Cincuenta años de sacerdocio; cincuenta años de apostolado; cincuenta años de servicio a la comunidad. Una vida entregada, con generosidad y acierto, a la educación de los jóvenes colombianos.
Esa efemérides ha dado lugar a muchos y merecidos homenajes. Uno de ellos, el grado Honoris Causa en Ciencias Sociales, que le otorgó la Universidad Autónoma de Manizales al padre Leopoldo Peláez Arbeláez. En tal oportunidad el padre Peláez, en su discurso, hace unas atinadas reflexiones sobre el presente y el futuro de Manizales que en mi concepto merecen un comentario.
Manizales, una de las ciudades más jóvenes o nuevas del país, nace por decisión de un grupo de emprendedores venidos de Antioquia. Tomaron riesgos y acometieron la gesta colonizadora más importante que se ha dado en la historia de nuestro país. Las generaciones que les siguieron, fieles a su estirpe, entendieron la necesidad de evolucionar y asumieron el reto de nuevos emprendimientos industriales y comerciales. Tomaron nuevos riesgos. Tienen éxito y Manizales mantiene un liderazgo, una imagen y una importante posición en el concierto de las ciudades colombianas. De un momento para otro, las cosas cambian y el liderazgo se diluye. Aquí surge el planteamiento de fondo del discurso del padre Peláez.
Manizales no puede sumirse en una neblina que no le permite ver horizonte. No hay razón alguna para ello. Se hace necesario entender que tiene que surgir un liderazgo colectivo. Que los liderazgos individuales no logran convocar en los nuevos tiempos. Que un liderazgo colectivo, fruto de la concertación y la alineación de propósitos, es el que en el mundo de hoy genera resultados. Tiene la convicción el padre Peláez, por conocer a Manizales y a sus gentes, que ese nuevo estilo de liderazgo es plenamente posible y que de darse, recuperará la ciudad el sitial que le corresponde, pero más importante que ello, logrará la calidad de vida que sus gentes anhelan y merecen. El problema de fondo no es de tamaño, es de calidad.
El llamado de atención sobre el pesimismo y la anomia que hace el padre Peláez, es un llamado al cambio; pero es ante todo una invitación para que surja ese nuevo estilo de liderazgo. Es una invitación a superar el individualismo, para trabajar en equipo y solidariamente.
Demostró el padre Peláez que tiene un estilo personal y una historia que le permiten convocar. Está dispuesto a dar lo mejor de sí para contribuir a la construcción de ese nuevo estilo de liderazgo. Paternalmente llama la atención, pero también, paternalmente sugiere caminos.
El mejor homenaje que puede hacer Manizales al padre Peláez es entender y asumir sus reflexiones para, generando fidelidad a las lecciones de los fundadores, se retome la actitud positiva, optimista y realizadora que le darán a sus gentes nuevas oportunidades y, de nuevo, la calidad de vida que se merecen. ¡Manizales reclama una generación de REFUNDADORES!
Ver discurso del padre Leopoldo Peláez en la página 6B de hoy.
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