Mario César Otálvaro


Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
‘Oh, oh, no les da vergüenza con la hinchada que te alienta’, ‘Oh, oh, no les da vergüenza no le ganan ni al Pereira’…con estos cánticos que se oyeron desde la tribuna norte, Holocausto despidió al Once Caldas tras la penosa derrota frente al Quindío, quinta consecutiva, tercera en casa.
Lo tenaz es que los jugadores corren, ponen ganas, así a veces lo hagan con desorden, lo que permite concluir que el problema grave está en lo precaria de la nómina, y la falta de categoría, contenido y calidad en algunos de sus jugadores.
En ataque no hay nada, lo de Mena raya en lo ridículo por su torpeza, Romero no tiene gracia y está lejos de ser un delantero con oficio, Reynoso intrascendente, Rivas inmaduro, y el técnico cree que con juveniles como Culma, Montaño o Clemente salvará la patria.
Y si aparte la defensa afloja, en la zona de volantes flaquea la marca, Jamell se va por lesión, González entra en lagunas, y los foráneos que muestran un encomiable espíritu combativo se ponen al nivel de su costo, las razones del descalabro saltan a la vista.
Que desconocimiento tan profundo del medio, y que papel reprochable el de los directivos que dejaron que Hoyos armara el equipo, como si para hacerlo bastara la buena intención, en una actividad donde se sabe que el talento está por encima de los deseos.
Ni mago que fuera el señor Hoyos, quien se creyó el cuento de que estaba descubriendo un mundo nuevo, autosuficiencia que lo lleva a ser responsable del calamitoso estado que se vive, porque un proyecto serio requiere mucho más de lo que tiene, y de lo que tan cándidamente pensó le podía dar resultados.
Además trajo un montón de asistentes también ajenos a la realidad colombiana, y no hubo quien les hablara al oído para hacerles comprender que Dayro y Pajoy no podían ser reemplazados por Mena y Reynoso, o que Hárrison fuera el gran refuerzo nacional.
Aún así no es el culpable mayor, porque lo son sus dirigentes, los mismos que hace ocho años derrocaron a quien llevó al equipo a ser campeón de América, y desde allí empezaron la peor campaña de deterioro patrimonial que se recuerde en una empresa de la ciudad.
La tienen en la ruina, mendigando leyes de beneficio económico, sin grandes auspiciadores en la camiseta, con deudas, apostándole a la suerte, y lo más doloroso, ante el silencio de una sociedad complaciente, y de la prensa, salvo contadas excepciones.
Indigna condición para un club que alcanzó la cúspide en el continente, que generó ingresos multimillonarios, que fue dueño de su plantilla, que tuvo sede propia, y que logró la gloria al convertirse en uno de los símbolos más representativos de Colombia en el mundo.
Y el presidente campante, al igual que otros miembros de junta, sobre todo aquellos con años en la institución, quienes por el contrario se fortalecieron haciéndose propietarios, amos y señores, independiente del interés público que como objeto social tiene la compañía.
Las cosas se caen por su propio peso, y el hechizo solo duró cinco fechas, en las cuales se vio la mano de Hoyos, por lo que el derrotero para el argentino no necesariamente marca su salida, lo que sería normal en otras circunstancias con semejante racha perdedora.
Por eso es triste verlo derrotado porque sus jugadores no dan más, siendo un tipo que cae bien, con antecedentes que lo respaldan y gran convicción acerca de su plan de trabajo, del que ya debió enterarse que falla por insuficiencia en la materia prima.
Pero qué hacer en semejante crisis con un entrenador contratado por cuatro años, que aunque no se ha firmado ya está pactado y ojala no se haga, pues ocupa un cargo en el que las ratificaciones se juegan a diario y no por el impulso irracional de un dirigente.
Hasta la próxima…
macotal@yahoo.com
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