El Parque Nacional Natural Cueva de los Guácharos, al que de ahora en adelante llamaré simplemente el Parque, es el primero creado en Colombia y lo fue en 1960, encabezando así la larga lista de los 57 que poseemos. Y ojalá todos los colombianos digamos así, que poseemos, pues debemos acogerlos como nuestros, que realmente lo son y visitarlos con respeto. Mirándolo bien, si no fuera porque ya son propiedad privada, inmensos territorios del país, en cordilleras, selvas, llanos y playas podrían ser declarados Parques Nacionales Naturales; tal es nuestra riqueza natural; tal… ¿era?...nuestra riqueza natural, porque la estamos destruyendo a pasos agigantados y en algunas regiones del país parece que la destruyéramos con saña, como si fuera rata de alcantarilla a la que todos persiguen con palos, piedras y patadas. (¿Se me notará mucho mi devoción por nuestro país y por sus bellezas naturales, o debo disimularla un poco?).
Salimos de Bogotá y en El Espinal viramos hacia el sur por las ardientes llanuras del Huila, “tierra de promisión”. El viaje lo hicimos en diciembre pasado, que por ser verano es la mejor época. Bajamos a Neiva, visitamos el monumento de Rodrigo Arenas Betancur a la Cacica Gaitana, levantado a orillas del río Magdalena y seguimos a Pitalito, municipio ubicado en el espléndido Valle de Laboyos.
Llegar al Parque es relativamente fácil. Del terminal de transportes de Pitalito salen cada 30 minutos camionetas que llevan a Palestina. El pasaje nos costó cinco mil pesos. Este trayecto dura 40 minutos. Palestina ya se encuentra metida en las montañas. En el Parque un monumento al guácharo nos dice que estamos en el camino correcto. Fuimos a visitar la oficina del Parque ubicada en la plaza principal donde Judith Echeverri, la secretaria nos atendió con la proverbial amabilidad de los funcionarios de Parques.
La historia de Palestina, tal como nos la contaron allí la mañana que estuvimos de paso, me interesó mucho. El lejano origen del pueblo fue la hacienda de Lorenzo Cuéllar, me siguen contando, donde reunían el caucho y la quina, productos que fueron tan importantes en la economía colombiana en las primeras décadas del siglo pasado. Y me interesó mucho el tema pues soy devoto de La Vorágine, novela que sé de memoria y sobre la cual he disertado en muchos escenarios, siendo uno de ellos el Ateneo de Madrid, en 1974, con motivo de cumplirse los 50 años de la publicación de la obra. A esta conferencia asistieron los entonces príncipes de España, Juan Carlos y Sofía. A la sazón todavía vivía Francisco Franco, el dictador.
En la historia de Palestina guardan especial veneración al sacerdote Camilo Trujillo, quien fue realmente el fundador allá por 1937. En 1984 Palestina fue declarado municipio. Una de las mayores riquezas del pueblo son sus innumerables quebradas; el agua brota por todas partes como lo pudimos comprobar. Palestina es un municipio cafetero. Judith nos ayudó en la siguiente etapa del transporte, una chiva que nos llevó hasta la vereda de La Mensura, siempre en ascenso por carretera destapada. Las chivas salen tres veces al día: a las 6 de la mañana, a la una de la tarde y a las cuatro.
La vereda La Mensura es región montañosa y llegamos hasta la finca donde termina la carretera. Por estos lados hacen el beneficio del café, como decimos en tierras cafeteras del Quindío y del Gran Caldas, por los métodos tradicionales. Al rato llegó Joaquín, arriero servicial y alegre, que nos llevó los morrales en una de sus bestias y que luego iría a recogerlos el día del regreso. Escribo el número de su celular (3144538845) pues este amable campesino es clave para llegar al Parque y porque algunos lectores me preguntan a veces cómo hacer para llegar a los lugares que visito y describo. Me acompañaron en este viaje los hermanos Daniel y Jaime Delgado.