José Jaramillo


Esta época es para los profesionales de la odontología, especializados en restauración de dentaduras torcidas, remontadas y disparejas, como la cosecha para los caficultores, la semana santa para las parroquias cristianas, el día de la madre y la navidad para el comercio y las vacaciones para las regiones turísticas, porque los candidatos a ocupar curules en los cuerpos colegiados necesitan sonreír a diestra y siniestra, posar para fotógrafos y camarógrafos y mostrar ante el público una simpatía que usualmente no tienen. Eso representa para los aspirantes a sillas en los cuerpos colegiados inversiones cuantiosas, porque los costos de restaurar una dentadura chueca, para que quede como la de una presentadora de televisión, un actor de telenovelas o un cantante, son inmensos. Es admirable el sacrificio que hacen algunos petardos, cuya arrogancia y antipatía les son características, para aparecer ante el público como dechados de "queridura", cuando aspiran a ser representantes o senadores, lo que les representa un esfuerzo inmenso, porque están atropellando su propio yo, fingiendo lo que no son, y, de paso, atentando contra su naturaleza, porque las comisuras de sus labios terminan traumatizadas después de la campaña, de sonreír sin ganas, lo que requiere de otra intervención profesional: la de los terapeutas en desarreglos musculares. Ese es el resultado de atender las recomendaciones de los asesores de imagen, una profesión que se volvió imprescindible en la política. Aspirante que no cuente con uno de ellos está condenado a la derrota; y sus instrucciones deben seguirse puntualmente, inclusive por los familiares más cercanos del candidato, para garantizar una buena imagen, que atraiga a los potenciales electores. Estos profesionales del maquillaje de la personalidad, asesorados por redactores de discursos, especializados en frases de impacto; fotógrafos, camarógrafos y estilistas, literalmente hacen milagros, como mostrar simpático a Jorge Enrique Robledo, buen mozo a Roy Barreras y sincero al delfín de la que ha sido por muchos años casa reinante en Caldas.
La proliferación de movimientos políticos, ninguno de los cuales tiene el más mínimo asomo ideológico y todos, sí, un inocultable apetito burocrático, permite columbrar una campaña extenuante para las elecciones del 2014, no sólo para los candidatos y sus acompañantes, sino para la gente en general, que se va a ver atosigada de afiches, cuñas radiales, entrevistas de televisión, mensajes virtuales, encuestas y entrevistas personales, que van a dejar a todo el mundo, literalmente, escurrido, como ubre de vaca con trillizos. Pero como "no hay mal que por bien no venga", otros van a salir favorecidos, como los publicistas, las empresas editoras, los transportadores, para el trasteo de manifestantes; los asesores de imagen y los odontólogos especializados en reparar "persianas" dentales, para que luzcan las más impactantes sonrisas. Y la gran perdedora será la democracia, cada vez más maltrecha y desprestigiada.
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