Guillermo O. Sierra


Que se les denomine países subdesarrollados o países en vías de desarrollo o de equipamiento, términos que no dejan de pretender mostrar la cara amable de la desesperanza, lo cierto es que la desigualdad, la pobreza, la miseria, la exclusión, el desempleo… contribuyen al ocaso de aquellos que no pertenecen al Norte, y cuya independencia política prácticamente no existe.
Me parece que es difícil negar que la baja renta por habitante, la subalimentación, el incremento de la población debida a la alta tasa de natalidad, las débiles infraestructuras en lo que tiene que ver con comunicaciones y transporte, la falta de modernización del sector agropecuario, las cada vez más elevadas tasas de analfabetismo, y le añado otro elemento a esta lista que bien podría ser más extensa: líderes políticos con escasísima preparación en la administración de la cosa pública, sin dejar de mencionar, que su mayor preocupación es la consolidación de sus propios intereses, son factores que hacen que debamos cuestionar en todas sus dimensiones el concepto del desarrollo. De verdad: ¿qué es eso del desarrollo?
Si la memoria no me falla, recuerdo que hace un buen tiempo -que a la postre no es mucho- leí que aquellos países que no habían pasado por la conocida Revolución Industrial, se les denominó "pueblos subalimentados" (no se mencionaba la palabra hambre); luego, se les llamó "países subdesarrollados" y después "naciones en vías de equipamiento" o "en vías de desarrollo". Pero sea la denominación que quiera emplearse, lo cierto es que la distancia entre ricos y pobres se hace cada vez más abismal, con todas las consecuencias que ello implica, negativas, por supuesto, para los más débiles y desamparados.
Alguna vez Nehru, el abogado y notario amigo de Mahatma Gandhi, y quien llegó a ser Presidente del Congreso Nacional Indio, dijo: "la verdadera división del mundo contemporáneo no se encuentra entre países comunistas y países no comunistas, sino entre países industrializados y países subequipados".
Pregunta sencilla: ¿Cómo puede ser que nos vanagloriemos de los descubrimientos e innovaciones científicas y tecnológicas en una época como ésta, en la que la mayor parte de la población de este planeta se muere en la mayor indigencia? De nuevo: ¿A qué le estamos llamando desarrollo?
Quizás logremos algunas respuestas en el Encuentro de colectivos que se realizará en la Universidad de Manizales, el viernes 13 y sábado 14 del presente mes, con la posible presencia del profesor Arturo Escobar. Un hombre manizaleño, profesor en la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, y quien dedicó su vida a la ecología política, la antropología del desarrollo, y a los movimientos sociales. En este espacio académico, con los ciudadanos de Caldas y con los grupos que deseen asistir, buscaremos alternativas a lo que se denomina ahora como desarrollo, pensando concretamente en la posibilidad de construir otro pazífico (así, con zeta).
El cuestionamiento permanente al que invito sobre el asunto del desarrollo solo es posible en un gran escenario de conversación entre académicos y colectivos sociales. Me parece que debemos buscar alternativas distintas a las que se nos ofrecen a partir de la separación radical científico-técnica entre los ciudadanos, sus formas de vida y la naturaleza misma. En esta separación se nos ha olvidado que la naturaleza tiene derechos.
¿Por qué pensar en el Pacífico Colombiano? Sencillo: porque este lugar es un inmenso e infinito territorio de biodiversidad y, como si fuera poco, es un patrimonio de naturaleza de la humanidad. En el Pacífico colombiano se han producido impresionantes migraciones humanas y animales, y guerras contra las culturas ancestrales y contra la naturaleza misma; en suma, allí se ha venido paulatina e inmisericordemente dando un eco-genocidio de la vida en su más amplia diversidad. Sencillamente por esto.
Finalmente, si nos ponemos de acuerdo en que debemos cuestionar la idea de desarrollo que se maneja en estos países, de pronto debiéramos comenzar por mirar con mucho cuidado cómo millares de seres marginados, débiles, sumidos en la indigencia, analfabetos (desde cierto punto de vista), humillados, con sus
formas de resistir dan cuenta notoria de memorias y formas de vida alternativas. Quizás por ahí encontremos nuevas y mejores concepciones de lo que significa el desarrollo, tan solo a partir de prácticas del buen vivir.
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