los logros del ejecutivo y más aún, las percepciones de los líderes de opinión sobre "lo bueno, lo malo y lo feo" de la gestión presidencial, han ocupado las páginas y franjas de emisión de los medios impresos, radiales y televisivos. Como es costumbre, los análisis se centran en la imagen de la persona del presidente, y algo de objetividad se pierde al pretender hacer balance de la gestión de todo un gobierno sobre la base de la favorabilidad de la persona que lo lidera. Consecuencia, al fin, de la herencia monárquica y centralista que nuestras democracias atesoran.
En cuanto al gobierno del presidente Santos, un rasgo particular, también de tinte un tanto monárquico, ha sido el establecimiento de Altas Consejerías para temas estructurales de la agenda del Estado. Puede ser una buena iniciativa, en todo caso mejor que la pretensión absolutista de resolverlo todo con omnipotencia. Pero no deja de ser un enfoque centralista a partir de un entendimiento del Estado administrado en cabeza de unos cuantos.
Pero además del enfoque, los tres años del actual gobierno han demostrado que la desconexión de los Altos Consejeros y el resto de la institucionalidad del Estado y de la sociedad en general, han dejado vacíos para la gestión del Estado y la agencia de temas estructurales para el desarrollo de la nación.
Tenemos, por ejemplo, una Alta Consejería para el Diálogo Social. Paradójicamente, en el gobierno que la estableció es justo el período de gobierno en el que el diálogo se ha postergado y las vías de hecho han ganado importantes espacios. Además de eso, nadie parece querer dialogar con el Consejero, pero mucho menos cuando el Gobierno dispone para el diálogo el momento en que los hechos han incrementado las tensiones. Si hay disposición para el diálogo, este se debe dar antes que prosperen las vías de hecho.
Así mismo, existe una Alta Consejería para las Regiones y la Participación Ciudadana, y quizá luego de las dos primeras personas que ocuparon la Consejería, en las regiones ni conocemos por el nombre a quien aconseja al presidente. También es un tanto paradójico contar con una Consejería para las regiones, cuando la tendencia de los últimos doce años ha sido la de la recentralización.
Y en ese orden de ideas, si bien los Consejeros no tienen ni la competencia, ni el equipo, ni los recursos para resolver los problemas de los que se ocupan, las realidades del país en términos de Eficiencia Administrativa, Equidad para la Mujer, Convivencia y Seguridad Ciudadana o Asuntos Políticos, merecen una atención mayor y una acción mucho más estructural que la asignación de un Consejero, a quien ni los ministros, ni los entes territoriales ni las organizaciones sociales conocen o reconocen.
Tres años en realidad constituyen un tiempo escaso para transformar las condiciones de un país, pero son tiempo suficiente para reflexionar sobre la estrategia de abordaje de los temas estructurales de desarrollo del Estado.
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