Alvaro Segura


En menos de lo que pensamos y creíamos se nos cayó la estantería llena de trofeos y reconocimientos y nuestro Once Caldas, el equipo del alma, el gran orgullo deportivo del departamento y del país, la institución blanca y transparente de la que siempre nos ufanamos, pasó de ser el mejor club de fútbol de la década en Colombia a quizá el peor fracaso deportivo y administrativo local y nacional. ¡Qué tristeza y desilusión!
Al mejor estilo de tantas películas, novelas y dramatizados inspirados en hechos reales que muestran cómo la ambición y el interés económico acaban con sentimientos, con empresas y con familias, aquí presenciamos un montaje dizque pensado para entretener a los caldenses, que si bien logró en su momento ese cometido, se desvió muy rápido de su línea cuando algunos lo vieron como la oportunidad para amasar poder, pero sobre todo para lucrarse económicamente de manera directa o indirecta.
Siempre, desde mis primeros años de hincha fiel, soñé con un Once protagonista y campeón. Pero pasaban los años y a pesar de su juego vistoso y característico nada que ese colectivo alcanzaba su segunda estrella. Por eso le decía a mi padre, seguidor infaltable de su blanco, que sentía envidia de la buena al saber que a él le había tocado celebrar el campeonato del 50, mientras yo veía un logro de esos casi imposible.
Sin embargo Dios no se guarda nada y fruto quizás de tantos pedidos propios y de nuestras madres al todopoderoso, además de un manejo limpio de mafias, llegó en el 2003 la inefable segunda estrella de la mano del técnico Luis Fernando Montoya, el llamado ‘Campeón de la vida’. Alegría, júbilo, éxtasis, todos los mejores sentimientos los vivimos entonces, sin imaginarnos que ese sería el comienzo de dos historias, una, la de las máximas glorias y reconocimientos para el entonces chico Once Caldas, y la otra, la del desperdicio económico y la francachela a la que algunos directivos que se dicen dueños de la institución llegaron embebidos de poder.
No pretendo con esto indicar que el Once debió quedarse como chico cuando después de su segunda estrella llegó al máximo de los honores que cualquier equipo del continente pueda alcanzar: Campeón de la Copa Libertadores de América. Ni más faltaba. Pero una cosas es ser mesurados y racionales así se tenga más plata, y otra dejarse obnubilar por la fama y la adulación. Fue así como inmediatamente después de semejante hazaña llegaron el derroche y los enfrentamientos entre directivos por el dominio de la institución y no hubo visión para establecer una plataforma sólida que le permitiera a un club deportivo sin muchos recursos mantener reservas para enfrentarse a los imponderables del fútbol. Y eso que después vinieron otras dos estrellas nacionales.
Y todo lo anterior pasa cuando algunos en momentos de buenos resultados asumen como propio lo que no es de ellos, así les pertenezca. Me explico, el Once Caldas puede ser de cinco o 10 directivos, accionistas hoy bajo la nueva figura de Sociedad Anónima, pero la verdad es de los caldenses que estamos aquí y de los otros miles regados por el país y el mundo, quienes siempre lo hemos seguido y sufrimos con sus derrotas y celebramos sus triunfos. Ese es nuestro fútbol en Colombia, lleno de falsedades, intereses y mafias, el espectáculo deportivo que mueve pasiones y sentimientos, pero que nuestros gobiernos y nosotros mismos dejamos prostituir sin hacer nada.
¿Pero cómo es que en tan poco tiempo caímos tan bajo? No sé, creo que vale la pena pedir explicaciones que muchos no han entregado. Por el cuadro albo, me refiero a sus directivos, han pasado personas honorables, sin tacha, con una trayectoria empresarial o política que han contribuido al bienestar de la institución y del espectáculo que brinda, así los resultados en lo deportivo no hayan sido los esperados. Pero también han pasado otros que merced a sus intereses personales han cometido toda clase de desaciertos perjudicando las arcas del club y llenando los bolsillos propios y de terceros.
A mi modo de ver lo que le pasa al club sólo se explica en una serie de desaciertos de los directivos que, primero, permitieron la ida de Juan Carlos Osorio, hombre recto y honorable, para entregarles lo poco que quedaba de ese tesoro a dos inexpertos en la conducción de grupos (Pompilio Páez y Eduardo Cruz) quienes lo dejaron, teniendo las mejores intenciones, en la inopia absoluta, al punto que hoy solo tiene 13 puntos (tres más que el último en la tabla), con toda clase de actos de indisciplina y escándalos de sus deportistas.
Lo más grave de todo es que aquí no hay confianza ni en los jugadores ni en los directivos. Juan Ramos, el anterior Presidente, que dicen hizo y deshizo, se fue peleado con todos, fruto de sus yerros. A él lo sucedió José Manuel López, a quien le falta carisma y liderazgo, y aunque tiene en juego parte de su patrimonio de acuerdo con sus versiones, no convence en su mandato.
Duván Vásquez, el gerente, llegó allí antecedido de la mala imagen que le generó ser defensor, socio y amigo no sólo del controvertido exgobernador Mario Aristizábal sino del prófugo de la justicia Carlos Arturo Fehó, exgerente de la Licorera. Además de la noche a la mañana apareció como uno de los principales y mayoritarios dueños del equipo (aportante entonces). ¿Cómo lo hizo? No ha explicado. Y como si fuera poco en su administración, la cual arrastra el lastre de muchos desaciertos pasados, el equipo llegó al peor déficit en su historia, debe alrededor de 22 mil millones de pesos, tiene sus cuentas embargadas, no le alcanza para pagarles a los jugadores y técnicos y está pendiente de que le aprueben la reestructuración de pasivos para poder seguir vivo en el torneo. ¿Qué es esto por Dios? ¿No es esta la crisis de las crisis del Once?
Y lo peor es que el escaso patrimonio que tiene en jugadores está a punto de perderlo por el incumplimiento salarial. Y aun así se atreve a decir que el semestre para el Once no está perdido. Qué pesar, la hinchada frustrada, y el club sin una cantera de jugadores propios, caldenses para mejor decir, porque en este equipo tanto a los directivos como a nosotros se nos olvidó exigir que deben tener en cuenta a los nuestros, que los hay, pero se tienen que ir para otros clubes donde sí los valoran. No sigo más porque no terminaría en días. Mientras tanto, valdría la pena desempolvar estudios que se hicieron para reestructurar el club, pero los escondieron porque ese no es el interés. Mientras tanto piden compromiso de los industriales, de los gobiernos y de la gente, pero sin confianza nada se logrará.
AL MARGEN
Un feliz día a todas las madres, especialmente a la mía, a la de mis hijos y a mi bella abuela que avanza a pesar de las dificultades.
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