Los indicadores de percepción van ganando espacio en las mediciones de calidad de vida, pues es imposible medir este aspecto sin preguntarles su opinión a los ciudadanos. Sin embargo, no siempre la percepción guarda concordancia con los indicadores técnicos.

Este año, Manizales fue comparada con otras nueve ciudades colombianas en los resultados de encuestas de percepción de la Red Cómo Vamos. Gracias a la red, Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena, Ibagué, Bucaramanga, Valledupar, Pereira y Manizales hacen seguimiento sistemático de calidad de vida, basado en indicadores técnicos y de percepción.

Para ser el primer año, Manizales salió bastante bien calificada: ocupó el segundo lugar en percepción de calidad de vida, superada únicamente por Medellín y desplazando a Pereira, que en 2012 había ocupado este lugar. La Red Cómo Vamos elaboró este ranking a partir de resultados ponderados de la encuesta de percepción en las variables con mayor correlación.

Sin embargo, dos aspectos saltaron a la vista en el caso local, por sus paradojas entre percepción y estadísticas técnicas: seguridad y la educación.

La percepción de seguridad es objeto de permanente monitoreo y ha incidido en decisiones de política pública. Por ejemplo, el exalcalde Rudolf Guiliani aplicó una estrategia para aumentar la seguridad en Nueva York a partir de indicadores de percepción, con muy buenos resultados en la sensación de seguridad. Mejoró así los comportamientos de los ciudadanos y por ende, los indicadores técnicos.

De la otra orilla hay casos como el de Bogotá, reconocida recientemente por la ONU como una de las capitales más seguras del mundo, por su baja tasa de homicidios. Pero al mismo tiempo la capital colombiana tiene la percepción de inseguridad más alta del país.

¿Por qué la gente se siente insegura, a pesar de los buenos indicadores de seguridad en una ciudad? ¿Incide esta percepción en la calidad de vida? Claro que sí, la seguridad es uno de los factores más correlacionados con la calidad de vida y si la gente se siente insegura en su ciudad, estará menos satisfecha de vivir en ella.

En el caso de Manizales, se destaca como la ciudad con mayor percepción de seguridad y con uno de los menores niveles de victimización entre los municipios analizados. No obstante, cifras oficiales nos dejan mal parados: en 2012 nuestra tasa de homicidios fue de 30 por cada 100 mil habitantes, similar a la nacional (31), la cual es pésimo referente, pues somos uno de los países más violentos del continente.

En cuanto a educación, 9 de cada 10 manizaleños se sienten satisfechos con la que reciben los niños y jóvenes, pero los resultados en Pruebas Saber en 5° y 9° dejan mucho qué desear. En promedio, la mitad de los niños y jóvenes no alcanzan los resultados esperados, los cuales empeoran en el sector oficial, donde en promedio el 60% de los estudiantes no alcanzan el nivel satisfactorio.

Esto no solamente pasa en Manizales o en Colombia. Los resultados en las otras ciudades son similares. Un estudio realizado por el BID en 2008, evidencia en toda América Latina profundos contrastes en educación, en cuanto a satisfacción y resultados alcanzados.

Países como Venezuela, Uruguay y Paraguay tuvieron niveles de satisfacción más altos que Japón, aunque los resultados en Pruebas Pisa de los primeros fueron 35% inferiores que los de los japoneses. Esta satisfacción con la educación disminuye en aquellos países con mejores sistemas educativos, como Brasil y Chile, aunque sus estudiantes tengan los mejores rendimientos de la región.

El asunto es delicado. Si las personas se sienten satisfechas con la educación que reciben sus niños y jóvenes, es poco probable que demanden un esfuerzo adicional al gobierno local y al nacional en estos temas. Y sin interés público es difícil que las autoridades inicien un proceso de transformación.

Debemos recordar que recientemente el debate Cómo Vamos en Educación arrojó como principal conclusión la necesidad de un cambio profundo en el sistema educativo y sugirió evitar el conformismo. Que así sea.