Alejandro Samper


Hagamos un ejercicio. Imagínese que usted es el alcalde de una población en la que hay una banda que atemoriza a la comunidad. Un grupo de personas que vacunan a los ciudadanos que pasan por ciertas calles. Que portan armas y drogas. Que vandalizan el espacio público con sus mensajes. Que arman desmanes cada semana. Que por sus acciones toca militarizar algunos sectores de la ciudad. Que tienen en su haber más de un muerto.
¿Qué haría como autoridad?
Si fuera la guerrilla, probablemente pediría tropas para que sofoquen sus ataques. Lo mismo si es una bacrim. Pero si es una barra brava del fútbol, la cuestión es diferente, aunque sus acciones sean igual de terribles.
Lo que está sucediendo con Holocausto Norte (y otras barras del país) es una vergüenza. Solo hay alcahuetería por parte de las autoridades locales y de la Policía con este grupo que ya se les salió de las manos a sus propios líderes. Y también es culpa de los directivos y jugadores del Once Caldas que en vez de desacreditar las acciones de estos mal llamados hinchas, hacen oídos sordos y le dan la espalda a la comunidad que les pide se pronuncien ante lo que hacen estos barristas.
Hace unas semanas escribí una columna que titulé El barrista imbécil, en la que criticaba a Holocausto Norte y la actitud de sus miembros y sus líderes, el concejal Juan Sebastián Gómez y John Jairo Vásquez (a quien conocen como ‘el Loco’). Me llovieron improperios y amenazas de algunos miembros de esta barra. Sin embargo, me dieron la razón ese mismo fin de semana, cuando dentro de la misma tribuna terminó apuñalado un muchacho.
Las autoridades y los mismos capos de Holocausto salieron a decir que la agresión se debió a cosas extrafutbolísticas. Vale, listo. Pero, ¿por qué hay personas con armas en las tribunas? ¿Dónde están los líderes de cada parche para que controlen a sus miembros? ¿Acaso el concejal Juan Sebastián no dice que ellos son capaces de autorregularse, y que son ejemplo nacional por liderar programas de convivencia entre barristas? ¿Dónde queda el trabajo de programas como Pégate al parche, que es de la Alcaldía? ¿Y el dinero que destinan para este?
Antes del partido contra el Deportivo Cali, unos muchachos de Holocausto (sí, digo que son de este grupo porque algunos de ellos llevaban el emblema de la barra impresa en sus prendas) se pelearon con otros jóvenes en el sector de El Cable. Agarraron las sillas de algunos establecimientos comerciales y se las tiraron entre ellos. Y el sábado pasado, un grupo de barristas seguidores del Once Caldas persiguió con palos, navajas y hasta hachas a un joven por el barrio San Jorge. En esa persecución dañaron dos establecimientos comerciales e hirieron con el hacha a un comerciante en la cabeza.
Más que barristas son unos salvajes. Pronto, la fundación Voces de Aliento (que es de Holocausto) cambiará su razón social a Voces de Aliento a las Víctimas de Holocausto. A propósito de esta fundación, ¿qué hacen, lo mismo que Pégate al parche? ¿Dónde están sus obras? ¿Por qué tanto secreto y recelo cuando se les pregunta por las actividades que realizan y dónde las llevan a cabo? ¿Es cierto que la Alcaldía les da 100 millones de pesos anuales? Si es así, ¿se lo gastan en papel picado y trapos? ¿Y por qué el gobierno local les tiene que dar plata? ¿Acaso es por el poder del concejal Gómez? Muchas preguntas...
Me aterró escuchar esta semana a la secretaria de Gobierno local, Paula Andrea Sánchez, decir en el programa Alerta Manizales que antes de uno de los partidos de los octogonales, las autoridades se habían incautado de drogas y de unas 200 armas blancas a la entrada de la tribuna norte. ¡200! Como para armar una compañía militar. Y el partido siguió con estos tipos en las tribunas. No hubo sanción. Ni un llamado de atención público.
La solución que ella planteó (tras discutirlo con el mayor general de la Policía Rodolfo Palomino, director de Seguridad Ciudadana) para el partido ante Santa Fe era militarizar la zona y cerrarle las fronteras a los hinchas santafereños. O sea, "la ciudad de las puertas abiertas" cierra sus puertas, y un partido de fútbol convierte al barrio La Estrella en zona de guerra por culpa de la gente de Holocausto Norte.
A Juan Sebastián y a ‘el Loco’ hay que decirles que ellos pueden enviar comunicados en los que digan que "Holocausto Norte no promueve, tolera, acepta ni comulga con la violencia en cualquiera de sus manifestaciones", cuando es evidente que la barra es violenta. Y tiene atemorizada a la comunidad. Y puede que digan que el parche que sea violento no podrá ingresar a la tribuna norte, pero se les olvida que esa tribuna no es de ustedes. Pertenece a toda la comunidad, pues el estadio Palogrande es de la ciudad. Ustedes no tienen la potestad de prohibir el ingreso a alguien a un espacio público. Y si tienen dicha autoridad (como al parecer la tienen según el comunicado que enviaron hace unas semanas a varios medios de comunicación), ¿dónde está el contrato o el documento que lo confirme?
Holocausto Norte no ha sacado del estadio a los parches violentos, pero sí ha ahuyentado a las familias que disfrutaban del fútbol en paz.
Señor alcalde Rojas, usted que se ha ganado fama de ser muy bravo con sus funcionarios, parece aturdido y falto de reacción con esta barra. A las autoridades hay que gritarles "¡Pongan huevos!", como les cantan desde la tribuna norte a los jugadores en la cancha.
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Nosotros que nos burlamos de Venezuela que porque a Hugo Chávez le daban un premio de periodismo póstumo, después de que censuró, persiguió y finalmente cerró los canales y periódicos que eran de la oposición, y aquí elegimos a Álvaro Uribe como El Gran Colombiano.
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