Esteban Jaramillo


LA PATRIA | Bogotá
Inesperado el resultado del Once Caldas, ante Quindío, e indigno por la posición en la tabla de los protagonistas. Era el día del liderato y la consolidación de una idea que ilusiona, la de llegar a las finales.
Se sabe que el público es sensible ante los contrastes, no los acepta, se inquieta y reacciona ante las desgracias propias. El único objetivo en el fútbol es ganar, decía alguna vez el octogenario Gabriel Ochoa Uribe, otrora entrenador exitoso. Lo propio piensa el simpatizante, sin maquillar sus alegrías y frustraciones.
El aficionado del común no pasa por alto que se pierda por actitud, o que un jugador se doblegue ante su descontrol emocional, para echar por tierra lo planificado.
Pero el fútbol merece un análisis con mayor profundidad, ajeno, inclusive, al periodismo sensacionalista que en su masoquismo sentencia por los resultados. La pendiente hacia el éxito se recorre paso a paso, con sacrificios y, especialmente, con frenos bruscos o caídas.
No estaba preparado el partido para jugarlo con un hombre menos, como ocurrió, aunque esto no exime de responsabilidad a jugadores y cuerpo técnico, que sucumbieron a la adversidad de la inferioridad numérica y carecieron de ingredientes técnicos y tácticos para remontar la incomodidad del resultado.
Aquella noche el fútbol no fluyó, se hizo monótono. No puede hacerse como único responsable a Jiménez, conocedores de la trascendencia de su error, si cerca de hora y media tuvo el equipo para corregir caminos y conductas. No hubo juego, hubo ansiedad, hubo tensión… hubo nervios.
Agudizado el asunto, porque el equipo se retarda en encontrar su forma e identificar su estilo, ya que algunos de sus componentes registran altibajos desesperantes de rendimiento y las presentaciones, tan elogiadas en el triunfo, no tienen ni continuidad ni perdurabilidad.
Las derrotas alejan la confianza, pero siempre hay un próximo partido. Una caída no es una tragedia si existe la voluntad, para salir de dudas.
Nota al margen: Jonathan Fabro erró un lanzamiento en la tanda fatal de los penales ante el Porto en Tokio, y Beltrán, discreto jugador que por aquí anduvo, fallo el suyo en la final ante Junior hace año y cuatro meses. Y no fueron fusilados. “perder es ganar un poco”… de los errores se aprende.
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Pero el fútbol merece un análisis con mayor profundidad, ajeno, inclusive, al periodismo sensacionalista que en su masoquismo sentencia por los resultados.
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