Alejandro Samper


Lo que sucedió esta semana con la decisión de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de entregarle - de un día para otro- unos 75 mil kilómetros cuadrados de mar perteneciente al archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, y enclavar en esas aguas los cayos de Serrana y Quitasueño, puso en evidencia la fibra de la que estamos hechos los colombianos. Sobre todo la de nuestros políticos.
Antes de la sentencia, la Cancillería colombiana se mostraba muy confiada y veían muy remota la idea de que nos quitaran áreas marítimas y que quedaran cayos enclavados. Pero todo eso pasó. Nos quitaron un área casi tan grande como las orejas de nuestro defensor en La Haya, Julio Londoño Paredes. "Quedamos anonadados", dijo Londoño Paredes, por no decir que les dieron por detrás y enfurecer al "excretable" senador homofóbico Roberto Gerlein.
Es un fallo doloroso, pero que el mismo Estado colombiano buscó en 1999. Ahora nuestros dirigentes, del Presidente para abajo, actúan como malos perdedores. El expresidente Álvaro Uribe fue uno de los primeros en decir que no se debe rechazar este fallo inapelable, a pesar de que en 2007 dijo ante los medios y ante el mismo presidente de Nicaragua Daniel Ortega que acataría cualquier decisión de esta Corte en la materia. Hoy clama por la desobediencia y se enfurrusca cuando le recuerdan lo que dijo.
El jueves la canciller María Ángela Holguín anunció que el país renunciaría al Pacto de Bogotá, lo que nos retiraría de la Corte de La Haya. Alega que Nicaragua ahora va por 200 millas de plataforma continental (o sea, por todo el archipiélago de San Andrés), que llenarán toda esa zona de plataformas petrolíferas, que qué sucederá con los pescadores, con la langosta espinosa, con el caracol pala... Están pelando el cobre.
No se preocuparon por esos temas cuando debían. Cuando todavía teníamos soberanía sobre esos corales, esos peces, ese plancton, que hoy nos hacen tanta falta (¿de verdad?). San Andrés, una isla que depende del mar, nunca contó con el apoyo estatal para desarrollar su potencial pesquero. Ahora el gobierno centralista sí se fija en ellos y propone 120 mil millones de pesos en ayuda. Y se va el presidente Juan Manuel Santos a dormir allá, acompañado con todos sus ministros, dizque para apoyar a los isleños. Creo que es más por lucir las camisas rosadas y amarillas que luce en los campos de golf bogotanos, a los que ya no puede ir porque moverse en la Bogotá de Gustavo Petro es imposible.
Los parlamentarios anunciaron que también se quieren ir para la isla y sesionar desde allá a partir del lunes. Los raizales se opusieron a esto; ya era suficiente que les robaran 40% de su mar territorial como para dejar que Roy Barreras y su combo llegaran a hacer de las suyas.
Si van, que los lleven a todos a un tour por los cayos enclavados y los dejen por allá.
Los políticos están armando un discurso patriótico montados en el dolor de haber perdido algo... un algo que nunca representó mayor interés para las clases dirigentes y los empresarios vinculados con el poder central. ¿Acaso a los primos Nule les interesaba licitar en la pesca artesanal del pargo rojo? Si fuera sierra, de pronto.
Contagiados por la bravuconada uribista, ya hay movimientos ciudadanos incitados a no obedecer. O sea, a avalar actos como los del senador Carlos Eduardo Merlano que se niega a las pruebas de alcoholemia e increpa a los agentes con el número de votos con los que salió elegido. El mismo que la semana pasada dijo que demandará al Estado porque lo destituyó e inhabilitó por 10 años tras encontrarlo culpable de tráfico de influencias.
El fallo de la CIJ es triste, pero hay que acatarlo. Y no podemos creernos el cuento de que hay que sacar el pecho hinchado de nacionalismo y darle la espalda a La Haya. Eso no es más que sacarle el cuerpo a una orden, el deporte nacional de nuestros políticos. Como nadie quiere aceptar que a San Andrés nunca antes la habían volteado a mirar (salvo para pasear y traer licor de contrabando), entonces buscan culpables de la pérdida de mar en todos lados: Santos culpa a Uribe, Uribe a Pastrana, Pastrana a la actual canciller, la canciller a Londoño Paredes, Londoño Paredes a la no inclusión de un documento de hace dos siglos que seguramente el senador Gerlein conoció de primera mano, pero que por andar soñando en el homosexualismo inane y sin importancia de las lesbianas, seguramente traspapeló. Todos están pelando el cobre. En el caso de Gerlein, pelar el Cu.
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