Óscar Dominguez


Es como si se hubiera enloquecido todo el manicomio, incluido el director. A esos extremos nos llevó la reciente visita de papa que le hizo a Locombia la tal Copa Mundo. A falta de Virgen que se nos aparezca, bienvenida (¿¡) la presencia de este fetiche. El país se convirtió en una "bobópolis".
Hasta el presidente-candidato Santos dio papaya y alzó, feliz, el trofeo que desplazó en el fervor patrio al Señor de Monserrate y al Divino Niño del 20 de Julio. ¡Qué Corazón de Jesús ni qué ocho cuartos!
El asunto tiene visos delirantes: solo pueden tocarla los presidentes y los campeones del mundo. Ni siquiera el papa Francisco. Tampoco la pastora Piraquive. Si la toca cualquier plebeyo, al ego de la Copa le puede dar un patatús.
El que la toque puede quedar estatua, bobo, o volverse de sal, como la bíblica mujer. Una secretaria eficiente le maneja la apretada agenda.
Su séquito incluye abogados de delicada corbata y pañuelos de seda que le consegui-rán el beneficio de la casa por cárcel, si opta por agarrar a las reverendas patadas el código penal. Que no falte el degustador de alimentos. La pueden envenenar. Un popurrí de médicos en ambulancia con el motor cero kilómetros en marcha, acecha desde la sombra para atender cualquier imprevisto.
En los países que está recorriendo tiene garantizado tratamiento de arzobispo. Es de suponer que quienes pagan su desplazamiento, le tienen reservada alguna prepago por si se le alborota la libido.
La exigente viajera solo vuela en first class. Nada de mezclarse con la aristocracia de gallinero que viaja arracimada, incómoda, anónima, en clase económica, añorando el sushi y el trago que consume el blancaje de adelante.
Como la Copa no desata palabra (¿o sí?) sus dueños se anticipan a sus caprichos de vedete. En este desorden de ideas nada de raro tiene que en la habitación donde duerme le tengan orquídeas desconocidas, caviar, quesos franceses pornográficos, frutas de temporada, agua traída de las montañas de Escocia con la que se "fabrica" el mejor whisky.
Adonde llega le tienen coach transaccional, periodista, manager, manicurista, pedicurista, siquiatra, confesor, spa y conexión a internet por si desea bajar pornografía.
No faltará el lagarto que le deje la hoja de vida para que le ayude a conseguir chanfa que le permita hacerse rico no importa cómo.
Siempre tendrá la temperatura soñada y sanitarios enchapados en oro a la altura de sus espléndidos glúteos. Voy doble a sencillo a que la Copa viaja con bobo propio que le inventa o le lee historias fantásticas para llamar el sueño.
Alguien le debe estar pidiendo mercedes como se decía en el viejo catecismo del padre Astete, que se quedó corto ante los pecados del bípedo de los tiempos de la era del iPod, el iPhone y la Copa. ¡Qué bobitos nos hemos vuelto, país!
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