Pedro Felipe Hoyos Körbel


¿A qué época pertenece la música de Bach? Yo diría que a la de hoy. No oigo nada en ella que me insinué que haya sido creada en pleno absolutismo. Esta música siempre es nueva. Fue de ayer, tiene su hoy y en el futuro seguirá presente. Si observo un lienzo de Wateau, contemporáneo de Bach, veo la época. Hoy no pintamos así. Reconozco y admiro un pasado y una maestría que perdió vigencia. No logro nivelarme con la obra. Con Bach mi identificación es completa, ese hombre compuso música hace trescientos años que refleja el sentir de hoy.
Quiero evitar el roído término de "clásico", sería un indecente atajo para acercarme a la obra de Bach y que finalmente no conduce a ninguna parte. Creo que los grandes artistas son una especie de sumos sacerdotes que están en permanente contacto con fuerzas que actúan sobre nuestras necesidades metafísicas. Ellos perciben y les es dado expresar esa experiencia o ese estado. Decir que fungen como traductores, de intermediarios entre mundos es acertado. Nos pasan a otra dimensión y hacen que esa otra dimensión esté presente en nuestras vidas. La espiritualidad al igual que la materia debe tener algún tipo de peso específico y en ese sentido Bach sembró sus partituras con corcheas de sonoro oro, armónico mercurio y dinámico platino.
Rechazo el planteamiento matemático para explicar la obra de Bach. Por supuesto que se debe detectar una correspondencia numérica en la música de Bach. La música es finalmente física, son hondas que se mueven en frecuencias y la forma con que los seres humanos graficamos la música es expresando en números su medida y relación. Lo que no creo viable es que Bach haya hecho su obra con cálculos matemáticos. Que haya trabajado como un alquimista con una fórmula dorada, la cual al ser multiplicada por un número sagrado, diera como resultado esas enormes avalanchas de emociones sonoras. Pienso que las personas que tratan de dilucidar por medio de explicaciones "científicas" este tipo de creaciones humanas, tienen una gran desconfianza en la capacidad creativa del hombre, al parecer no han estudiado al ser humano a fondo y en toda su complejidad. Los asusta este abigarrado objeto de estudio que es más profundo que cualquier valle marino y más alto que el más destacado pico del Himalaya; que supera en oscuridad y sordidez a una cueva y así mismo es brillante y transparente como la luz. Dispuesto a tomar vidas ajenas y siempre presto a dar la propia; cambiante como las nubes del cielo e inamovible como el transcurso del tiempo. Para el ser humano cero es lo mismo que millón.
Es con los ojos cerrados que el artista crea, una voz al interior le dicta la obra. Él ya no necesita pensar, entra a operar otra parte de la humanidad, ahora la razón y el conocimiento solo son la ruta más no la meta. La obra de Bach está saturada de esta situación. Parodiando a Aldous Huxley y a Jim Morrison: Él mantenía rondando las puertas de la percepción.
El artista se entrega, deja de ser él mismo y se llena de su arte. Entrega lo material a los pobres ya que éstos están condenados a sufrir lo material ya sea teniéndolo o careciendo de ello, ellos, definitivamente, están en otra etapa. Para seguir al Maestro, a la Voz suprema, el artista se deshace de sus bienes. Su conciencia se hace atemporal, su conocimiento es diferente a su obra. Ya la discusión no se limita a ser o tener. Cada partitura es un pedazo de fuego que Bach le sustrajo a los Dioses y se lo entregó a la humanidad. Poseer ese fuego es parecerse a Dios, es acceder a otra dimensión. Oír a Bach es dejar que ese fuego consuma las impurezas y livianos y libres nos acerque al espíritu.
Para mí el término tocar o la versión alemana spielen (que traduce jugar) para designar el hacer música no se ajusta, este concepto no define ni la causa, ni el efecto. Pienso en Bach y él no está jugando y tampoco se está limitando a "tocar". Me imagino que en algún otro idioma exista un término que hable de "construir" refiriéndose a la acción de hacer música. La sensación que me produce la música de Bach es tridimensional, es arquitectónica. Es un espacio alto y profundo. No sé en cuanto sea una asociación con las catedrales góticas en las que he oído su obra; inclusive su obra pagana tiene esa connotación. Él teje una gran variedad de hilos, distintos en calibre y material, ajustándolos en un gran tapiz. Cada parte es admirable, gustoso se sigue el intrincado curso de un hilo o se recibe la impresión de todo el tejido. Nudos, remates y enlaces son preciosos. Y si se coloca el tejido sobre el suelo se vuelve paisaje que invita a recorrerlo: praderas bañadas por el sol; bosques de encinas resistiendo el embate del viento; grandes pinos creando oscuridad cuando se oponen en grupo al paso de la luz; quebradas parlanchinas; profundos lagos; hermosísimas playas que alternan con montañas y desiertos de móviles dunas.
Finalizo con una idea planteada por Phillip Spitta, biógrafo de Bach que dijo en 1898: "He dicho que Dios le debe todo a Bach. Sin Bach, Dios sería un personaje de tercera clase. La música de Bach es la única razón para pensar que el Universo no es un desastre total. Con Bach todo es profundo, real, nada es fingido. El compositor nos inspira sentimientos que no nos puede dar la literatura, porque Bach no tiene nada que ver con el lenguaje. Sin Bach yo sería un perfecto nihilista".
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