El edificio 1 del Centro Mundial de Comercio en Nueva York se convirtió en la construcción más alta del hemisferio occidental. La altura total del complejo es de 1776 pies o un poco más de 541 metros. Hasta hace once años y ocho meses sobre ese mismo lote donde ahora se irgue el WTC1 estuvieron las Torres Gemelas, símbolos últimos de caos y miedo.

Las memorias todavía permanecen frescas de aquel 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, han pasado más de dos lustros que han fortalecido a los Estados Unidos luego de ese golpe que aún les provoca una dosis de impotencia y frustración. Por ello, la medida de nacionalismo y patriotismo que tiene esta torre es diferente. Se planeó que su altura total fuera de 1776 pies, el mismo guarismo que reposa en el Acta de Independencia de esa nación, firmada el 4 de julio de 1776.

Es válido aclarar que la altura final del edificio 1 del Centro Mundial de Comercio -que hasta hace unos meses sus constructores pretendían llamarla Torre de la Libertad- se da por la instalación de una antena de televisión en el tope de la estructura.

Toda esta parafernalia por la terminación estructural de esta torre se ajusta al compás de una aparente recuperación económica de Estados Unidos, impulsada fundamentalmente por el sector bancario, laboral y de propiedad raíz. Uno de los reflejos amplios de esta apertura en la economía estadounidense se muestra en la bolsa de valores, en especial en el índice industrial de Dow Jones que hace unos días pasó la barrera sicológica de 14 mil puntos.

No obstante, caben algunas dudas sobre estas cifras que varían a diario de acuerdo con las firmas de bolsa que vigilan el adecuado crecimiento de los mercados. Los números que reporta el Departamento de Trabajo cada dos semanas suben y bajan como una montaña rusa. Muchos de esos empleos son ocupaciones contratadas en términos de cortos, como el arreglo de carreteras y otras labores de infraestructura. El gobierno Obama se defiende cuando especifica que ésta es una estrategia válida para reavivar la economía.

Lo que realmente está en discusión son las políticas económicas del presidente versus las condiciones impuestas por la oposición.

Durante esta época del año, próximos al verano nórdico, los vientos y las mareas políticas de EE.UU. se calman ostensiblemente, dejando espacio para que durante otoño e invierno los políticos y su actividad fiscalizadora acaparen todos las planas de los diarios.

Lo cierto en este caso es que numéricamente la economía de Estados Unidos está saliendo de la cárcel en la que están condenadas las finanzas de Grecia, Italia, Portugal, España y, probablemente, Francia. El contagio puede ser más amplio si la Unión Europea se dispone a esperar que Alemania saque a este cúmulo de naciones de la crisis económica. Los bancos centrales tienen el destino de sus países en las manos y su gestión podría redefinir un mapa económico mundial.

Antes de los estremecedores ataques terroristas de 2001, las Torres Gemelas fueron el símbolo de la voracidad del capitalismo. En sus construcciones se gestaron grandes negocios y millonarios tenían en sus muchos pisos varias de sus más importantes firmas. Luego de su súbita desaparición, meses y años de trabajo dan la visual de una mole de concreto que mira desde unas calles más arriba a Wall Street, esperando que la bolsa responda tal como el país respondió a las demandas de los grandes bancos para poder funcionar.

Solamente el tiempo dirá si la constancia de la construcción de la torre fue una analogía real de la velocidad de la recuperación económica de Norteamérica; agobiada, de nuevo, por problemas de seguridad nacional.

Los bancos centrales tienen el destino de sus países en las manos y su gestión podría redefinir un mapa económico mundial.