Guillermo O. Sierra


Lo hemos dicho infinidad de veces: países como el nuestro necesitan, de manera urgente, realizar importantes inversiones en materia de educación, ciencia y tecnología. No es una tarea imposible; por el contrario podríamos encontrar muchísimos ejemplos que dan cuenta de ello. Pero, además, se trata de una tarea impostergable, máxime si tenemos en cuenta que este siglo es el de la economía del conocimiento.
Lo dicen los expertos: ya los recursos naturales no producen lo necesario para el crecimiento de una sociedad; los países que más han avanzado son aquellos que consideraron muy juiciosamente la consolidación de procesos de creación (innovación le denominan quienes hacen reingeniería) y de producción de bienes y servicios. Hay estudios del Banco Mundial que registran que el grueso de la economía mundial pertenece al mencionado sector que alcanza un 68%, en tanto el sector industrial no supera el 29%.
Esta tendencia cada vez más creciente que se acelera a pasos agigantados, requiere de instrumentos de control y regulación que, además de los jurídicos, están dados por la consolidación de un pensamiento contable que en Colombia -y en algunos países de América Latina- de hecho está cumpliendo un rol trascendental.
Para que personifiquemos este asunto, los contadores públicos han venido asumiendo como su gran proyecto de vida el ejercicio de la Contaduría Pública; se han ganado de los ciudadanos y ciudadanas un alto reconocimiento porque han logrado convertirse en referentes nacionales en el ámbito de la vida pública económica y social. No creo que esto merezca la más mínima duda, máxime porque como bien lo anotan, por ejemplo, quienes están vinculados con el Centro de Contadores Públicos de Manizales, toda sociedad requiere para sus adecuadas interpretaciones y decisiones empresariales, de serios análisis provenientes de la información contable y financiera.
El pensamiento contable es fundamental para el respectivo seguimiento y control de los recursos de una organización que busque tomar acertadas decisiones gerenciales en todos los niveles: sociales, políticos, ambientales, organizacionales...; sobre todo, si se tiene en cuenta que hoy más que ayer los contadores públicos cuentan con una mirada integral de todo el aparato social de una nación, máxime porque las sociedades requieren procesos sustentables y sostenibles que faciliten la producción de bienes, servicios, empleo y, en general, estimulen el bienestar de los ciudadanos y ciudadanas.
Por todo lo anterior, se necesitan personas altamente competentes, cuyo eje primario provenga de una educación de alta calidad; al fin y al cabo, los contadores públicos con los que contamos en la actualidad, han logrado convertirse en fieles intérpretes de la infinita y compleja información financiera y económica que les permite evidenciar los impactos de las grandes o pequeñas economías.
Y la consolidación del pensamiento contable que refiero no podría darse si no hay adecuadas y suficientes inversiones en tecnología, por ejemplo; la aplicación del conocimiento en esta materia trascendió desde hace ya mucho tiempo los paradigmas de las escuetas tenedurías de libros de cuentas, para darle paso a la verificación y confrontación de procesos en aras de buscar los fines últimos de cualquier empresa y sociedad. Lo mismo podría decirse de las herramientas financieras y estadísticas que permiten ejercer adecuados y eficaces controles estratégicos en las organizaciones.
Deseo, con todo lo anterior, hacer un reconocimiento a todos los que se dedican a estimular y fomentar la aplicación de un pensamiento contable de alta calidad, sin el cual no podríamos pensar en una sociedad más justa y equitativa.
Un abrazo solidario para todos los contadores públicos. Ayer fue su día.
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