Luis F. Molina


Desde el inicio del milenio, Francia se ha encargado de llevar la voz europea en contra de la globalización y la integración económica del continente. Ahora, a contados días de la elección presidencial del país galo, la crisis del euro, la derecha y la izquierda y los escándalos del pasado reflejan un país bastante inestable.
Después de la primera vuelta electoral, se enfrentarán este domingo 6 de mayo el actual presidente y líder del partido conservador francés de centroderecha UMP, Nicolás Sarkozy y el candidato socialista François Hollande. Este último, encabeza las encuestas por un par de puntos porcentuales que pueden significarle la victoria este fin de semana.
Sin embargo, Sarkozy guarda las esperanzas de quedarse con los votos de la candidata de ultraderecha Marine LePen, quien quedó de tercera en los escrutinios del 22 de abril. Pero la tarea no es fácil y los ultraconservadores quizás no le confiarán sus votos al actual presidente. De hecho, se espera que LePen no endose a ningún candidato y sus votos se pueden esfumar.
Francia se ve acorralada para elegir. Con una recia crisis económica, los franceses no quieren saber más sobre los desperdicios en la otrora gran Unión Europea y ahora no quieren conocer los planes de austeridad que sus gobernantes deben preparar.
En la elección venidera ni Hollande ni Sarkozy serán el centro de atención. El factor LePen lo será. La representante del Frente Nacional hizo clara su protesta contra el sistema Euro y la forma en la que Bruselas maneja la crisis. Recuerdo entonces que es Sarkozy, junto a la canciller alemana Ángela Merkel, quien ha planeado los paquetes de rescate para algunas naciones europeas hundidas en su propio descontrol.
Dado el caso, un estilo Obama caracterizaría un gobierno del socialista Hollande. Gastaría grandes sumas de dinero en creación de empleos para tratar de estabilizar la economía y el consumo entre los franceses. Además, Hollande muestra problemas de tolerancia con los banqueros franceses y la forma en la cual especulan en la economía. En síntesis, habría menos austeridad en Francia en tiempos de difícil producción.
También, los planes de François Hollande incluyen un rechazo a los lineamientos de la Unión Europea lo que, de acuerdo con los economistas galos, afectaría la confianza en las finanzas francesas y podría animar a la desaparición del Euro.
La realidad virtual de las encuestas indica que Hollande se llevará la presidencia. Esto asustó a los grandes dictadores de la economía mundial, es decir, a los inversionistas de bolsas y ocasionó que el índice parisino CAC cayera durante lo corrido de la semana anterior.
Bajo el gobierno de Nicolás Sarkozy, Francia perdió la calificación AAA que ofrecen diferentes firmas económicas, lo que ocasionó desazón y rabia entre muchos galos. Sin embargo, Sarkozy mantiene a Francia presente en el mapa económico europeo y le ha protegido para no sufrir directamente los embates de la crisis.
Sarkozy fue un presidente de farándula, como los americanos. Se casó con una modelo y por ellos se le conoce en medio mundo. Sin embargo, a lo largo de su periodo presidencial, riñó con la prensa y negó los escándalos en los que se vio implicado por supuestos tráficos de influencias. Claramente, Sarkozy dejó su gobierno para el último año y quizás los franceses le pasen la cuenta de cobro el próximo domingo.
Por su parte, François Hollande quiere renegociar los aspectos que le vinculan con la Unión Europea. Aunque es de izquierda, su idea de contrarrestar la presión de los países vecinos la comparte con la excandidata de ultraderecha Marine LePen. La apatía francesa ante la UE es total y por lo pronto, tanto Hollande como Sarkozy, deben permanecer silentes ante el resto de líderes europeos.
François Hollande promete rebajar la edad de jubilación, mientras en otros países sube. Sin embargo, hay una escaramuza en esta idea electoral. Solamente, quienes hayan trabajado más de 41 años podrán acceder a este beneficio, es decir, quienes estén laborando desde sus 18 años. Eso incluiría una población mínima. Hollande también quiere aumentar los impuestos en los más ricos de su país, cerca de un 75%, lo que puede terminar por hacerlos abandonar el país y con ellos, sus empresas e inversiones.
Quizás, el político socialista no sabe que juega con fuego y puede estar por quemarse. No obstante, hay que ver para creer si Hollande tiene las agallas para realizar tales cambios desde la presidencia, en caso de ganarla.
Por lo pronto, estas elecciones se asemejan a un triángulo amoroso, donde solamente gana uno. Para los escrutinios de este fin de semana operará una máxima: “nadie sabe para quién trabaja”. Algo sí está claro desde ya; Francia quedará políticamente rota y cerca de un gran caos político. Su política, como la economía europea, quedará re-partida.
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