Alejandro Samper


Tal vez sea la hipoxia que produce estar a 2 mil 640 metros sobre el nivel del mar o ese centralismo político y endogámico que se concentra en Bogotá, pero lo visto esta semana por el Gobierno Nacional ante el paro nacional agrario es una cosa de tontos.
La primera imagen que evidenció que el gobierno del presidente Juan Manuel Santos no tiene ni idea de lo que estaba sucediendo fue la del ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón sobrevolando el altiplano cundiboyacense en un helicóptero y diciendo que no había bloqueos en las vías. "Hay uno pequeño a la salida hacia Tunja, de unas 40 personas. ¿Dónde está la Policía?", dijo en directo para un noticiero.
Seguramente era porque estaba en un helicóptero y vio a estas personas como pequeñas hormigas. Pero eran 40 campesinos enojados que le cortaron la circulación a muchos productos agrícolas que iban rumbo a la capital y a otras ciudades del país, afectando la canasta familiar de millones de colombianos. Incluida la de los policías que el ministro ordenó a levantar el bloqueo.
Pero ese mismo día -el domingo pasado- la tontería alcanzaría otro nivel cuando el presidente Santos dijo que "ese tal paro nacional agrario no existe". Al ver y escuchar esto es inevitable preguntarse en qué país están estos personajes.
Me recordó aquella frase que le achacan a la esposa de Luis XVI de Francia, María Antonieta de Austria, pero que al parecer pronunció María Teresa de Austria (esposa de Luis XIV) cuando su pueblo muerto de hambre pedía pan: "si no tienen pan, que coman hojaldre".
Esa actitud monárquica de Santos, de reyecito metido en su castillo e ignorante de las necesidades de su pueblo, fue indignante. Dio pena ajena. Evidenció que desconoce la situación del agro en Colombia y que como dijo un campesino boyacense en un reportaje publicado en El Tiempo: "los bogotanos y los antioqueños creen que manejan el país, pero somos los boyacos quienes lo alimentamos".
La situación del campo colombiano da tristeza. Según el DANE para el 2012 los índices de pobreza en las ciudades había disminuido, pero en las zonas rurales subió al 46,8%. Y el de pobreza extrema subió al 22,8%. Son tan pobres como los haitianos, el país de América Latina donde la brecha social es más amplia, y donde no tienen el potencial agropecuario que tenemos nosotros.
Pero Santos no lo había visto. O al menos no le habían dicho. O lo tenían distorsionado. Le tomó nueve días, 512 personas detenidas, un policía y tres ciudadanos muertos, decenas de heridos, desabastecimiento en las poblaciones, vías incomunicadas, toneladas de alimentos podridos, de litros de leche derramada en las carreteras, empresas cerradas, millones de pesos en pérdidas por actos vandálicos y ciudades en toque de queda para aceptar que algo sí estaba pasando.
Finalmente reconoció que existe una crisis en el sector agropecuario por un "abandono de décadas", que no es culpa de él, sino de los gobiernos que lo antecedieron en las últimas cinco décadas. Cada uno de estos mandatos -uno más perverso que el otro- acabó con el campo. Uno lo quiso repartir entre los partidos políticos, otro lo quiso dividir entre los terratenientes, otro se lo dejó a los narcotraficantes que sometieron a los campesinos, otro a la guerrilla que desplazó a los campesinos, otro a los paracos que masacró a los campesinos, otro negoció un TLC abusivo y otro lo firmó, otro le dio subsidios a los terratenientes, otro dejó sin mar a los pescadores... y así la cosa.
Ayer se levantó el paro agrario con unos acuerdos que, aunque suenan muy bonito, tendrán que pasar por los lobistas de las multinacionales agrícolas que importan grano, hortalizas, legumbres, tubérculos, lactosuero, abonos y herbicidas.
Ya fuimos testigos de lo que hizo Monsanto cuando la Policía dijo que no les compraba el glifosato que ellos vendían para fumigar los cultivos ilícitos, pues un proveedor chino lo ofrecía más barato. Esta multinacional, con el apoyo del Departamento de Estado gringo, presionó para que volvieran a comprarlo, so pena de que se redujeran las ayudas en la lucha antinarcóticos (ver: http://www.elespectador.com/impreso/temadeldia/articulo-370286-el-glifosato-chino-de-policia?q=impreso/temadeldia/articulo-37028...).
Seguramente vendrán más protestas, porque el país está cansado de los abusos (en salud, educación, sistema pensional, sistema penitenciario, alzas de la gasolina). Santos probablemente ni se dé cuenta en su afán de buscar su reelección y un Premio Nobel si logra la paz con las Farc y el Eln.
Mientras tanto nos mandará a comer hojaldre. Y verá al país desde un helicóptero Blackhawk. El mismo que usó hace un tiempo su hijo Martín para llevar de paseo a sus amigos a la finca de la familia en Anapoima (ver: http://www.taringa.net/posts/apuntes-y-monografias/7705880/El-hijo-del-presidente-de-vacaciones-en-su-finquita.html). Un claro abuso de las herramientas del Estado y de uso inadecuado del erario. Pero son extravagancias de la monarquía.
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